I
El grabado humilde encuentra su grandeza en
ser claramente a la vez arte técnico y artesanía, mostrándonos así las dos
caras opuestas y complementarias del trabajo, porque si por un lado es
producción, operación que transforma la materia de nuestra herencia
natural en bienes económicos despegados
de su raíz natal (lo que permite no sólo crear nuevos circuitos, propiamente
económicos, sino incuso cerrarse sobre si misma para erigir el orden de la
explotación y la injusticia social); por el otro es claramente hechura: lucha
amorosa con la materia grave, contacto corporal y manual con las cosas y
las sustancias del mundo y su dúctil o
escarpada resistencia. Es por ello que el arte del grabado nos pone de frente a
ese oscuro y nebuloso amor de la carne que al intelecto no le es dado conocer;
labor de oficio y de cocina y a la vez laboratorio de las formas que se vacían
y espejean en otras formas – tarea de purificación por medio de una escala de
procesos en donde las sombras de lo superfluo y sus velos se diluyen para que
aparezcan las condiciones de la nueva vida: el sentido germinal y vivo que nos
alienta con sus señales de claridad o con su luz a seguir por la subida en que
consiste el camino.
II
Las obras de Ramón Eguira Ramón realizadas
al aguafuerte (“El Chanate”, “Corona”, “Mundo Interior”) destacan en este
renglón, añadiendo a su búsqueda de un renovado simbolismo el gusto por la
tipografía y por la cita culta, también por la ornamentación cuyo sentido de
frugalidad apunta a la pureza de las formas y a la claridad de las imágenes.
Imaginación ceñida a los contenidos y controlada por los sentimientos
temperados que por ello ni se desborda en el subjetivismo de la fantasía ni se
desparrama en los vértigos del sensualismo.
Así, el chanate o quiscal mexicano
(frecuente desde E.U. hasta Perú) aparece en lo que tiene de graciosa dignidad –pues
sus instintos de nidificación y verdaderos ritos de apareamiento (el macho
salta y baila frente a la hembra), así como su canto fuerte y estridente, nos
hablan de un bello capítulo ejemplar de la naturaleza. Ave que al igual que el
cuervo esta relacionada con la clarividencia, ave de Apolo y mensajera de los
dioses, el chanate es también un símbolo del amor y gratitud filial (las crías
al llegar a la edad adulta alimentan a los padres) y por extensión un emblema
de la organización del mundo, que a la vez que previene a los hombres de los
peligros que los amenazan (conjurando la mala suerte).organiza el mundo,
difunde la civilización y la cultura. Asociado al viento y al relámpago, el
perspicaz chanate se encuentra así al principio de la creación como una estampa
del espíritu y de la memoria –siendo a la vez una imagen de la soledad, del
aislamiento voluntario del ser alado que decide vivir en un plano
supramundano.-pero también de la esperanza, pues el “cras, cras” de su canto
puede ser oído significando: “mañana, mañana”, “si no hoy será mañana”.
Las obras de Ramón Eguira Ramón realizadas
al aguafuerte (“El Chanate”, “Corona”, “Mundo Interior”) destacan en este
renglón, añadiendo a su búsqueda de un renovado simbolismo el gusto por la
tipografía y por la cita culta, también por la ornamentación cuyo sentido de
frugalidad apunta a la pureza de las formas y a la claridad de las imágenes.
Imaginación ceñida a los contenidos y controlada por los sentimientos
temperados que por ello ni se desborda en el subjetivismo de la fantasía ni se
desparrama en los vértigos del sensualismo. Así, el chanate o quiscal mexicano
(frecuente desde E.U. hasta Perú) aparece en lo que tiene de graciosa dignidad
–pues sus instintos de nidificación y verdaderos ritos de apareamiento (el
macho salta y baila frente a la hembra), así como su canto fuerte y estridente,
nos hablan de un bello capítulo ejemplar de la naturaleza. Ave que al igual que
el cuervo esta relacionada con la clarividencia, ave de Apolo y mensajera de
los dioses, el chanate es también un símbolo del amor y gratitud filial (las
crías al llegar a la edad adulta alimentan a los padres) y por extensión un
emblema de la organización del mundo, que a la vez que previene a los hombres
de los peligros que los amenazan (conjurando la mala suerte).organiza el mundo,
difunde la civilización y la cultura. Asociado al viento y al relámpago, el
perspicaz chanate se encuentra así al principio de la creación como una estampa
del espíritu y de la memoria –siendo a la vez una imagen de la soledad, del
aislamiento voluntario del ser alado que decide vivir en un plano
supramundano.-pero también de la esperanza, pues el “cras, cras” de su canto
puede ser oído significando: “mañana, mañana”, “si no hoy será mañana”.
III
Por su parte Antonio Ruiz Ibarra, siguiendo
la escuela mexicanista, presenta una magnifica imagen de “El Camaleón” tallada
en linoleum e impresa en papel de amate, motivando con ello el resonar en la
leyenda de la antigua canción del cuento relatado otra vez por la Naturaleza. En esta
ocasión se trata del la narración de la secreta alianza entre el camaleón y la
libélula que intercambian señales milenarias sobre un fondo ornamental urdido
por la tela de la araña, Diseño de reminiscencias huicholes donde leerse la
necesidad teórica del hombre de integrarse en el Cosmos que le rodea mediante una
profunda solidarisación frente a la naturaleza.
Así, sobre un fondo de ornamentación floral
urdido sobre el trasfondo de la tela de araña, aparece el camaleón que clava
uno de sus ojos rotatorios sobre la ligera libélula para indicar con ello una
especie de secreta complicidad en base a la cual intercambian señales
milenarias. Imagen, pues, que nos recuerda que el camaleón, demiurgo del
trueno, del relámpago y de la lluvia y que comunica al sol con los hombres al
poseer todos los colores del arco iris, es un símbolo poderoso de la fecundidad
de la tierra. Imagen que nos recuerda
que el camaleón, demiurgo del trueno, del relámpago y de la lluvia y que
comunica al sol con los hombres al poseer todos los colores del arco iris, es
un símbolo poderoso de la fecundidad de la tierra, pues el animal extraño del
exuberante jardín es, junto con el escarabajo egipcio, uno de los primeros
seres vivos de andadura perezosa.
La obra de Antonio Ruiz Ibarra tiene un
elemento dinámico que lo convierte en una especie de cuento o narración, casi
en una fábula en donde podemos contemplar los resortes y mecanismos del inconsciente
humano y la solidaridad simbólica frente a la naturaleza. Porque el camaleón, por
su manera perezosa de andar, emparienta con la indolencia, y al cambiar de
color a voluntad enseña en su aspecto diurno a adaptarse a toda circunstancia y
a adoptar las costumbres ajenas; sin embargo, de noche adopta los atributos
contrarios: los de la hipocresía y de los intereses sórdidos e inconfesables
–resultando por ello falto de personalidad y originalidad, asimilable a un
cortesano espiando en el vestíbulo de los poderosos. Su lengua viscosa, signo
de su avidez cuidadosamente disimulada, indica el verbo persuasivo de quienes
engañan con palabras melosas, advirtiendo sobre sus malas intenciones.
La imagen añade empero la complicidad con la
ligera y elegante libélula (llamada también
espía-demos, caballito del
diablo e incluso señorita) cuya rapidez en el vuelo habla de una liberación
traposa, equivalente a una evasión –estableciendo con sus ojos facetados en
treinta mil retículas y con su pata debajo de la boca para coger a sus presas
un singular paralelismo y afinidad con el exorbitado camaleón. Imagen que nos
recuerda también una antigua tradición, según la cual el primer hombre, de
nombre Uculcunculú, oyó decir que en el jardín se le ordenó al camaleón
decirles a los hombres que no mueren, pero que estando enfadado se retrasó
intencionalmente, mientras tanto el lagarto se adelantó y llegó primero,
diciéndolos a los hombres que mueren, todo ello debido a la pereza y oscilación
del camaleón. Cambiante como los siete días de la semana el camaleón se
caracteriza por tener también siete propiedades.
El camaleón exhibe una compleja bipolaridad:
por un lado debido a tener los colores del arco iris comunica con el sol, pero
también con el relámpago, la lluvia siendo símbolo de fertilidad. Por otro lado
su manera perezosa de andar lo emparienta con la indolencia. El camaleón, en
efecto, cambia de color a voluntad, enseñando con ello en su aspecto diurno a
adaptarse a toda circunstancia y a adoptar las costumbres ajenas; sin embargo,
de noche adopta los atributos contrarios: los de la hipocresía y de los
intereses sórdidos e inconfesables –resultando por ello falto de personalidad y
originalidad, asimilable a un cortesano espiando en el vestíbulo de los
poderosos. Su lengua viscosa, signo de su avidez cuidadosamente disimulada,
indica el verbo persuasivo de quienes engañan con palabras melosas, advirtiendo
sobre su capacidad de mentir, de sorprender o emboscar.
Ser precavido exento de aventura o de
generosidad, el paso lerdo del camaleón combina con los ojos que mueve en todos
sentidos dentro de la órbita, recogiendo todas las informaciones como
observador desconfiado y disimulado. Su lomo arqueado en una cresta pronunciada
nos habla de un ser tan precavido cuanto fatuo y vanidoso; su cuerpo comprimido
de su susceptibilidad y su cola prensil de un ser traposo que hipócritamente o
por detrás se apodera de los bienes ajenos –combinando todo ello en un ser extraño,
en cuyo orden ético se combinan tanto poderes como fracasos. Animal extraño del
exuberante jardín que, junto con el escarabajo egipcio, es uno de los primeros
seres vivos de andadura perezosa que lo alía analógicamente con el hábito de la
indolencia.
La imagen añade empero la complicidad con la
ligera y elegante libélula (llamada también
espía-demos, caballito del
diablo e incluso señorita) cuya rapidez en el vuelo habla de una liberación
traposa, equivalente a una evasión –estableciendo con sus ojos facetados en
treinta mil retículas y con su pata debajo de la boca para coger a sus presas
un singular paralelismo y afinidad con el exorbitado camaleón. Imagen que nos
recuerda también una antigua tradición, según la cual el primer hombre, de
nombre Uculcunculú, oyó decir que en el jardín se le ordenó al camaleón
decirles a los hombres que no mueren, pero que estando enfadado se retrasó
intencionalmente, mientras tanto el lagarto se adelantó y llegó primero,
diciéndolos a los hombres que mueren, todo ello debido a la pereza y oscilación
del camaleón.
IV
La magnífica xilografía impresa en color
titulada “Folklore mental” de Gracia
Doré Lévano Rodríguez nos presenta una
imagen que siendo consciente de ser una obra artesanal se presenta es a la vez
como una vía de sabiduría. Arte humilde que es sin embargo simultáneamente una
meditación sobre los elementos y los segundos planos de la realidad, apuntando
claramente al sentido de lo sagrado o “divino” en el mundo y a la
sobresignificación de la vida. Un arte libre, es verdad, que no se petrifica en
si mismo y que conjuntamente es vía de
sabiduría sin estar encadenado por dogmas y que por ello precisamente puede
flotar ingrávido en una especie de tercera dimensión.
Así, la mano del primer plano más que
señalar ordinariamente el cristal traslúcido del agua con el dedo índice, hace
más bien un ademán de arrobo, en cuya de ingravidez y vuelo hay una especie de
comunión con las dos carpas aladas que flotan entre los velos de las algas como
si de un aire cristalizado se tratara. La mano pareciera así simbolizar la
tierra de la atención, mientras que las carpas aparecen como representaciones
simbólicas de los elementos primordiales, de los principios Yin –Yang, que a la
vez son el agua de vitalidad y el fuego del espíritu.
Desciframiento simbólico también de las
figuras, que ve en la carpa un animal de buen augurio por ser montura y
mensajero de los inmortales y un emblema de la longevidad, de la fecundidad
espiritual y la fertilidad material no menos que de la superioridad
intelectual. Porque la carpa por su coraje y perseverancia logra remontar las
corrientes río arriba, siendo por ello también una estampa de la audacia y del
vigor de la juventud, y al saberse moverse entre las algas acuáticas emblema de
la discreción.
Imagen que da la sensación de una ligereza
alada, pues, de vuelo e ingravidez, en cuya
gracia se perfila la idea de arte sonriente y caluroso donde se
reencuentra una alegría primordial anterior al lujo de la riqueza o a la
tristeza de la marginación. Arte que busca la gracia, es verdad, y que por ello
encuentra la belleza encarnada en la frugalidad, la elegancia simple de la
naturaleza y en el “soplo” del espíritu. Belleza que es también la de la
dulzura femenina, en la que no hay sensualidad pero si desnudez, presencia
fresca, viva y modesta, limpia y luminosa que patentemente se encuentra cerca
de la idea de un Dios de amor y personal. Así, dentro de un estilo japonesista
y en cierto modo vangoghiano, la disciplina estética cultivada por la grabadora
pareciera hace de la belleza y la humildad artesanal una norma de vida.
V
El arte del grabado, oriundo de antiguas
tradiciones y viejos legados del simbolismo universal, heredera por vía directa
de sabios herreros y magos alquimistas, al renovarse al través de la enseñanza
y la experimentación contemporánea, al herir con renovados bríos la plancha de
metal o abrir el surco en la dura carne de la madera, ha ido descubriendo al
través de la práctica del oficio antiguas técnicas largamente olvidadas y, con
ello, el tono anímico y los signos más caros de toda una tradición de reflexión
simbólica, amalgamando así al oro escondido en el cobre o que corre por las
vetas de la caoba el mercurio filosófico fecundante de la vida, haciendo con
ello despertar de su reposo somnoliento a la semilla para abrirse al desarrollo
de la vida y de la floración, para multiplicarse en la tierra húmeda que la
acoge para dar, como los panes pródigos, por una sola semilla más de un ciento
de cosecha. Despertar, en efecto, del arcaico letargo de la materia grave,
sumida en la herrumbre anquilosada, que mediante las herramientas de finas
gubias y afilados buriles logra rescatar una verdad escondida hace cien o hace
mil años.
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