jueves, 30 de mayo de 2013

Curso de Antropología Filosófica IX Por Alberto Espinosa

9.- La Educación y el Socialismo

A.- El Ideal Einsteniano[1]

9.1.- La educación es coeducación. Educarse es co-educarse con otros todo el tiempo. El proceso educativo hace así evidente que lo único real es, por principio, el individuo inserto en la comunidad –siendo por tanto las nociones de “individuo” y de sociedad” abstracciones parciales lo único verdaderamente real, siendo por tanto y tomadas separadamente tales nociones “entidades“ relativamente irreales. Todo individuo es de una comunidad o está en interrelaciones de educación y de coeducación con otros individuos de ella, por una parte; y toda comunidad está, por la otra, compuesta por individuos.
9.2.-  La educación falla en su proceso formativo del individuo cuando, sin tener una idea clara de lo humano, precisamente resulta deformante de lo humano. La manifestación hoy en día más patente de la deformación es el complejo que Albert Einstein como procesos educativos que “malean la conciencia social” del individuo. El mayor maleamiento de la conciencia social proviene de ser absorbido el individuo por la abstracción de lo social, predominado lo público sobre lo privado y socializando a la persona hasta el grado en que o es pobremente persona y personal o llega al extremo de dejar de ser por completo individuo (recordando así el gregarismo de las hordas salvajes, las conglomeraciones de los parásitos, al enquistamiento de las bacterias o de los gusanos que suceden a la corrupción del cuerpo vivo; también a la masificación del hombre contemporáneo, y sobre todo al “noscentrismo”, a los grupos de correligionarios congregados con propósitos de ayuda y ataque propiamente delincuenciales, pudiéndose agregar en este capítulo a los fanáticos de toda lay y de un largo etc., etc., etc.) –no es insólito que en tales grupos haya un profundo desequilibrio, que parte de una errónea concepción de lo humano, de reiteras insistencias en lo social con profundas recaídas compensatorias en lo más inmediatamente individual para recuperar relativamente el equilibrio. Individuos grupales (y grupos individuales), si cabe la paradoja, donde el elemento va así siendo movido y promovido por intereses sectarios del grupo (comunidades cerradas) los cuales son alimentados, a fin de cuentas, por ambiciones  puramente individuales, egoístas; utilizando entonces a la comunidad abierta como una especie de trampolín para el logro sus aspiraciones, muchas veces mezquinas, resultando que los alardes verbales y retóricos de tales socialistas profesionales no sólo redunda en el más abierto individualismo, rabioso por lo demás, sino que por ello mismo en una mutilación de lo social en su raíz misma.
   De hecho, el maleamiento de la conciencia social suele incubarse en la escuela, o sus instituciones derivadas, cuando ésta, careciendo de una base moral sólida, premia injustificadamente al individuo, alzándolo sobre los demás, por razones de grupo, resultando tales actitudes injuriosas para los restantes individuos de tales comunidades.
   Terrible expresión, capítulo de la antropología negativa,  que define a la crisis contemporánea en su núcleo justamente como un profundo desequilibrio y desajuste extremo entre el individuo y la sociedad, el cual se manifiesta bajo la forma de un tremendo malestar por herir la naturaleza moral del hombre mismo, el cual se ve desbalanceado por el predominio no de la libre voluntad, sino de las tendencias e incluso meros impulsos egoístas, en detrimento de los sentimientos sociales de solidaridad y de amor al prójimo, los cuales son el individuo más débiles de suyo, requirientes de una cultura y una educación que los reafirme constantemente y los fortifique, bajo cuya falta se encuentran así en la actualidad en un creciente y vertiginoso deterioro.
      La posición del individuo respecto de la sociedad y sobre todo respecto de sus instituciones (las cuales son a medias organismos humanos, a medias artefactos administrativos) ha contraído en la época contemporánea mayores ingredientes de dependencia –dependencia que sin embargo lejos está de contarse como un haber positivo, como un lazo orgánico o como una fuerza protectora, sino tomando la forma de una fuerza totalitaria que amenaza los derechos naturales y morales del individuo, pendiendo de tales relaciones su existencia económica, en cualquier momento amenazada, sumiendo al individuo en la impotencia y el miedo, en la inquietud y la angustia de perder el trabajo si no se obedecen normas y reglamentos de carácter muy secundario y hasta arbitrario, maleándose así, como en una segunda potencia con ello, la conciencia social (materialismo economicista, pues, donde, es el ser social lo que determina entonces la conciencia y no la conciencia el ser social). Conciencia llanamente social que, como una delgada película, como una capa superficial, como un mero barniz, da lustre al individuo, el cual sin embargo se sume en la prisión inconsciente de su propio egoísmo, haciéndolo sentir aislado, inseguro, un átomo meramente danzando autárquicamente en medio del tiovivo del caos social, privándolo con ello del sencillo e ingenuo goce de la vida.
   La causa de tal maleamiento de la conciencia social va unida al motivo del lucro, el cual se resuelve finalmente en el individuo indiferente, incluso hostil, hacia el grupo al que pertenece, ya sea gremial hasta nacional. Tal         
Complejo va injertando así en el sujeto una especie de profundo descontento ontológico que lo va desligando progresivamente de la vida en una especie de nihilismo existencial, que lo llevan a la fácil exasperación y al uso de la provocación, de la fuerza o del chantaje, abriéndose así el paso la concepción de la desaparición, de la aniquilación del sujeto mismo… y de todo lo demás… que es propiamente la genealogía del concepto de la “nada”.
   Tal maleamiento de los individuos por la vía de una falsa conciencia social, presente en el sistema educativo mismo, se presenta sobre todo como una filosofía del éxito y del triunfo, la eficacia técnica y la predación competitiva, y sobre todo de la glorificación del poder –doctrinas avaladas oscuramente por las teorías darwinistas de la lucha por la supervivencia y  de la selección natural, las que no pueden sino conllevar al pesimismo de la servidumbre o al servilismo de la adaptación al medio.
   La pseudofilosofía del éxito y del triunfo se ha postulado en las sociedades occidentales, en efecto, como un principio rector, estableciéndose como una lucha implacable por el predominio a expensas del prójimo, como algo que nace a la vez del afán de popularidad, del miedo al rechazo grupal,  y finalmente de la ambición personal. Sin embargo, tras el disfraz de fuerza y poderío, tal visión del mundo social nace en los espíritus débiles, arrastrados por la corriente de las aguas cenagosas del derrotismo de la persona y del pesimismo sobre la especie –redundando en una visión que avala y codifica las formas socialmente aplaudidas de agresión al prójimo y que simultáneamente desdeña las doctrinas religiosas al considerarlas como ideales meramente utópicos no aptos para regir y orientar los asuntos humanos, destruyendo tal espíritu de competencia todos los sentimientos de cooperación y fraternidad –aun el centro mismo de la cultura y en sus órganos, revistas, escuelas universidades.
   En contra, pues, de los ideales humanitarios, se ha puesto de moda el pensamiento materialista de “los hechos”, fríos, duros, cuya orientación intelectual se dirige solo a los valores práctico utilitarios de la eficacia, trayendo tras de si una terrible helada en la consideración mutua entre los hombres. Ya no más en las universidades y centros de cultura y enseñanza la tarea del ennoblecmiento del individuo mediante la extensión de la educación, de la moral y de la cultura tendientes a elevar al hombre de la esfera inmediata de su existencia meramente físico-biológica a la esfera superior de la libertad de espíritu –la cual renuncian por principio a todo uso de la fuerza bruta, tan presente, sin embargo, en las corrientes políticas bárbaras del siglo XX, las cuales debilitaron así tan severamente el sentimiento moral de los hombres contemporáneos, dando pie a esa dictadura tan malamente disimulada del relativismo moral, la cual se atrevido públicamente a afirmar que la moral descansa en un convención, que la justicia es idéntica a la conviene a un grupo, marchando a pasos contados a intoxicar con la mentira a la juventud, a oprimir a individuos, a perseguir a comunidades enteras o a usar como arma política actitudes intolerantes, causando en la población en general un compromiso funesto, resuelto en una especie de parálisis, que se niega a luchar contra las formas de la injustica y en pro de la justica, imponiéndose de tal forma los estados tiránicos o totalitarios mediante la fuerza de la organización y de la organización de la fuerza, en una especie de comunitarismo apelmazador de masas forjado a la fuerza de la presión social y del prejuicio convencional, fuerzas que efectivamente, de hecho, ensordecen los imperativos de la conciencia y el sentido de la responsabilidad individual , que disminuyen el espíritu independiente en la política y menguan el sentido de la justicia y de la rectitud en el ciudadano, condicionadlo a su vez por una producción anárquica y una no menos anárquica distribución de puestos y bienes.    
   Los excesos de las diversas formas del dogmatismo, del adoctrinamiento, del autoritarismo y de la cerrazón tiene su raíz en considerar que la educción es un proceso unilateral, siendo sus escuelas fallidas por definición, sin coeducación posible, ya sea por los enquistamientos sociales que todo pasado deja en el nuevo presente, ya sea por la enajenación en una tradición, la cual deformando su carácter siempre abierto se transforma en un sistema de reglas y de ideas monolíticas, en un caparazón o dermatoesqueleto cuyas aguas de vida no fluyen, permaneciendo por tanto estancadas, venenosas y sin vida.

9.3.- La corrección a tales excesos y deformaciones del socialismo debe buscarse en una actitud moral fundamental: en el desarrollo del sentimiento de solidaridad con todos los seres vivos, muy especialmente con los seres humanos –que es la formulación a la base de las más fuertes demandas del socialismo rectamente entendido. Se trata, en efecto, de una actitud afirmativa hacia toda la creación, cuyo significado en la vida del individuo es el de cumplir con la tarea de ayudar a hacer más noble y más bella la vida de los demás seres vivientes. De tal actitud se derivan actitudes morales y educativas que despiertan y tocan las más altas esferas de lo estético e incluso de la religiosidad: el sentimiento de alegría embriagadora y de asombro ante la variedad y grandeza del mundo, y;  el sentido de profunda reverencia por todo lo espiritual –derivado del reconocimiento del carácter sagrado y supraindividual de la vida, o simplemente del sentido de la unidad de la vida.
   El objetivo de toda educación es así un objetivo moral, el cual puede formularse así: el desarrollo libre y responsable del individuo de acuerdo a sus aptitudes y predisposiciones de carácter, de tal manera que pueda poner sus fuerzas y cualidades tan libre como alegremente al servicio de todo el género humano. Ello debido a que por la naturaleza humana misma, el individuo, la persona humana, tiene como fin superior en la vida servir –más que regir, mandar, o imponer su voluntad de cualquier otro modo. Ideal que, en sustancia, expresa también la actitud democrática fundamental, cuyo esencial liberalismo considera ente los más grandes bienes el fomento el fomento de las diferencias en el campo del espíritu (de cada hombre su filosofía) y del gusto (de cada hombre su belleza), siendo éste uno de los valores más altos de la humanidad.
 9.4.-  Es así la educación por su esencia misma, en su núcleo más solido, la que con mayor fuerza debe rechazar el culto injustificado al individuo, insistiendo a la vez en que la vida feliz y satisfactoria es la vida de provecho a los semejantes, para lo cual no es necesario poseer grandes riquezas, sino por lo contrario más bien recomendable ajustarse a la medida propiamente humana llevando una vida tranquila y modesta, sin ataduras al ídolo, abstracto y petrificante, del dinero. Porque al amor excesivo al dinero apela inmediatamente al feroz egoísmo e invita irresistiblemente al abuso. Las filosofías del éxito fomentan efectivamente en el joven el deseo de triunfar a toda costa; empero, el hombre exitoso, el triunfador que proponen tales modelos educativos, suelen ser aquellos que reciben muchos de la sociedad, incomparablemente y desmedidamente mucho más al servicio que prestan a sus semejantes.  Tales individuos, rendidos al a los llamados de sus instintos más elementales, huyendo sistemáticamente de todo sufrimiento y buscando con exclusividad la propia satisfacción, ceden con demasiada facilidad de llevar una feliz y sin ataduras –perspectiva de la vida ranciamente individualista, egoísta, cuyo resultado social es tarde o temprano el de une estado de inseguridad, de miedo y de miseria común.    
   Todo lo cual implica que las diferencias económicas de clase son generalmente basadas en la fuerza e injustificadas, siendo el ideal de las grandes posesiones, del éxito público y del lujo, más bien un inconsciente perseguir la felicidad y la comodidad personal que deja al individuo ayuno de mayores horizontes espirituales –siendo todo ello para Albert Einstein un flaco objetivo ético al que llama “ideal de la pocilga”, pues subsume al individuo a una vida más bien inmediata y meramente apetitiva, caprichosa por tanto y contingente, siendo lastimoso ver que, en vez de vivir en las altas bóvedas cristalinas de los magníficos palacios del espíritu, se regodee en medrar entre las sórdidas mezquindades particulares de sus covachas o en las triviales ilusiones despreciables de sus más ínfimos y paupérrimos sótanos. Experiencia emocional también de la futilidad de los deseos humanos, demasiado humanos, donde más bien se sufre la existencia individual como una especie de cárcel, aisladora de los demás y de sí misma, cuya emoción negativa debe servir de contraejemplo para catapulta al individuo a la emoción positiva frente al orden plural, sublime y maravilloso, que se revela en los reinos de la naturaleza y en el reino de las ideas, cuando se percibe tal conjunto desde una altura tal que permita contemplar y vivirlos en lo que tienen de universo: de un todo único y significativo, el cual en lo inmediato debería despertar en el individuo los sentimientos de compasión ante toda criatura viva y de reforzamiento de los lazos sociales destinados a relajar tensiones, a abolir las opresiones y atender sus más apremiantes necesidades.               
      
9.5.- La educación así, como la moral misma, debe verse no tanto como el aprendizaje de una conducta que renuncia ásperamente a los multivariados y variopintos goces de la vida, sino como una especie de social interés activo que trabaja por un destino más feliz para todos los seres humanos.
   El requisito para el logro moral de tal ideal en el comportamiento individual y colectivo radica muy justa y precisamente en la educación concienzuda de sus miembros: en la libertad ascendente y en la oportunidad real de desarrollar sus dotes latentes.
   Porque si en conjunto el proceso de la educación puede verse como: todas aquellas expresiones que articulan situaciones de convivencia formativa (afectando su radio de acción más allá de la escuela a todas las actividades de la vida humana a lo largo de toda la duración de ésta); en lo particular tiene la educación su propio núcleo de activad en la atención de las predisposiciones y aptitudes de carácter del individuo, que siendo desarrolladas lo esencializan, lo definen, lo determinan, facultándolo entonces para cumplir con su propio destino, o dando plena existencia a las singulares exclusivas derivadas de la esencia humana que la naturaleza lo dotó al venir al mundo, y realizando así por tanto su esencia particular.
   La educación, en efecto, tiene como propósito desenajenar al individuo de los enquistamientos ideológicos, bárbaros o inmorales, pero también tanto de las esencias caducas de lo social como del demonio y de la bestia que nos habitan y que le impiden llegar a ser sí mismo, o ser sí mismo. Ardua labor que, acompañada por una serie indeterminada de consejos prácticos en la vida cotidiana y promovidos por el ejemplo (mediante las conductas coherentes o ejemplares), conducen al individuo a las fuentes originarias de su vocación, a la expresión de su singularidad originaria en el desarrollo de sus propias predisposiciones y aptitudes de carácter –es decir, a la formación de su carácter, el cual a su vez se expresa en la especialización creciente, pero a la vez no tecnificada, de un corpus particular de exclusivas humanas donde se realizan toda una constelación de valores (son ejemplos o casos ejemplares el del músico o el del artista del pincel, que al esencializar y especializar, por la constancia y el amor individual en su disciplina, sus aptitudes nativas de carácter, realizan en la el valor social y la participación comunitaria de la belleza, en la poesía; otro caso sería el valor de la verdad, realizado socialmente por aquellas comunidades de individuos que desarrollan en sus disciplinas intelectuales sus predisposiciones nativas al conocimiento de la verdad; otro tanto sucedería en las comunidades vocadas a la realización del valor del bien, cuyo valor es esencialmente participado por individuos de temperamento moral, especialmente en la vida educativa, singularmente en la vida religiosa –sin dejar de tomar en cuenta que tanto en la vida pedagógica como en el pedagogo suele más bien dominar la actitud, en cierto modo contraria, del hombre voluntarioso, crático, preocupado por realizar el contra valor, egoísta, imperativo, del poder).
9.6.- Para el compromiso moral, esencial, de la educación, no basta enseñarle al hombre una capacidad (instrucción, adiestramiento), convirtiéndolo así en una especie de máquina útil, un eslabón más en la cadena del proceso administrativo o productivo, porque sin la clara comprensión y la afinidad sentimental con los valores fundamentales de la moral, de la educación, de la religión incluso, no alcanzará dicho sujeto en modo alguna una personalidad ni bien desarrollada ni mucho menos armoniosa. Lo mismo puede decirse del conocimiento especializado, cada vez más tecnificado, en las diversas disciplinas, ya sea la historia, la filosofía las letras o la física, o en la especialización técnica que mira en dirección de la utilidad inmediata. Tal clase de especialización, promovida por el sistema competitivo de las filosofías del éxito, en el fondo lo que hacen es paralizar y extinguir la libertad de pensamiento crítico y el sentimiento de cooperación, en los que se basa la totalidad de la vida cultural También el terreno epistemológico el verdadero espíritu de investigación queda mermado por la creciente especialización sin remedio, volviendo imposible captar la estructura de la ciencia y sus objetivos en conjunto, construyéndose la ciencia entonces a la manera de la mítica torre de Babel, presentándose entonces las doctrinas tecnológicas con un carácter peligrosísimamente ambiguo: por un lado como meros instrumentos o artefactos neutrales, desprovistos por tanto de todo aspecto moral o ideológico; por el otro, aptas para influir en las decisiones morales fundamentales del ser humano, al presentarse sus resultados tecnológicos como fines deseables para la humanidad.      
9.7.- Todo ello constituye así un terrible complejo educativo, fuente amarga de desequilibro u oscilación onto-axiológica en el hombre, que lo hace zozobrar en una ciclotímia, arrojándolo por un lado a los caprichos de la existencia, ya de la labilidad y la accidentalidad historicista, ya en la jaula y el confinamiento del subjetivismo estéril –con frecuentes recaídas compensatorias en los extremos del gregarismo o de masificación, de sexualidad equívoca o vergonzante o de francachela perpetua, impulsiva y vertiginosa. Poniendo así en el centro mismo del ininterrumpido proceso educativo el desarrollo, la realización y la dignificación misma de la humanidad como conciencia y cumbre de la Naturaleza.   

30-V-2013




[1] Ver: Alberto Espinosa, La ética de Alberto Einstein. Universidad Juárez del Estado de Durango e Instituto de Estudios Filosóficos de Durango A.C. Colección: Diálogos. Número 8. Ed. UJED e ICED. 72 pp. Durango, México, 2007.    







martes, 28 de mayo de 2013

Filosofía por Radio XI Por José Gaos

10.- Lógica y gnoseología
                                                      10/8/61
   La primera lección indicó los respectivos objetos de la lógica y la teoría del conocimiento, el pensamiento y el conocimiento, y la íntima relación en que están estos objetos, y por ello las dos disciplinas.
   La lógica no tiene por objeto el pensamiento en todos sus aspectos, sino exclusivamente en uno. Pero para puntualizar éste, es indispensable empezar por puntualizar algo más que él solo.
   Una expresión como esta radiodifusora es muy potente -expresa este hecho, singular, de ser muy potente esta radiodifusora singular que es la radiodifusora de la Universidad Nacional de México. Este hecho puede llamarse el objeto de la expresión, es decir, el objeto expresado por ella. Pero la expresión no expresa su objeto directamente, sino por intermedio de un pensamiento, que también es expresado por la expresión y que piensa, o con el que se piensa, el objeto, que resulta así, no sólo el objeto expresado por la expresión, sino el objeto pensado por o con el pensamiento.
   Hay, pues, que distinguir tres cosas: la expresión, el pensamiento expresado por ella y el objeto pensado por o con el pensamiento y por ello expresado por o con la expresión.
   Que la expresión se distingue del pensamiento y del objeto lo prueba el hecho de expresar un mismo pensamiento y un mismo objeto expresiones tan distintas como la española esta radiodifusora es muy potente y, por ejemplo, la alemana diese Rundfunkstation ist sehr mächtig.
   Que el pensamiento se distingue de la expresión lo prueba.
   Los pensamientos, localizados, por decirlo así, entre las expresiones y los objetos, se conciben vulgarmente como fenómenos psíquicos, como actos de pensar; pero muchos filósofos distinguen entre los actos de pensar y los pensamientos -pensados en, por, o con los actos de pensar, en razón de que, por caso, si mis radioescuchas y yo pensamos en este momento que esta radiodifusora es muy potente, cada uno de nosotros lo piensa con un acto de pensar suyo, tan individual como él mismo, mientras que lo pensado, (que) esta radiodifusora es muy potente, es el mismo pensamiento para todos. Pero esta razón no es en verdad tan concluyente como parece a primera vista. Para que el pensamiento fuese distinto de los actos de pensarlo cada uno de nosotros, es indispensable que fuese el mismo para todos en el sentido de idénticamente el mismo para todos. Pero es por lo menos dudoso que sea idénticamente el mismo para todos y no que simplemente tengamos pensamientos iguales...
   Sean los pensamientos simplemente actos de pensar individuales de los distintos sujetos, pero iguales, o unos pensamientos distintos de los actos de pensar individuales de los sujetos, puede hacerse en ellos otra distinción.
   Expresiones como esta radiodifusora es muy potente y esta Universidad es muy importante tienen la misma forma, a diferencia de expresiones como esta radiodifusora no es muy potente y esta Universidad no es muy importante, que tienen entre sí la misma forma, otra vez, pero se diferencian por la forma negativa de las primeras, de forma afirmativa o positiva. Expresiones como esta radiodifusora es muy potente y esta Universidad es muy importante, que tienen la misma forma, se diferencian por tenr distintos objetos, la primera esta radiodifusora y su mucha potencia y la segunda esta Universidad y su mucha importancia. Estos ejemplos bastarán para hacer ver y comprender la distinción entre forma y objeto de las expresiones. Pues la misma distinción puede y debe hacerse en los pensamientos correspondientes. Los pensamientos expresados por las expresiones esta radiodifusora es muy potente y esta Universidad es muy importante son ellos mismos de forma afirmativa o positiva y el objeto del primero es la mucha potencia de esta radiodifusora, mientras que la del segundo es la mucha importancia de esta Universidad.
   Pues bien, la lógica tiene por objeto la pura forma de los pensamientos -en cuanto de ella depende la verdad o falsedad de los pensamientos.
   Basta, en efecto, la pura forma de los pensamientos esta radiodifusora es muy potente y esta radiodifusora no es muy potente, para afirmar que las dos no pueden ser verdad, o que si uno de ellos, cualquiera que sea, es verdad, el otro tiene que ser falso, o que si uno de ellos, cualquiera que sea, es falso, el otro tiene que ser verdad. Tal afirmación no se funda en los objetos de la pareja de pensamientos a diferencia de pensamientos de otros objetos, sino puramente en la forma afirmativa y negativa respectivamente de dos pensamientos del mismo objeto, cualquiera que sea éste.
   Tal es el objeto preciso de la lógica. De su inmenso desarrollo histórico y actual no le es posible a este curso dar más idea que la que dará la lección siguiente.
                                                   14/8/61






Filosofía por Radio X Por José Gaos


9.- Ética y política

   Por su nombre es la ética la disciplina que tiene por objeto la moral. Y ésta ¿qué es?
   Buenas o malas moralmente o morales o inmorales juzgamos por lo pronto ciertas acciones, sentimientos, pensamientos y palabras nuestras, de nosotros, los seres humanos; o simplemente ciertas acciones, individuales o colectivas, si consideramos como acciones las palabras, pensamientos y hasta sentimientos aludidos; y por tales acciones, a los seres humanos mismos, a nuestros prójimos y a nosotros mismos, a las personas; y a ciertas cosas humanas, como las instituciones.
   Puede decirse, pues, que la moral es el conjunto de lo que juzgamos bueno o malo moralmente, y que la ética es la disciplina que tiene por objeto este conjunto, o por incumbencia resolver, dar razón de este conjunto, resolviendo los problemas que plantea, de los que los principales serían éstos:
   ¿qué acciones son las que juzgamos buenas o malas moralmente, y por ellas a las personas y a cosas como las instituciones?
   ¿qué quiere decir bueno y malo moralmente?
   ¿por qué juzgamos bueno o malo moralmente aquello que juzgamos así?





viernes, 24 de mayo de 2013

Marx Ayer VIII.- Sobre la Estética Marxista Por Alberto Espinosa


   La estética marxista constituye un inmenso equívoco derivado de las ambigüedades morales y axiológicas de su fundador. Porque la base moral del marxismo es un argumento a la indignación moral por razones de piedad, de amor cristiano, si no hay que ver el Capital, plagado de citas bíblicas en favor de los desposeídos, por razones morales y hasta religiosas -pero Marx es ateo, con lo cual serrucha la rama en la que alegremente se sostenía la totalidad de su argumentación y de su indignación moral.    
   Cosa similar sucede en su estética, de la que casi o nada escribió, pero que se deriva del impulso revolucionario en una actitud perfectamente utilitaria. La tal estética marxista o no existe o es pura propaganda estatólatra... no hay más. 
   Error de magnitud, porque un artista es aquel que profundiza en su experiencia personal, ofreciendo así un punto de vista irreductiblemente individual sobre la realidad, ya intente restituir las normas, ya descubrir el ritmo de las potencias demetéricas y dionisicas... con lo cual no puede bien a bien expresar ni la sangre del pueblo, ni la raza, ni mucho menos la conciencia del proletariado -curiosa clase la del proletariado por cierto, consistente en su lucha por... por... por dejar de ser.
   Problema radical de identidad que se resuelve en la mera lucha por el poder político, que no toma una posición espiritual, ni moral, mucho menos estética... convirtiéndose lucha y arte en una técnica más, en una tentación más, en un fenómeno dogmático de la ilustración totalitaria y de la loa a las masas sumisas y gemuflexas -que en sus bagazos economicistas y utilitarios llega las más de las veces a enajenar y a obnubilar por completo a las conciencias...!!!



Filosofía por Radio IX Por José Gaos


8.- Cosmología y psicología

   Cosmología o Filosofía natural o de la naturaleza es una disciplina que por su nombre tiene por objeto el cosmos o mundo o la naturaleza.
   Pero éste es el objeto del conjunto de las ciencias de la naturaleza, de la ciencia de la naturaleza.
   ¿Cómo puede tener el mismo objeto la ciencia de la naturaleza y la filosofía de la naturaleza?
   Las ciencias de la naturaleza son muchas: quiere decir que cada una tiene por objeto un objeto parcial del objeto total mundo o naturaleza.
   Los objetos parciales de las distintas ciencias de la naturaleza ¿equivalen al objeto total mundo o naturaleza, o éste es objeto de la filosofía de la naturaleza?
   De hecho, hecho histórico, los problemas que históricamente se ha planteado y ha tratado de resolver la filosofía natural, no se los ha ni siquiera planteado ninguna de las ciencias especiales de la naturaleza:
   el mundo ¿es finito o infinito en el espacio y en el tiempo, por adición o por división?
   el mundo ¿es únicamente material, o material -e inmaterial, espiritual, o, incluso, únicamente inmaterial, espiritual?
   Por este problema, la cosmología se interpenetra con la psicología.
   Esta es por su nombre una disciplina que tiene por objeto el alma.
   Y que históricamente se ha planteado y ha tratado de resolver estos problemas:
   ¿existe el alma?
   ¿es espiritual?
   ¿es inmortal?
   Estos problemas, ni se los plantea, la psicología experimental, empírica o científica que se separó en tiempos recientes de la filosófica.
   Aquí vamos a tratar la cosmología y la psicología conjuntamente, tratando de los dos grandes problemas de la cosmología y anejando al segundo los de la psicología filosófica.
   Pero empezaremos por el segundo. Se comprobará que el examen de la índole cualitativa del mundo es antecedente metódico de su cuantitativa finitud o infinitud.
   Fenoménicamente, el mundo es material e inmaterial.
   Hay, ante todo, dos clases de fenómenos con características contradictorias: los fenómenos físicos y los fenómenos psíquicos.
   De ejemplo de fenómeno físico puede servir un mueble cualquiera, esa radio.
   De ejemplo de fenómeno psíquico, un sentimiento cualquiera, el interés o el aburrimiento con que estén siguiendo esta lección.
                                                      8/8/61
   Pues bien, la radio es extensa, tiene forma en sentido geométrico y está localizada peculiarmente en el espacio, y tiene color o colores, lisura, dureza y otras cualidades sensibles o perceptibles por medio de los sentidos de la vista, tacto...
   En cambio, el interés o el aburrimiento no tiene ni extensión alguna, ni forma en sentido geométrico, ni está localizado en el espacio de la peculiar manera que la radio; cierto que lo imaginamos o lo concebimos localizado dentro de nuestros cuerpos, con los demás fenómenos psíquicos de cada uno; pero lo menos que puede decirse es que esta localización de algo inextenso dentro del cuerpo no puede equipararse exactamente a la localización de un cuerpo extenso en el espacio. El interés o el aburrimiento tampoco tiene cualidad alguna perceptible por medio de sentido alguno como los de la vista, tacto... Tiene o es la peculiar cualidad compleja sentimental o afectiva que designamos precisamente con el nombre de interés o aburrimiento, y de la que tenemos ese peculiar conocimiento o saber que se dice tener conciencia de ella -y es por lo que los fenómenos de esta clase se llaman fenómenos de conciencia, y se considera que los de cada uno de nosotros integran su conciencia. 
   A pesar de tales diferencias entre las dos clases de fenómenos, se ha intentado reiteradamente reducir una de ellas a la otra. Pero como fenoménicamente es la existencia de las dos justo la imposibilidad de reducir ninguna de ellas a la otra, la reducción no ha podido intentarse más que pensando que los fenómenos son ésto, fenómenos o apariencias sensibles o de conciencia -que es lo que quiere decir la palabra de origen griego fenómeno -de algo que ya no es o, incluso, no puede ser fenómeno, sino que se imagina o concibe como localizado (por) (de)tras o en el fondo de los fenómenos, más allá de ellos, causándolos o/y sustentándolos: así se imagina o concibe la materia tras de los fenómenos físicos y el alma de cada uno en el fondo de los fenómenos de (su) conciencia; y la reducción de unos fenómenos a otros se hace imaginando o concibiendo, ya como fenómenos de la materia no sólo los físicos, sino también los psíquicos, ya como fenómenos de las almas no sólo los psíquicos, sino también los físicos.
   Pero ¿por qué se imaginan o conciben la materia y las almas además de los fenómenos mismos? ¿Simplemente para poder reducir los unos a los otros? Pero ¿por qué reducir los unos a los otros, a pesar de su dualidad misma?
   Una primera respuesta a esta pregunta es: porque la razón humana tiende a la unidad -a su vez porque le parece que ésta no le ofrece las dificultades de comprensión que la pluralidad...
   La sola dualidad de los fenómenos físicos y psíquicos ofrece
-y ésta es una segunda respuesta a la pregunta- la dificultad de comprender la relación en que pensamos que están: relaciones de causalidad.
   Pensamos, en efecto, que cuando queremos mover la radio, y la movemos, el querer ha causado los movimientos del cuerpo que han causado el de la radio; y que si al moverla nos cae la radio encima de una parte del cuerpo y nos lastima, el dolor que sentimos está causado por un  proceso causado en nuestro cuerpo por la caída de la radio sobre la parte de él. Y la dificultad de comprender esto que pensamos, es ésta: ¿cómo comprender que el querer, que es inextenso, cause los movimientos en el espacio del cuerpo, que es extenso; o que los movimientos en el espacio del cuerpo, que es extenso, causen el dolor, que es inextenso?
   La misma dificultad hay en la relación entre la materia y las almas.
   Pero si en el fondo de los fenómenos físicos y psíquicos no hay más que la materia, o si en el fondo de los fenómenos psíquicos y físicos no hay más que almas, desaparece la dificultad de comprensión de la relación de causalidad entre la materia y las almas.
   Sólo que:
   ¿son más comprensibles, o menos incomprensibles, las relaciones de causalidad entre:
   la materia y los fenómenos todos -y los solos físicos,
   las almas y los fenómenos todos -y los solos psíquicos,
   la materia misma,
   las almas mismas?...
   Se ha imaginado o concebido la materia en el fondo de los fenómenos para comprender éstos...
   Se han (imaginado o) concebido las almas en el fondo de las conciencias por motivos irracionales...



miércoles, 22 de mayo de 2013

Marx Ayer VII.- La Confusión de los Órdenes (o De la Piedad al Diablo) Por Alberto Espinosa


De Confusiones V


   Una de las formas de ver ese inmenso problema social e individual contemporáneo de la caída en lo demoníaco es bajo la luz de la confusión de los órdenes (y de las órdenes): se trata de un proceso, casi insensible, de degradación de las creencias y de los valores. Lo diré con un ejemplo: alguien comenta en un café que Cristo partió la historia en dos mitades, ya no digamos por su santidad, su sabiduría, sus milagros, sino por su resurrección y por su mensaje moral difundido entonces por todo el orbe. Otro más dice que sí, que en efecto, que fue un revolucionario, si, un revolucionario..; y pues bueno, llega un tercero que dice que nada, que ese revolucionario fue una leyenda de Asia menor, que fue un simple profeta reconocido hasta por las caballos de Mahoma, pero que su programa reformista fue insuficiente, ante lo cual Barrabás comienza ya a frotarse las manos con fruición; un última afirma entonces categórico que nada de nada, que no existió, que ya lo dijo el mono blanco de Marx en su concepción materialista de la historia y del espíritu absoluto. Aquellas serpientes, culebras, gusanillos, salen tan satisfechos por el momento de palabras cuan desazonados al pasar de los días en sus expectativas filosóficas, con ese bagazo de mala metafísica que les ha quedado infectando los oídos, odiando al prójimo como a sí mismos, con la oscura idea que si, un dios que fue revolucionario y profeta desmentido por el diablo del mundo y las mujeres con la ayuda de empecinados afeminados que luego se convirtió en mito, luego en leyenda, luego en una sombra y luego en una mentira que ahora es nada... y entonces se van con su concubina, con su amiguita en turno, con su cuate, y siguen así haciendo de las suyas, sin remordimiento de conciencia, apelando a las masas, frotando con ellas para agarrar valor, y con un imponente agujero histórico, teórico-metafísico y religioso en la renegrida conciencia.
   Y así, el hombre moderno marcha en su aventura histórica de mercenario del cosmos llevando a cuestas una pequeña carga a las espaldas de la que se quisiera a toda costa de deshacer: las reliquias, los rescoldos de la fe, de la fe en Cristo, como rey, juez y doctor, de una fe que antes fue ardiente; ahora convertida en simple habito, en cascara, en ánfora sin agua, vacía, en fuente seca: en último esfuerzo, que el descreído, que en indiferente en materia de religión expresa, como un resuello, como un final hálito de vida cristiana, el hombre moderno hace gala de piedad, para lo cual sale en defensa del diablo mismo si es preciso, se convierte en abogado del diablo, para tapar o intentar justificar sus fornicaciones, sus tropelías, calumniando, deformando, ocultando, mintiendo llanamente si es preciso ... alegando que nadie está libre de culpa, que no juzguen al diablo, que no le echen, por piedad, piedras en el lomo, haciendo de tal manera, piadosamente, como repito, el bien -sin mirar a quien...!!!




martes, 21 de mayo de 2013

Filosofía por Radio VIII Por José Gaos


7.- Esencia y Existencia

   En la definición el hombre es el animal racional, el sustantivo hombre significa la especie de los hombres singulares; el sustantivo animal, el género de los animales singulares, de los que son parte los hombres singulares; el adjetivo racional, la diferencia de la especie humana dentro del género animal, o aquello por lo que cada hombre singular es un hombre y no un irracional, y los adjetivos animal y racional, aunque sustantivado el primero por medio del artículo, la esencia del hombre, o de la especie humana, o aquello por lo que cada hombre singular es individuo de su especie.
   Ahora bien, cada hombre singular es una sustancia, y su animalidad y su racionalidad son modos de ella. Hombre es una especie de sustancias. Animalidad y racionalidad son especies de modos. Sustancia y modo son los géneros más altos de todos... (Relación con existente.)
   Una sustancia es un existente -en sí; un modo, un existente
-en otro: la animalidad y la racionalidad existen únicamente en los animales y en los hombres como no existen éstos en otros existentes.
   Pues bien, el existente se dice así por que existe, por su existencia. Esta parece un modo -pero ¿de qué sustancia? Propiamente, de ninguna, pero sí de la esencia, que funciona como una sustancia de la existencia, lo mismo que ésta como un modo de ella.
   El existente humano se divide en esencia -animalidad racional = humanidad -y existencia.
   El existente, en general, se divide en esencia y existencia, asimismo en general. ¿Qué son éstas? ¿Y por qué se distinguen? Y ¿en qué relación toda y propiamente están?
   Si se dice que la esencia es todo aquello de un existente que no es su pura existencia, hay que decir qué sea ésta y qué sea ello.
   Toda existencia es de un existente. No hay existencia nuda, excepto la divina.
   Todo existente existe en algún sentido, pero puede no existir en otro -exepto el divino. No hay existente no existente en todos sentidos.
   La esencia no implica la existencia en ningún caso.
   La esencia implica la existencia por lo menos en un caso, el divino.
   La esencia implica la existencia en todos los casos.
   ¿Antinomía?
   La existencia se presenta como un modo del existente.
   Como un modo activo -por generalización que hace cada sujeto humano.
   Como un modo relativo -de presencia en, entre, a o para.
   La presencia de la totalidad (de lo existente, de lo presente) independientemente de todo a o para. ¿Antinomía?
   ¿Necesaria?
   ¿Infinita?
   Esencia finita es la que no implica la existencia-infinita.
                                implica
   Esencia infinita es la que {                  } la existencia-                                se identifíca con       infinita.
   La esencia y la existencia se distinguen, porque ciertas apariciones y desapariciones se conciben como creaciones y aniquilaciones o inexistencias.
                                                  7/8/61
   He aquí un hombre. ¿Qué es su esencia y qué su existencia?
   Su esencia es su ser hombre, lo que tiene de hombre o de humano, su humanidad, y ésto es su animalidad racional, o su animalidad y racionalidad, o más especialmente esta última, la racionalidad, por ser ésta lo que diferecia a los hombres, a la colectividad humana, a la humanidad, a la especie humana, de los demás animales, o dentro del reino animal, o del género animal.
   Y su existencia es su estar aquí, o ahí, no ante cada uno de nosotros, sino, aunque no existiese ningún sujeto como cada uno de nosotros ante el cual estar, ahí, entre los demás existentes, con los demás existentes.
   Pero, ¿y la totalidad de los existentes? ¿y lo existente?... Su existencia no puede ser su estar ahí, en el sentido de estar entre los demás existentes, o con los demás existentes -porque no hay más existentes entre los cuales o con los cuales pueda estar la totalidad de los existentes o lo existente.
   Pero entonces, o no existe precisamente lo existente, o la existencia no es estar entre o con existentes, sino alguna otra cosa. Pero ¿qué cosa?
   ¿Estar ante algún sujeto?... Pero éste sería parte de lo existente.
   La existencia de lo existente ¿sería, entonces, estar ante algún sujeto parte de ello -y existente ante sí mismo?
   Pero la existencia ¿no es, precisamente, no necesitar estar ante ningún sujeto; poder ser sin necesidad de ningún sujeto, independientemente de todo sujeto?
   Nos encontramos cogidos entre estas dos ideas:
   el concepto de existencia implica la independencia respecto de todo sujeto; existencia en general no es estar ante algún sujeto;
   la existencia de lo existente no puede ser estar entre o con otros existentes; la existencia en general no es estar entre o con otros existentes;
   existencia no es ni estar ante, ni estar entre o con...
   no es ninguna de las cosas únicas como las que es concebible...
   No estar ante ni entre o con, es estar en sí y consigo sólo
-concebible sólo en contraposición a estar con otro:
   la total y única -sustancia!
   Distinción de la esencia y la existencia en un hombre.
   Distinción de la esencia y la existencia en lo existente. 
   En un hombre distinguimos su esencia, su animalidad racional, y su existencia, su estar ahí, entre o con los demás existentes.
   ¿Cómo, por qué?
   Porque distinguimos entre todo lo que no es su nudo estar ahí, entre o con los demás existentes,
   y porque han desaparecido todos los hombres que han aparecido menos los presentes; porque han muerto todos los hombres que han nacido menos los presentes; porque concebimos el nacimiento y la muerte de los hombres como creaciones y/o aniquilaciones, como inexistencia antes y/o después de existir, como no estar entre o con los demás existentes, antes o después de estar entre o con ellos -todo lo que no es este nudo estar entre o con ellos.
   En lo existente ¿podemos distinguir entre su esencia y su existencia?
   ¿Qué es la esencia de lo existente? No hay género con que componerla. No puede componerse con nada -superior. La esencia de lo existente -es la existencia misma!
   Pero, ¿qué es la existencia misma de lo existente? No es su estar entre o con -nada. Es su estar en sí o consigo solo -por contraposición al estar con otro, por negación del estar con otro.
   Podemos distinguir entre la esencia y la existencia de lo existente, entre la existencia y -el no estar en sí o consigo solo o la inexistencia de lo existente o la nada, porque podemos concebir ésta.
   Distinguimos entre la esencia y la existencia
   de todo existente distinto de lo existente
   y
   de lo existente mismo
   porque en último término
   concebimos la inexistencia respectivamente de
   todo existente distinto de lo existente
   y
   de lo existente mismo o la nada.
   Pero aunque concebible la nada o la inexistencia de lo existente, debemos concebir lo existente como existente siempre, infinitamente, porque la relación entre la nada y lo existente o la existencia, entre la inexistencia y la existencia es incomprensible.
   Pero la existencia siempre (infinita) de lo existente ¿es menos incomprensible?
   La creación y aniquilación puras son incomprensibles. La creación de la nada y la aniquilación por Dios, del mundo, de las almas, ¿lo son menos?
   Una existencia infinita no puede ser más que de una esencia infinita: la existencia infinita sería la existencia de lo existente, que es la esencia de lo existente:
   entre la infinitud de lo existente y la infinitud de la existencia de lo existente, no hay distinción -pues que la distinción única era entre la existencia (infinita) y la inexistencia de lo existente.
   Una existencia finita, entre inexistencias, no puede ser más que de una esencia finita: el existente que no es lo existente, se concibe inexistente antes y/o después; el existente concebido como inexistente antes y/o después, no es (no puede ser) lo existente, el todo -infinito; sino sólo, únicamente, una parte, y finita, de éste.
   Volvamos a las pruebas.
   Todas ellas entrañan la distinción de esencias y existencias finitas e infinitas, de esencia y existencia,
   o los conceptos de inexistencia -de lo existente o de nada.
   Y es la cuestión, la razón de ser de estos conceptos -de la ontología, de la meontología.
   Teología < meontología < ?





lunes, 20 de mayo de 2013

De la Mentira y el Espejo Por Alberto Espinosa


    Las animales se equivocan, olvidan, pero no mienten. Exclusiva humana es la mentira -que es la realidad que socava, que merma, que mina su esencia misma, que es la razón, para extraviarlo en los confines de su ser irracional. El hombre es el animal que por la mentira socava su propia esencia, la racionalidad, en una vuelta, forzada, hacia la animalidad -retrogradación que en el hombre no puede ser sino simbólica y, justamente por ello, monstruosa.
   Pero quien miente acerca de algo, tiene ya algo acerca de lo cual mentir, algo que usurpar. Así resulta que la mentira, y el mentiroso mismo, son algo derivados, meramente apendicular, algo secundario y perfectamente extirpable .como los solecismos para la retórica. Ser segunda y ser sombra, esos son sus estigmas,  y el tributo que rinde la mentira a la verdad, al cuerpo, a lo principal.
   La mentira no es otra cosa que la negación misma, pero disfrazada del algo, de algo en apariencia positivo. Su arte, en efecto, no es otro que el de la apariencia, el de la representación. En sí misma es una nada, pues en su puesto subalterno, dependiente, tiene que partir, necesariamente, de algo cierto a partir de lo cual mentir. Sus mecanismos psicológicos son propiamente los de la envidia; los de el deslumbramiento por algo que, en esencia, no puede o no se atreve a aceptar, y que interiormente mina, corroe, porque le es inasimilable, porque le da nausea, en una perfecta inversión de los valores. Primero, así, postula su adhesión al principio que contradice, del cual duda, en el cual no cree; luego, adopta  para volverse acepto una especie de elaborado formalismo estéril, profitando de dientes para afuera, clamando con la voz en cuello el valor que envidia: actúa. Se acerca entonces a la luz, pero la luz la hiere; es, sin embargo, el contenido a partir de lo cual tiene la mentira algo a partir de lo cual falsea, aquello que mentir, que deformar, que ocultar. 
   Negación u ocultación de la verdad, contradicción franca, llana, o encubierta de la verdad, la mentira parte de la verdad -sólo que en la dirección contraria, creando la tensión sin poder ya proponer otro principio, con el avieso propósito atropellar a la verdad y así romper el hilo, el cordón umbilical, de independizarse pues, para lo cual afanosamente se agita, se desvela, se contrae, se retrae, se exalta, se alarga, se hincha. Luego de pasar por arriba de la verdad, que en realidad es siempre por debajo, la mentira se vista de apariencia de verdad para así sustituirla.
   Su tercer estigma es la doblez, los interminables repliegues y dobleces del psiquismo, que terminan siempre en un recoveco, en un remolino de confusión, que es donde la corriente de su psiquismo jalará las aguas siempre para su molino, siempre insatisfecho, de muelas lisas y cascadas, insatisfactible pues. Psiquismo escindido, doble, de doble moral, que aparentemente habita en la casa, en el mundo, con nosotros, el mentiroso en realidad es un fantasma, que no está nunca del todo en el lugar donde aparece, siempre en actitud de fuga, de huida, que nos da la espalda cuando nos muestra la cara. Zorro, astuto prestidigitador que borra sus pisadas, el mentiroso esfuma el valor del que pende, como de un hilo, apenas al tocarlo, ya no está, o no lo vemos, porque se ha vuelto invisible, inasible. 
   Su imagen es así la del espejo, la del Narciso rebotando en el charco de agua: es pura ideología, un constructo, infiel, por ser un reflejo invertido de la realidad. Primero calca, copia, imita, para luego mudar el valor que adopta a manera de bandera, retorciéndolo hasta convertirlo en otra cosa. 
   Porque todo en el mentiroso es reflejo sus verbo es siempre cínico, reflexivo, meditado, ideológico, repito, y por tanto cuando miente, se miente, se niega a sí mismo, y es su vida así un barranco, un pozo plagado de vericuetos y contradicciones, asolado por la esterilidad, pues el valor que postula y luego niega no puede sino transformarse en cosa, en materia manejable, de volumen denso, en atmósfera pesada, y sin embargo huecas, óseas, sin vida. 
   El mentiroso se ha vuelto así un hombre-espejo, saturado de proyecciones de sus culpas, amortajado por de sus contracciones, por sus faltas, por sus carencias. Reflejo y fantasma de sí mismo, hombre que se persigue sin poder nunca llegar a sí mismo, fugitivo de su propia mano que se vuelve contra él al señalar a otros, es el espíritu del mentiroso donde se encuentra mayor horror y mayor oquedad -también y por lo mismo, mayor poder, esa fuerza que luego es flácida, de descomposición y disolución social.