sábado, 15 de junio de 2013

Otras Ocho Ideas Sobre Educación Por Alberto Espinosa





- Así, si la esencia de la educación esta en la formación del hombre, de acuerdo a sus aptitudes y predisposiciones de carácter, al hombre educado tal vez no pueda definirse; pero puede en cambio y en todo caso caracterizarse por dos notas esenciales, típicas, características: la atención y el respeto.

- La atención es nota esencial del hombre educado; no hay hombre educado que sea distraído, negligente, informal, chabacano, o desatento, disperso, injurioso o grosero síntomas todos ellos de espíritus volátiles, poco dispuestos o nada afectos a enraizar en un suelo.

- La atención el suelo mismo de la educación, la tierra misma del proceso educativo, la cual, evidentemente, hay que saber trabajar, abonar, labrar, para volverla perfectamente firme, y potentemente fértil.

- El respeto es, en efecto, un tipo de aprecio particular por la persona, elevada ante nuestros ojos por sus méritos, por sus virtudes, por sus desarrollos, esfuerzos y obras en una misión o tarea, en virtud del cual se levanta como ejemplo en algún término, sentido o capacidad –constituyendo su intrincada red de relaciones el templo completo de las jerarquías humanas y del trato entre los hombres, siendo elemento esencial a su vez en la orientación misma de todas las acciones humanas.

- El respeto consiste, ni más ni menos, que en el reconocimiento del valor –reconocimiento social, se entiende, explícito, transparente.

- Así, lo que la atarea educativa debe fomentar sobre todas las cosas es el sentido de la atención y del respeto; atención hacia los contenidos de la cultura; respeto hacia las personas que se esfuerzan por comunicar éstos.

- En un caso: fingimiento de una educación, si no de una jerarquía, que ya no se tiene; por el otro, aspiración a una educación que no hay manera de conseguir ni con el favor del mejoramiento de la posición social –todo lo cual se revela en síntomas de creciente insatisfacción, ansiedad, depresión, o en el peor de las cosas en la expresión de un nada disimulado cinismo de un aburguesameinto proletarizante o, de plano, de un proletariado cuyo aburguesamiento resulta una pobreza, una proletarizción más bien reduplidcada –como la del perro que come su propio vómito o de la marrana que lavada en la lluvia vuelve a revolcarse en las heces de su chiquero que, cuando se les habla de la prostituciíon y el mercado sexual se justifican olímpicamente, cómplices irredentos en la "cultura" de la mentira" y el reciclaje forzoso, diciendo no sin cinismo: "Es que a ellas les gusta"...!!!

- No es entonces la tradición, sino sus actores que no supieron como asimilarla, familiarizarse con ella y recrearla, los que se muestran impotentes, y por ello mismo inferiores intelectualmente, quienes practican la sepulcral sordera, disponiéndose entonces a esforzarse por que les pertenezca, no la tradición, cosa como repito imposible, sino cuando menos sus símbolos.

Selección de Juan Carlos Londoño Galvis




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