lunes, 17 de junio de 2013

La Unidad Perdida (Saber, Relativismo o Buena Voluntad) Por Alberto Espinosa


I
   Todo saber filosófico cabal culmina en teología, en metafísica... todo... incluido el último de los grandes sistemas filosóficos de la edad; que es el de Hegel, con su saber absoluto que se piensa a sí mismo -en la historia, por la razón histórica, que es dialéctica, como todo el mundo sabe; es decir que es una razón tan dialéctica como cambiante (revolucionaria) ... pero, cómo puede ser esto? Misterio; el saber absoluto encarnando en la historia a través del arte, de la religión, de la filosofía... y máximamente a través de ésta; es decir, en el tiempo histórico... Pues bien, tal sistema se fragmentó no acabado el siglo XIX; en un socialismo ateo, resuelto muy moderna y mensurablemente por el inglés (Marx terminó viviendo en Inglaterra, no hay que olvidarle, y haciendo sesudos estudios de economía, no más), sumido en un movimiento obrero que interpreta el acmé del ser humano bajo la figura del homo faber (el progreso, la revolución industrial) y el positivismo, ajeno por completo a la metafísica. Kierkegaard, con fe viva, en cambio, sin escribir ni un sistema ni una promesa de sistema, atinó a la angustia del hombre contemporáneo, a su angustia constitutivo, por falta, por falsear la religiosidad -viendo con mayor nitidez que lo eterno, es verdad, todo el tiempo tiene historia. Mientras tanto la razón bajó a la tierra, tomó la forma del patíbulo, se volvió histórica, rabiosamente histórica,  y nos deshizo; el día de hoy aún  es adorada por millones; es la religión y la razón de estado... totalitario obviamente. Por otra parte, el ideal del saber, que llega al colmo con el ideal del saber absoluto, ha sido sostenido por aquellos que encuentran un placer en el saber -y en el dominio que le va frecuentemente aparejado: los filósofos, los soberbios filósofos habría que agregar. Corresponde en efecto a la estructura de la naturaleza humana, del tipo filosófico, anejar al saber la felicidad -y sigue siendo sostenido para todos por un puñado de infelices filósofos... jajajja.. que se obstinan en saber algo que las más de las veces por completo se les escapa de las manos, como la arena se escapa del puño que pretende retenerla. Y así las cosas, el racionalismo, ya rabioso, de la filosofía, no ha podido dar en sus ideales de racionalidad con la mediad de la felicidad humana, como no lo han hechos los inventos científicos del progreso occidental, ni la ha sabido proporcionar las normas éticas de vida contemporánea (sumidas en el hollaco de la publicidad y de la moda) ni el arte, impotentes para dar la medida que armonice al espíritu humano; arrojándose por consecuencia el hombre contemporáneo a una vida perfectamente irracional e incluso preferentemente inconsciente. Todo lo cual delata que tal insuficiencia de la razón, que su multitudinario, que su colectivo abandono en nuestra edad, que tal insuficiencia, decía, se debe a que sus hondas tuberías están rotas, que sus pozos de saber, que sus hontanares metafísicos se han desecado por completo, sin fuerzas ya para restablecer la jerarquía social de la filosofía en las humanidades, y sin la potencia para crear de nuevo un sistema  que satisfaga las aspiraciones de espíritu del hombre contemporáneo, desbandándose  todo el mundo por la peligrosa cuesta abajo del existencialismo, cada uno siguiendo su propio camino y todos en conjunto perdidos. Porque el meollo del meollo de la crisis por la que atravesamos es justamente el desecamiento de esos pozos metafísicos, que ahora se mirar más bien con una honda amargura, si no es con especie de  maniática nostalgia, cuyos viejos valores han periclitado, exhaustos, sin que sean visibles e incluso palpables los valores nuevos que habrán de sustituirlos.
II
      Respecto de la fe en el conocimiento hay que tomarlo también con reservas. Pues pudiese ser más una fe en el “saber aparente”, es decir, en la relatividad del conocimiento; más una amor a ese relativismo que al saber, pues –por amor, nada aparente sino bien real, al poder que pudiera darnos, es decir: por amor a su dictadura (sin necesidad de aducir el caso espectral de un ser de cinco patas parasitario, andrógino, que pone sus huevos por doquier reproduciéndose a sí mismo, cuya misteriosa quinta para resulta ser un pico succionador; caso, por otra parte, que si lo tomamos como un modelo teórico no es insólito encontrar en tantas y tantas oficinas gubernamentales). El saber tiene una proyección al futuro (ya lo decían los positivistas: “saber para prever”). Sin embargo, aun cuando se trate, no de una tomadura de pelo, sino de un conocimiento verificable (de un saber propiamente dicho, con una entrada en la enciclopedia y toda la cosa), la posesión, el uso o el usufructo de ese saber puede tener efectos contrarios a los creídos con fe y con fe viva en un principio. El conocimiento de los pueblos entre sí, por ejemplo, puede no llevar al aprecio y la concordia, como tantas veces se afirma, sino al desprecio, a la discordia, a la repelencia incluso, a la repugnancia de esos pueblos entre sí, sin excluir la xenofobia y el asco. Enterarse, por ejemplo, de la historia de las costumbres bárbaras de vikingos, de aztecas, de gauchos, esos cuchilleros, de algunos comunistas de la Nasdap, de los nazis de la SS, o de los pueblos xiximes, puede causar el alejamiento de los pueblos entre sí, de forma irremediable y hasta catastrófica. Un conocimiento más profundo de la historia del comportamiento de una persona puede mover al desconocimiento, a la extrañeza, por resultar deprimente y aun desmoralizador –como en el caso de ciertas confesiones culpígenas, de explicaciones no pedidas, de las cuales en definitiva hubiera sido mejor no enterarse. El conocimiento de otros sistemas filosóficos pudiera llevar a la franca confrontación, pues no es acaso la filosofía discrepancia ab initio, irreductible metafísica y hasta mera verdad estrictamente personal?; justo en un tiempo en el que por falta de tradición no hemos entendido el valor de la filosofía de la circunstancia ortegguiana, o para decirlo económicamente del valor de la pluralidad de la verdad.
   Así las cosas, si el valor que se persigue es el de la unidad caso perdido buscarlo en la filosofía (que es el saber o la forma de saber por excelencia), y que es, como repito, discrepancia de las filosofías entre si ab initio (a cada filósofo su verdad); no porque ese valor no sea alcanzable, pero por otra vía: no por la unidad del pensar lo mismo, sino por la unidad del querer –no un pensar lo mismo (cosa a la que sólo se llegaría con un enorme calzador y con mucha, con muchísima fuerza de dogmatismo, de adoctrinamiento y de falta de libertad, justamente, de pensamiento), sino de un mismo querer, de una misma voluntad… que es donde podríamos encontrarnos… alguna vez… de hacer, como repito, el bien, en el marco, en la dura y estrecha pendiente, de la libertad... ascendente…!!!      



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