El Maestro Héctor
Palencia Alonso, mentor de toda una comunidad cultural, purificó su concepto de
libertad con las virtudes del ascetismo y la humildad, añadiendo a la verdadera
libertad el valor social no sólo de la tolerancia sino de una actitud más
elevada: la de la concordia -porque la actitud del querido jefe cultural era la
del ser transparente y como el cristal o abierto y siempre igual como la expresión o la
palabra. El ser como apertura en su actitud liberal se manifestaba, en efecto, en estar su vida tendida fuera de sí, dirigida
hacia los otros y a lo otro radical –se llame igual Comunidad, que Poesía,
Misterio o Dios.
Quiero decir con
ello que su vida estuvo siempre dirigida a los demás, referida hacia los otros:
que fue una vida con sentido. Porque una vida con sentido es aquella que como
la palabra no está referida a sí misma, sino al otro; que deja de interesarse
en la propia existencia, para procurar e interesarse en la esencia de los
demás, en lo que importa o que es valioso en ellos... y que así la justifica. La
vida justificada es aquella que tiene sentido, pues, al revelar las notas
esenciales del fundamento –que ya no tiene sentido, ni justificación, que ya no
es para otro, sino que meta aludida que ya no alude, ser puramente en sí y para
sí mismo que simplemente “es”.
La vida y presencia
fulgurante de Don Héctor Palencia puede verse como un dilatado testimonio de
aquello que la dirigía y orientaba: las actitudes y expresiones de su cultura
nativa, de su comunidad, pero también de las manifestaciones más elevadas del
espíritu -cuyas dos vertientes trató siempre de armonizar. Esa modo de afrontar
y enfrentar la vida lo llevó a dejar de girar en la órbita cerrada de su propia
existencia dejando en la negación del vivir en sí o para sí mismo una opacidad
ganada positivamente para su ser abierto que, en efecto, estuvo tendido siempre
hacia lo otro y fue siempre por ello una reiterada revelación de los otros: del
espíritu y de la comunidad que lo fundamentaba. Con ello no atendía a la
formula de la vida económica, que postula una máximo de provecho por un mínimo
de esfuerzo, sino a la ley de la caridad cristiana, en donde se da el
conmovedor espectáculo de un máximo de esfuerzo por un mínimo de provecho
personal.
Ahí, en ese humilde
y puro acto de la libertad, tiene que buscarse el misterio y el atractivo de la
singular personalidad del Maestro Palencia. Porque el hombre cuya vida tiene
sentido no se muestra él mismo, sino que al despejar la esencia del fundamento
se hace es instancia revelante ...pero no revelada. Porque el ser para otro no
revela nada acerca de sí mismo, sino acerca de la potencia que lo fundamenta...
mientras que el fundamento que así apoya y justifica al sujeto tiene por lo
contrario como esencia el ser revelado, pero ya no revelante... pues su ser ya
no tiene más referencia o no es más para otro, sino que es en sí y para sí
mismo.
Ante el terror de
las libertades extraviadas producto del avance vertiginoso de la técnica y de
la planificación totalitaria de nuestro mundo moderno acaso quepa entre
nosotros el desarrollo colectivo de una nueva actitud espiritual de la que el
Maestro Palencia Alonso dio fiel testimonio con su ejemplo heroico individual:
la obediencia disciplinada a una autoridad superior, a una ética basada en un
nuevo concepto de libertad, en donde pueda abrirse el mundo del valor y de la
vida espiritual en una colectividad liberada, ya no de las fuerzas de la
naturaleza, sino de las fuerzas destructoras del arbitrio individual.
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