miércoles, 8 de mayo de 2013

Filosofía por Radio IV de José Gaos


3.- Las pruebas cosmológica y climacológica

   Hay una teología que es parte de la filosofía y una teología que no es parte de la filosofía. Para diferenciarlas se llama a la que no es parte de la filosofía teología dogmática y a la que es parte de la filosofía teología natural o racional. Se quiere decir que la teología dogmática toma por principio los dogmas de fe -por ejemplo, de la Iglesia católica- y se dedica a explicarlos, a dar razón de ellos, hasta donde se puede. Es la teología de los teólogos. Y se quiere decir que la teología natural o racional toma por principio lo conocido o conocible por la razón natural del hombre, es decir, por la razón propia de la naturaleza humana, de la esencia del hombre, prescindiendo de toda fe en dogmas. Es la teología de los filósofos -y la única que puede entrar en este curso.
   Esta teología filosófica ha tenido históricamente por incumbencia principal el probar o demostrar la existencia de Dios. Cabe pensar que la existencia de Dios no necesita probarse o demostrarse -pero el hecho de que se hayan hecho históricamente tantos esfuerzos para probarla o demostrarla, parece razón suficiente para probar que se necesita probarla o demostrarla. Y cabe pensar que la existencia de Dios no puede probarse o demostrarse -pero parece fundado pensar que únicamente después de examinar las pruebas o demostraciones de la existencia de Dios, o argumentos para probarla o demostrarla, será fundado concluir que la prueba o la demostración es imposible. Cabe pensar, en fin, que probar o demostrar la existencia de Dios presupone la idea de Dios -que la prueba o la demostración de la existencia de algo, sea lo que sea, presupone tener siquiera idea de aquello cuya existencia se trata de probar o demostrar; o sea, que la primera incumbencia de la teología sería la idea misma de Dios. Pero ¿y si ciertas cosas, hechos, fenómenos, fuesen tales que, sin ninguna idea previa de Dios, moviesen a razonar o raciocinar, a argumentar, en tal forma que la conclusión de los raciocinios o argumentos fuese la idea de Dios?...
   Vamos, pues, a proceder sin más al examen de las pruebas de la existencia de Dios, o de los argumentos para probarla.
   A lo largo de la historia de la filosofía se han formulado muchísimos, pero se reconoce generalmente que la gran mayoría son puras variantes de unos principales, relativamente pocos. Acerca de cuáles sean éstos, de la clasificación, ordenación o sistematización de ellos, de la validez de cada uno, discrepan los filósofos -cómo no. Pero quizá nadie negaría que las pruebas de la existencia de Dios o argumentos para probarla principales históricamente sean las llamadas
   por la contingencia o cosmológica,
   por los grados o climacológica,
   por la finalidad, o teleológica,
   por las ideas o ideológica
   y por la idea misma de Dios u ontológica.
   Estos nombres serán explicados al tratar de cada una.
   El orden en que se han enumerado quedará explicado al acabar de tratar de ellas.
   Procedamos, pues, a formularlas.
   Hay seres que nacen y mueren, como los seres vivos, o que se construyen y destruyen, como los artefactos -y las cosas de la naturaleza inanimada, desde las piedras hasta los astros. Estos seres existen después de nacer o construírse y antes de morir o destruírse; pero antes de nacer o construírse y después de morir o destruírse, no existen.
   Ahora bien, es incomprensible que un ser que no existe empiese a existir -por sí mismo o por sí solo. Comprensible es únicamente que un ser que no existe empiece a existir por causa de otro, preexistente.
   Es concebible una sucesión infinita de seres de los que la existencia de cada uno sea efecto del anterior, o de los que cada uno sea causa de la existencia del siguiente, pero la existencia de tal sucesión infinita de seres es ella misma incomprensible.
   Por todo ello es necesaria esta conclusión: comprensible es únicamente la existencia de una sucesión finita o infinita de seres, sean o no causas y efectos unos de otros, por causa de una serie simultánea y finita de seres de cuya existencia sea causa el primero -o cuya existenia no tenga a su vez causa. Para este ser, cuya existencia no tiene causa, pero que es causa de la existencia de todos los demás, no hay más nombre que le sea propio que el nombre propio Dios.
   Esta prueba se llama cosmológica porque su primera proposición o premisa tiene por objetos los seres, vivos o inanimados, naturales o artificiales, que integran el mundo o cosmos.
   Y se llama por la contingencia, porque se llaman seres contingentes aquellos que no existen antes o después de existir, que son los mismos seres, integrantes del mundo o cosmos.
   Existen propiedades imperfectas o finitas de de seres como la inteligencia, o la bondad, o la belleza, de los seres humanos.
   Ahora bien, es incomprensible que exista nada imperfecto o finito sin que exista lo perfecto o infinito de lo que lo imperfecto o finito es (como) una parte.
   Por lo cual es necesaria esta conclusión: comprensible es únicamente la existencia de propiedades imperfectas o finitas como partes de propiedades perfectas o infinitas de un ser -para el que no hay más nombre propio que el nombre propio Dios.
   Esta prueba se llama climacológica o por los grados, del nombre griego clímax, escala, porque sus proposiciones tienen por objetos las gradas o los grados de la escala de la imperfección y la perfección de las propiedades de los seres integrantes del mundo -y de Dios.
                                                1/8/61



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