El sentido profundo de todos los mitos es el
de indicar que el hombre en la caída introduce a la vez una desarmonía, un
desorden en el cosmos; que las acciones humanas afectan al universo –sosteniendo
así implícitamente la tesis de la unidad original del cosmos. Deber fundamental
del ser humano es mantener esa unidad, es restablecer continuamente la armonía
entre del hombre con la creación, es mantener la solidaridad con los ritmos del
universo, refrendando el pacto con la naturaleza, con la ley no que hacemos los
hombres, sino que nos hace hombres. Ley que funda y se retira, ley otra, puesta
en riesgo por el hombre que quisiera hacer valer su propia ley, que quisiera que
le perteneciera la ley por la cual pertenecemos. Ruptura del puente que nos une
a la totalidad, pero que tarde o
temprano redunda en una desarmonía catastrófica con la naturaleza micro-cósmica,
la cual se revela y expresa en un desacuerdo originario, que entonces desarmoniza
el cuerpo (anarquía biológica del cáncer) o el entorno, ya sea en términos de
sombra y de tiniebla, o de horrendas catástrofes, de tornados, huracanes,
inundaciones y peste. Ante ello, sólo cabe retornar al equilibrio renovando el
pacto con la naturaleza y con nuestra propia naturaleza, instintiva y emotiva,
pero también espiritual, solidarizándose con los niveles de la creación que
participan de la regeneración y de la vida.
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