Una
de las cosas que más llama la atención entre los marxistas, o marxianos, es su
declarada tendencia a establecer oscuras alianzas, y todo ello, más que en
nombre de lo social, que en el fondo los tiene sin el más mínimo cuidado, del
poder político -con lo que aquello corre el peligro de convertirse en un comité
de la friega, de viejas de lavadero pendientes del último chismarrajo -donde
las propuestas no pasan de la vacua insinuación sexual o del embute, del moche,
a troche y troche, resultando así elementos profundamente disolventes de lo
social y en su raíz misma. Su recurso favorito, el señalamiento, la denuncia,
la acusación ideológica (de ideológicos, de reaccionarios,
de burgueses, de elitistas a los adversarios, a los enemigos del progreso) y por supuesto la baja astucia de la calumnia
-método tan sólito en las milicias superderechistas del Muro. A.C-, a lo
que hay que agregar su arma más secreta, más escondida de todas: el minucioso
ocultamiento. Su añagaza: la utopía "científica" del materialismo
histórico y su espargírica dialéctica, que a manera de parapeto les permite
siempre postergarlo todo, la justicia social, el pago al trabajador, la
justipreciación de la obra ajena, bueno, hasta el amor al prójimo, que llegará,
pero claro que llegará, a condición de .... si, de que llegue, con ellos a
bordo, el "comunismo", claro, porque no es que no sepan de las
injusticias sociales, sino que se superan, pujando, sobrepujándose a sí
mismos, por el sólo hecho de saberlo.... y así, sin hacer ningún esfuerzo
particular por remediar sus males, sólo repiten, como el chanate del cuento, en
un monótono graznido: hoy no, hoy no, tal vez mañana, tal vez (crac, crac,
crac-crac).
Sobresale entre las dudosas actitudes de
esos constructores del futuro, de esos marxistas trasnochados, la incubada por una idea
implícita en su postura revolucionaria: de que no hay que reír, de que no hay por que
cantar, con lo cual revelan no sólo su
absoluta falta de humor, también el futuro, más bien darwinista y simiesco, chillesco, que nos están preparando.
Indistinguible de la reacción, pues, la izquierda demuestra con ello la
falta de todo criterio moral para medir personas o acontecimientos, de todo
parámetro o norma instituida para juzgar el valor de las personas, en abierto
juego, y rentable, con el establishment, tirando por la borda del olvido
cualquier compromiso ético con el prójimo -ya no digamos con Aquel que es.
Tales actitudes lamentables no pueden sino desembocar en el caos social, pues
son ruindades, actos que hollando los pilares de la convivencia, redundan en la
profunda frustración interna de quienes por una vaga utopía de sibaritas (con
atiborrados bibliotecas vírgenes y ociosas, llaves inutilizables de tiempos
compartidos en Miami, chamaquitas quinceañeras mareadas al interior del
departamento de soltero, estimulantes en la guantera del automotor, y botines
institucionales millonarios, poca cosa), han traicionado, entregado y enterrado
a sus hermanos. Resultando así los afamados socialistas los más rabiosamente
individualistas de todos -paradoja ya de calibre. Muestra todo ello de la
labilidad del orden axiológico del marxismo, que en casos regionales ha llegado
alegremente a apostar un lingote entero sólido de oro a cambio de un
descolorido jumento, o cuyas celebraciones de la tragedia recuerdan, ya en
plena inversión, en rampante trasmutación de los valores, ora al bufón de feria
que ha bailado la funesta danza del alacrán sobre la lápida helada del maestro,
ora al abyecto comediante a medio afeitar, de sonrisa helada, de cabello
graso, irremediablemente casual
y desaseado, que primero se postra para luego tenderse, si ha lugar, cual
desmayado tapete persa, para obsequiar un libro ostentoso al primer funcionario
que llega del centro con la insulsa convicción de consolidar su puesto y, quien
sabe, ascender un peldaño más en el escalafón de las bajezas -y todo ello, por
supuesto, en nombre de no se que futuro y de no se que cultura...!!!
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