I
Todo saber filosófico cabal culmina en
teología, en metafísica... todo... incluido el último de los grandes sistemas
filosóficos de la edad; que es el de Hegel, con su saber absoluto que se piensa
a sí mismo -en la historia, por la razón histórica, que es dialéctica, como
todo el mundo sabe; es decir que es una razón tan dialéctica como cambiante
(revolucionaria) ... pero, cómo puede ser esto? Misterio; el saber absoluto
encarnando en la historia a través del arte, de la religión, de la filosofía...
y máximamente a través de ésta; es decir, en el tiempo histórico... Pues bien,
tal sistema se fragmentó no acabado el siglo XIX; en un socialismo ateo,
resuelto muy moderna y mensurablemente por el inglés (Marx terminó viviendo en
Inglaterra, no hay que olvidarle, y haciendo sesudos estudios de economía, no
más), sumido en un movimiento obrero que interpreta el acmé del ser humano bajo
la figura del homo faber (el progreso, la revolución industrial) y el
positivismo, ajeno por completo a la metafísica. Kierkegaard, con fe viva, en
cambio, sin escribir ni un sistema ni una promesa de sistema, atinó a la
angustia del hombre contemporáneo, a su angustia constitutivo, por falta, por
falsear la religiosidad -viendo con mayor nitidez que lo eterno, es verdad,
todo el tiempo tiene historia. Mientras tanto la razón bajó a la tierra, tomó
la forma del patíbulo, se volvió histórica, rabiosamente histórica, y nos deshizo; el día de hoy aún es adorada por millones; es la religión y la
razón de estado... totalitario obviamente. Por otra parte, el ideal del saber,
que llega al colmo con el ideal del saber absoluto, ha sido sostenido por
aquellos que encuentran un placer en el saber -y en el dominio que le va
frecuentemente aparejado: los filósofos, los soberbios filósofos habría que
agregar. Corresponde en efecto a la estructura de la naturaleza humana, del
tipo filosófico, anejar al saber la felicidad -y sigue siendo sostenido para
todos por un puñado de infelices filósofos... jajajja.. que se obstinan en
saber algo que las más de las veces por completo se les escapa de las manos,
como la arena se escapa del puño que pretende retenerla. Y así las cosas, el
racionalismo, ya rabioso, de la filosofía, no ha podido dar en sus ideales de
racionalidad con la mediad de la felicidad humana, como no lo han hechos los
inventos científicos del progreso occidental, ni la ha sabido proporcionar las
normas éticas de vida contemporánea (sumidas en el hollaco de la publicidad y
de la moda) ni el arte, impotentes para dar la medida que armonice al espíritu
humano; arrojándose por consecuencia el hombre contemporáneo a una vida
perfectamente irracional e incluso preferentemente inconsciente. Todo lo cual
delata que tal insuficiencia de la razón, que su multitudinario, que su
colectivo abandono en nuestra edad, que tal insuficiencia, decía, se debe a que
sus hondas tuberías están rotas, que sus pozos de saber, que sus hontanares
metafísicos se han desecado por completo, sin fuerzas ya para restablecer la
jerarquía social de la filosofía en las humanidades, y sin la potencia para
crear de nuevo un sistema que satisfaga
las aspiraciones de espíritu del hombre contemporáneo, desbandándose todo el mundo por la peligrosa cuesta abajo
del existencialismo, cada uno siguiendo su propio camino y todos en conjunto
perdidos. Porque el meollo del meollo de la crisis por la que atravesamos es
justamente el desecamiento de esos pozos metafísicos, que ahora se mirar más
bien con una honda amargura, si no es con especie de maniática nostalgia, cuyos viejos valores han
periclitado, exhaustos, sin que sean visibles e incluso palpables los valores nuevos
que habrán de sustituirlos.
II
Respecto de la fe en el conocimiento hay
que tomarlo también con reservas. Pues pudiese ser más una fe en el “saber
aparente”, es decir, en la relatividad del conocimiento; más una amor a ese relativismo
que al saber, pues –por amor, nada aparente sino bien real, al poder que pudiera
darnos, es decir: por amor a su dictadura (sin necesidad de aducir el caso espectral
de un ser de cinco patas parasitario, andrógino, que pone sus huevos por
doquier reproduciéndose a sí mismo, cuya misteriosa quinta para resulta ser un
pico succionador; caso, por otra parte, que si lo tomamos como un modelo teórico
no es insólito encontrar en tantas y tantas oficinas gubernamentales). El saber
tiene una proyección al futuro (ya lo decían los positivistas: “saber para prever”).
Sin embargo, aun cuando se trate, no de una tomadura de pelo, sino de un
conocimiento verificable (de un saber propiamente dicho, con una entrada en la
enciclopedia y toda la cosa), la posesión, el uso o el usufructo de ese saber
puede tener efectos contrarios a los creídos con fe y con fe viva en un
principio. El conocimiento de los pueblos entre sí, por ejemplo, puede no
llevar al aprecio y la concordia, como tantas veces se afirma, sino al
desprecio, a la discordia, a la repelencia incluso, a la repugnancia de esos
pueblos entre sí, sin excluir la xenofobia y el asco. Enterarse, por ejemplo,
de la historia de las costumbres bárbaras de vikingos, de aztecas, de gauchos,
esos cuchilleros, de algunos comunistas de la Nasdap, de los nazis de la SS, o
de los pueblos xiximes, puede causar el alejamiento de los pueblos entre sí, de
forma irremediable y hasta catastrófica. Un conocimiento más profundo de la
historia del comportamiento de una persona puede mover al desconocimiento, a la
extrañeza, por resultar deprimente y aun desmoralizador –como en el caso de
ciertas confesiones culpígenas, de explicaciones no pedidas, de las cuales en
definitiva hubiera sido mejor no enterarse. El conocimiento de otros sistemas
filosóficos pudiera llevar a la franca confrontación, pues no es acaso la
filosofía discrepancia ab initio, irreductible metafísica y hasta mera verdad estrictamente
personal?; justo en un tiempo en el que por falta de tradición no hemos entendido
el valor de la filosofía de la circunstancia ortegguiana, o para decirlo
económicamente del valor de la pluralidad de la verdad.
Así las cosas, si el valor que se persigue
es el de la unidad caso perdido buscarlo en la filosofía (que es el saber o la
forma de saber por excelencia), y que es, como repito, discrepancia de las
filosofías entre si ab initio (a cada filósofo su verdad); no porque ese valor
no sea alcanzable, pero por otra vía: no por la unidad del pensar lo mismo, sino por la unidad del querer –no un pensar
lo mismo (cosa a la que sólo se llegaría con un enorme calzador y con mucha,
con muchísima fuerza de dogmatismo, de adoctrinamiento y de falta de libertad, justamente,
de pensamiento), sino de un mismo querer, de una misma voluntad… que es donde
podríamos encontrarnos… alguna vez… de hacer, como repito, el bien, en el
marco, en la dura y estrecha pendiente, de la libertad... ascendente…!!!
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