miércoles, 17 de abril de 2013

El Invisible Amor por Alberto Espinosa


   El amor no permite mentir. Pide que lo miremos a los ojos, si bajamos la mirada, si no queremos verlo, es porque mentimos. No podemos ver el amor cuando somos una mentira, si eres una mentira no lo ves, no se deja ver, se ausenta. El amor, que es revelación (luz y alegría) se confunde entonces con la “felicidad”, con aquello que necesitamos tener, que recibimos pasivamente o que convertimos en posesión o en deuda, impersonalmente, sin dialogo ni aceptación. Con la belleza, que es el reflejo de la verdad, pasa algo similar, si no la amamos creemos que se trata de “una hermosa pieza de arte” hecha para excitar nuestros sentidos. La belleza y el amor, por el contrario, son formas de la verdad: nos desenmascaran, o mejor dicho nos desnudan, nos exigen mostrar nuestro rostro verdadero y a decir nuestro verdadero nombre. 
   Porque en el fondo de nosotros mismos, estamos habitados por aquellos a quienes miramos; por ello decir quien somos es decir a quienes vemos, es ver a quienes nos entregamos –y así nos recuperamos si somos fieles a nosotros mismos para volvernos reconocibles, pues sólo se puede ganar lo que se entrega.
   Porque la verdad encarna cuando la deseamos, cuando la dejamos aparecer, cuando le permitimos mostrarse sin tocarla o profanarla, cuando hacemos un vacío santo para que la verdad lo llene como se llana un lugar cuando alguien verdadero, cuando alguien que es real aparece. Una persona real, como el arte verdadero, obligan con su presencia a quien la mira a hacerse verdad –motivo por el cual el arte verdadero y la persona auténtica tienen tatos enemigos, manifiestos o encubiertos. En cambio, se es una mentira cuando la verdad abandona el cuerpo, cuando se es sólo el cuerpo de una verdad inerte que no puede mirar a los ojos, que rehuye la mirada, o cuando deseamos poseer o apropiarnos de esa verdad para que nos sirva –es entonces cuando estamos deshabitados, desalmados, cuando no habitamos las cosas ni las iluminamos con nuestra mirada, para encerrarnos en la tiniebla dentro de nosotros mismos. 





Publicado por vuelavenado en 00:46 

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