El Vicio y la Virtud
La virtud es la procura
de la perfección, del equilibrio armónico de la compleja naturaleza humana,
entre lo sensible y lo suprasensible (entre la sensación y la intuición o
inspiración), entre lo natural en el hombre y lo sobrenatural que también hay
en él (pero no sobrehumano), entre lo racional e intelectual y lo emocional
(que determina los movimientos del ánimo), y entre los impulsos y sentimientos
egoístas y los sentimientos sociales o altruistas -de por sí más débiles y
necesitados de un reforzamiento por medio de la educación y la cultura, si no
de la política.
El vicio es la incuria
de tal perfección, el predominio de alguno de los extremos polares de la
compleja naturaleza humana, en detrimento de la perfección equilibrada, el cual
tocaría su mayor extremo de insatisfacción cuando se anula la voluntad de vivir
o se deja de perseguir el fin de la felicidad o el ser deja de persistir en si
mismo o en aquello en que consiste. Los desequilibrios son efectos de causas
físicas o culturales, donde se da lo contra-natura, la naturaleza dividida
contra sí misma o la pugna entre partes de ella. El mayor vicio, cuando
socialmente es premiado el vicio y desconocida y hasta penada la virtud.
Si la felicidad es el
logro de perfección equilibrada de la naturaleza humana, ésta no parece un ser
estado asequible sino como alternativo y correlativo al de infelicidad. El
vicio debe ser por tanto penado; la virtud recompensada. La política de la
moralidad, la pugna de la eudemonía humana por ser universal, incluye así la
pugna contra tales desequilibrios -muy notablemente la pugna social por el
establecimiento del vicio penado y la virtud recompensada -que es el complejo
fenómeno del reconocimiento social de los valores. Es decir, el fin de la
felicidad, de la satisfacción, no puede alcanzarse si no concurren también
factores sociales, políticos, para lograrla.
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