lunes, 17 de junio de 2013

La Unidad Perdida (Saber, Relativismo o Buena Voluntad) Por Alberto Espinosa


I
   Todo saber filosófico cabal culmina en teología, en metafísica... todo... incluido el último de los grandes sistemas filosóficos de la edad; que es el de Hegel, con su saber absoluto que se piensa a sí mismo -en la historia, por la razón histórica, que es dialéctica, como todo el mundo sabe; es decir que es una razón tan dialéctica como cambiante (revolucionaria) ... pero, cómo puede ser esto? Misterio; el saber absoluto encarnando en la historia a través del arte, de la religión, de la filosofía... y máximamente a través de ésta; es decir, en el tiempo histórico... Pues bien, tal sistema se fragmentó no acabado el siglo XIX; en un socialismo ateo, resuelto muy moderna y mensurablemente por el inglés (Marx terminó viviendo en Inglaterra, no hay que olvidarle, y haciendo sesudos estudios de economía, no más), sumido en un movimiento obrero que interpreta el acmé del ser humano bajo la figura del homo faber (el progreso, la revolución industrial) y el positivismo, ajeno por completo a la metafísica. Kierkegaard, con fe viva, en cambio, sin escribir ni un sistema ni una promesa de sistema, atinó a la angustia del hombre contemporáneo, a su angustia constitutivo, por falta, por falsear la religiosidad -viendo con mayor nitidez que lo eterno, es verdad, todo el tiempo tiene historia. Mientras tanto la razón bajó a la tierra, tomó la forma del patíbulo, se volvió histórica, rabiosamente histórica,  y nos deshizo; el día de hoy aún  es adorada por millones; es la religión y la razón de estado... totalitario obviamente. Por otra parte, el ideal del saber, que llega al colmo con el ideal del saber absoluto, ha sido sostenido por aquellos que encuentran un placer en el saber -y en el dominio que le va frecuentemente aparejado: los filósofos, los soberbios filósofos habría que agregar. Corresponde en efecto a la estructura de la naturaleza humana, del tipo filosófico, anejar al saber la felicidad -y sigue siendo sostenido para todos por un puñado de infelices filósofos... jajajja.. que se obstinan en saber algo que las más de las veces por completo se les escapa de las manos, como la arena se escapa del puño que pretende retenerla. Y así las cosas, el racionalismo, ya rabioso, de la filosofía, no ha podido dar en sus ideales de racionalidad con la mediad de la felicidad humana, como no lo han hechos los inventos científicos del progreso occidental, ni la ha sabido proporcionar las normas éticas de vida contemporánea (sumidas en el hollaco de la publicidad y de la moda) ni el arte, impotentes para dar la medida que armonice al espíritu humano; arrojándose por consecuencia el hombre contemporáneo a una vida perfectamente irracional e incluso preferentemente inconsciente. Todo lo cual delata que tal insuficiencia de la razón, que su multitudinario, que su colectivo abandono en nuestra edad, que tal insuficiencia, decía, se debe a que sus hondas tuberías están rotas, que sus pozos de saber, que sus hontanares metafísicos se han desecado por completo, sin fuerzas ya para restablecer la jerarquía social de la filosofía en las humanidades, y sin la potencia para crear de nuevo un sistema  que satisfaga las aspiraciones de espíritu del hombre contemporáneo, desbandándose  todo el mundo por la peligrosa cuesta abajo del existencialismo, cada uno siguiendo su propio camino y todos en conjunto perdidos. Porque el meollo del meollo de la crisis por la que atravesamos es justamente el desecamiento de esos pozos metafísicos, que ahora se mirar más bien con una honda amargura, si no es con especie de  maniática nostalgia, cuyos viejos valores han periclitado, exhaustos, sin que sean visibles e incluso palpables los valores nuevos que habrán de sustituirlos.
II
      Respecto de la fe en el conocimiento hay que tomarlo también con reservas. Pues pudiese ser más una fe en el “saber aparente”, es decir, en la relatividad del conocimiento; más una amor a ese relativismo que al saber, pues –por amor, nada aparente sino bien real, al poder que pudiera darnos, es decir: por amor a su dictadura (sin necesidad de aducir el caso espectral de un ser de cinco patas parasitario, andrógino, que pone sus huevos por doquier reproduciéndose a sí mismo, cuya misteriosa quinta para resulta ser un pico succionador; caso, por otra parte, que si lo tomamos como un modelo teórico no es insólito encontrar en tantas y tantas oficinas gubernamentales). El saber tiene una proyección al futuro (ya lo decían los positivistas: “saber para prever”). Sin embargo, aun cuando se trate, no de una tomadura de pelo, sino de un conocimiento verificable (de un saber propiamente dicho, con una entrada en la enciclopedia y toda la cosa), la posesión, el uso o el usufructo de ese saber puede tener efectos contrarios a los creídos con fe y con fe viva en un principio. El conocimiento de los pueblos entre sí, por ejemplo, puede no llevar al aprecio y la concordia, como tantas veces se afirma, sino al desprecio, a la discordia, a la repelencia incluso, a la repugnancia de esos pueblos entre sí, sin excluir la xenofobia y el asco. Enterarse, por ejemplo, de la historia de las costumbres bárbaras de vikingos, de aztecas, de gauchos, esos cuchilleros, de algunos comunistas de la Nasdap, de los nazis de la SS, o de los pueblos xiximes, puede causar el alejamiento de los pueblos entre sí, de forma irremediable y hasta catastrófica. Un conocimiento más profundo de la historia del comportamiento de una persona puede mover al desconocimiento, a la extrañeza, por resultar deprimente y aun desmoralizador –como en el caso de ciertas confesiones culpígenas, de explicaciones no pedidas, de las cuales en definitiva hubiera sido mejor no enterarse. El conocimiento de otros sistemas filosóficos pudiera llevar a la franca confrontación, pues no es acaso la filosofía discrepancia ab initio, irreductible metafísica y hasta mera verdad estrictamente personal?; justo en un tiempo en el que por falta de tradición no hemos entendido el valor de la filosofía de la circunstancia ortegguiana, o para decirlo económicamente del valor de la pluralidad de la verdad.
   Así las cosas, si el valor que se persigue es el de la unidad caso perdido buscarlo en la filosofía (que es el saber o la forma de saber por excelencia), y que es, como repito, discrepancia de las filosofías entre si ab initio (a cada filósofo su verdad); no porque ese valor no sea alcanzable, pero por otra vía: no por la unidad del pensar lo mismo, sino por la unidad del querer –no un pensar lo mismo (cosa a la que sólo se llegaría con un enorme calzador y con mucha, con muchísima fuerza de dogmatismo, de adoctrinamiento y de falta de libertad, justamente, de pensamiento), sino de un mismo querer, de una misma voluntad… que es donde podríamos encontrarnos… alguna vez… de hacer, como repito, el bien, en el marco, en la dura y estrecha pendiente, de la libertad... ascendente…!!!      



sábado, 15 de junio de 2013

Otras Ocho Ideas Sobre Educación Por Alberto Espinosa





- Así, si la esencia de la educación esta en la formación del hombre, de acuerdo a sus aptitudes y predisposiciones de carácter, al hombre educado tal vez no pueda definirse; pero puede en cambio y en todo caso caracterizarse por dos notas esenciales, típicas, características: la atención y el respeto.

- La atención es nota esencial del hombre educado; no hay hombre educado que sea distraído, negligente, informal, chabacano, o desatento, disperso, injurioso o grosero síntomas todos ellos de espíritus volátiles, poco dispuestos o nada afectos a enraizar en un suelo.

- La atención el suelo mismo de la educación, la tierra misma del proceso educativo, la cual, evidentemente, hay que saber trabajar, abonar, labrar, para volverla perfectamente firme, y potentemente fértil.

- El respeto es, en efecto, un tipo de aprecio particular por la persona, elevada ante nuestros ojos por sus méritos, por sus virtudes, por sus desarrollos, esfuerzos y obras en una misión o tarea, en virtud del cual se levanta como ejemplo en algún término, sentido o capacidad –constituyendo su intrincada red de relaciones el templo completo de las jerarquías humanas y del trato entre los hombres, siendo elemento esencial a su vez en la orientación misma de todas las acciones humanas.

- El respeto consiste, ni más ni menos, que en el reconocimiento del valor –reconocimiento social, se entiende, explícito, transparente.

- Así, lo que la atarea educativa debe fomentar sobre todas las cosas es el sentido de la atención y del respeto; atención hacia los contenidos de la cultura; respeto hacia las personas que se esfuerzan por comunicar éstos.

- En un caso: fingimiento de una educación, si no de una jerarquía, que ya no se tiene; por el otro, aspiración a una educación que no hay manera de conseguir ni con el favor del mejoramiento de la posición social –todo lo cual se revela en síntomas de creciente insatisfacción, ansiedad, depresión, o en el peor de las cosas en la expresión de un nada disimulado cinismo de un aburguesameinto proletarizante o, de plano, de un proletariado cuyo aburguesamiento resulta una pobreza, una proletarizción más bien reduplidcada –como la del perro que come su propio vómito o de la marrana que lavada en la lluvia vuelve a revolcarse en las heces de su chiquero que, cuando se les habla de la prostituciíon y el mercado sexual se justifican olímpicamente, cómplices irredentos en la "cultura" de la mentira" y el reciclaje forzoso, diciendo no sin cinismo: "Es que a ellas les gusta"...!!!

- No es entonces la tradición, sino sus actores que no supieron como asimilarla, familiarizarse con ella y recrearla, los que se muestran impotentes, y por ello mismo inferiores intelectualmente, quienes practican la sepulcral sordera, disponiéndose entonces a esforzarse por que les pertenezca, no la tradición, cosa como repito imposible, sino cuando menos sus símbolos.

Selección de Juan Carlos Londoño Galvis




martes, 11 de junio de 2013

Filosofía por Radio XV Por José Gaos

14.- Las demás ciencias y la filosofía

   Después de las matemáticas ha venido tradicionalmente en la jerarquía de las ciencias por su ejemplaridad la astronomía -pero porque se reducía a la mecánica del sistema solar; actualmente vendría la física, que es física matemática, se ha incorporado la astronomía, por obra, sobre todo, de la astrofísica, y es la ciencia de los descubrimientos y hazañas técnicas más espectaculares de estos días.
   La física no está constituida en forma de teoría axiomático-deductiva como la geometría, pero tal forma puede darse a una teoría física tan fundamental histórica y teóricamente como la de la discontinuidad y constitución atómica de la materia:
   si y sólo si es la materia discontinua, atómica, fenómenos como, por ejemplo, el de la dilatación de los cuerpos.
   Comparemos esta proposición condicional con la integrada por el postulado de Euclides y el teorema de Pitágoras.
   El plano, el punto y las líneas del postulado y el triangulo y los cuadrados del teorema, son cosas de la misma clase: ya conceptos, ya la información por ellos de fenómenos físicos.
   La dilatación de los cuerpos es fenómeno físico. Los átomos son imaginados y concebidos para explicar o comprender el fenómeno de la dilatación.
   La relación lógica entre el postulado y el teorema es una relación deductiva en que la imposibilidad de lo contrario sin contradicción hería la verdad apodíctica e intersubjetiva universal del conjunto postulado-teorema; prescindiendo -abstrayendo- de la relación de ambos con los fenómenos físicos.
   La relación entre la dilatación de los cuerpos y los átomos es muy diferente: la pluralidad de los átomos es una pluralidad a imagen de la pluralidad de los cuerpos fenoménicos, para concebir la dilatación como el fenómeno de una distanciación de los átomos que evita el tener que concebirlo como una incomprensible creación de la materia.
   El postulado de la constitución atómica de la materia se conceptúa de verdadero, si no apodícticamente, por ser posible la constitución contraria sin contradicción, con intersubjetividad universal, por ser la única imagen-concepción (modelo, dicen los físicos) comprensible de la dilatación, y ser ésta un fenómeno de intersubjetividad universal.
   Pasemos ahora de la física a la ciencia humana que pretende ser más científica, matemática incluso, la economía. Tampoco está constituida en forma de teoría axiomático-deductiva como la geometría, pero tal forma puede darse a una teoría económica tan clásica como la de las leyes de la oferta y la demanda:
   si y sólo si es el hombre homo aeconomicus,
   las leyes de la oferta y la demanda.
   Comparemos.
   El homo aeconomicus y los fenómenos regidos por las leyes de la oferta y la demanda son cosas de la misma clase: semejanza con la geometría, diferencia con la física.
   La relación entre el postulado y el teorema es, en cambio, más parecida a la de la física que a la de la geometría; pero no tan parecida que no haya estas diferencias importantísimas:
   el homo aeconómicus no sería una explicación tan única de las leyes de la oferta y la demanda como los átomos de la dilatación;
   los fenómenos regidos por las leyes de la oferta y la demanda no serían más que de una intersubjetividad parcial...
   Esta última diferencia se debería a lo siguiente.
   Los conceptos geométricos y físicos no conciben nada específicamente humano; los económicos, sí.
   Los conceptos que no conciben nada específicamente humano serían de suyo intersubjetivos universales.
   Los conceptos que conciben algo específicamente humano serían intersubjetivos universales o parciales según la intersubjetividad de lo humano concebido por ellos.
   Las disciplinas filosóficas que han venido siendo objeto de este curso tienen carácter de ciencias en muy diverso grado.
   La lógica es matemática.
   La ética y la política filosóficas y la teoría del conocimiento son ciencias humanas.
   La teología, cosmología y psicología metafísicas y la ontología se integran en filosofías subjetivas -como exhibe la historia de la filosofía, a la que debemos, pues, pasar revista antes de concluir el curso con la filosofía de la filosofía. Pero antes debemos examinar lo común a las distintas ciencias.
                                                     25/8/61






Filosofía por Radio XIV de Jose Gaos

13.- Teoría del Conocimiento
         Las geometrías

   Hay conocimientos científicos, pero también, antes de todo conocimiento científico, mucho conocimiento vulgar. Sin embargo, voy a iniciar en la teoría del conocimiento empezando no sólo por el conocimiento científico, sino por una de las ciencias que vienen siendo secularmente consideradas como las ciencias por excelencia, las ciencias modelo, las matemáticas, a saber, la geometría, por ser, entre las matemáticas, la que se perfeccionó primero, ya en la antigua Grecia, y, debido a ello, la más influyente históricamente en la filosofía misma.
   Tal como está constituida actualmente, se reduce la geometría a una serie de axiomas o postulados, como, por ejemplo, el famoso postulado de Euclides, por un punto situado fuera de una recta situada en el mismo plano puede trazarse una paralela y una sola a la recta, y una serie de teoremas deducidos, por medio de las correspondientes demostraciones, en último término de los axiomas, como, por ejemplo, el famoso teorema de Pitágoras, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos.
   Los axiomas y los teoremas de la geometría son conceptuados por todos los sujetos conocedores de la geometría como verdaderos apodícticamente, lo que quiere decir que lo contrario es contradictorio y por ende imposible, y por lo mismo como debiendo ser conceptuados así por todo posible sujeto conocedor de la geometría, o como teniendo una verdad intersubjetiva universal. Esta verdad, apodíctica e intersubjetiva universal, es la que da a la geometría el carácter y el rango de ciencia por excelencia, modelo: el conocimiento por excelencia es el conocimiento de verdad apodíctica e intersubjetiva universal.
   Ahora bien, ¿por qué tienen tal verdad los axiomas y los teoremas de la geometría?
   Se dice que porque son evidentes los axiomas y cada uno de los pasos de las demostraciones de los teoremas. Así, que por un punto situado fuera de una recta situada en el mismo plano puede trazarse una paralela y una sola a la recta, sería evidente, esto es, basta imaginarse la recta y el punto, e intentar imaginar una paralela a la recta por el punto en el plano de ambos y [una] segunda paralela a la misma recta por el mismo punto en el mismo plano, para ver, en la imaginación, la paralela, y encontrarse con que no es posible imaginar la segunda, y hasta concebir la razón de la imposibilidad...
   Pero hay las llamadas geometrías no euclidianas, geometrías que postulan, en lugar de la paralela única de la geometría de Euclides, infinitas paralelas o ninguna, y deducen de sus postulados teoremas por medio de demostraciones tan rigurosas como las de la geometría euclidiana; y estas geometrías son conceptuadas por los conocedores de ellas exactamente lo mismo que la geometría euclidiana por los de ella: de verdad apodíctica e intersubjetiva universal. ¿Cómo es todo esto posible?
   Porque el plano del punto y la línea y esta misma no son en las geometrías no euclidianas el plano y la línea recta que son en la geometría euclidiana, sino la superficie de una esfera
o una superficie hiperbólica [o] parabólica? y una línea curva, como las trazables en tales superficies; y si se imaginan tales superficies y líneas, y en ellas puntos fuera de éstas, y se intenta imaginar paralelas por estos puntos a las líneas, se encuentra que es posible imaginar una, y otra, y otra... paralelas, o que no es posible imaginar ninguna, y se concibe que las paralelas posibles -de concebir son infinitas, o que no es posible ninguna, y la razón de lo uno y de lo otro...
   Repárese ahora en la distinción hecha, sin mencionarla como tal, entre imaginar y concebir. La paralela única de la geometría euclidiana, es imaginable. Una, otra, varias, más o menos de las paralelas de la geometría no euclidiana, son imaginables. Pero las infinitas paralelas o la ninguna paralela de las geometrías no euclidianas, son inimaginables; no son más que puramente concebibles o pensables. Este solo caso basta para enseñar concluyente, innegablemente, que hay conceptos a los que no corresponde ninguna imagen adecuada, ni por lo mismo ningún percepto, como corresponden a otros conceptos.
   Los axiomas y los teoremas de la geometría euclidiana serían verificables empíricamente, por medio de la experiencia sensible, de la percepción sensible: la agrimensura, origen histórico de la geometría, la arquitectura, las artes manuales, técnicas, todas, serían una verificación empírica, perceptiva, sensible, y constante, universal, por todos los sujetos, de la verdad de los axiomas y los teoremas de la geometría, esto es, de la conformidad entre lo dicho por los axiomas y los teoremas geométricos y las formas y relaciones geométricas de los perceptos sensibles -del espacio euclidiano que es el del mundo sensible inmediato.
   Pero a la anterior explicación por la evidencia puede objetarse que no sólo en la imaginación, sino incluso en el pensamiento puro, es posible ver mal, se ha visto, se ve, mal, de hecho, frecuentemente. Y en razón de tal objeción se recurre a otras explicaciones.
   Pero ¿y los axiomas y teoremas de las geometrías no euclidianas? Unos se han ya verificado en el espacio no euclidiano del mundo sensible alejado cósmicamente. Otros podrían verificarse en otro espacio no euclidiano que podría descubrirse, como ya se ha descubierto uno.
   Esta explicación por la verificación empírica puede fortalecerse con una explicación del origen de los conceptos geométricos, esto es, de los conceptos geométricos que figuran en los axiomas y postulados de la geometría, como los conceptos de plano, línea, punto. Los de la geometría euclidiana serían abstracciones del espacio euclidiano, lo que haría comprensible la conformidad de las formas y relaciones geométricas de este espacio con ellos. Pero los de las geometrías no euclideanas se pensaron antes de haberse descubierto los espacios correspondientes...
   Se distinguen una imaginación reproductora y una imaginación creadora.
   Análogamente deben distinguirse una abstracción reproductora y una abstracción creadora. Los conceptos geométricos de la geometría euclideana serían productos de la abstracción reproductora. Los conceptos de las geometrías no euclideanas serían productos de dos factores, o de una abstracción creadora: de los conceptos geométricos de la geometría euclideana y de unos conceptos no geométricos, como los de ninguno e infinito, conceptos negativos...
   Pero quedaría la existencia de espacios conformes a los productos, parcialmente, de tales conceptos negativos...
   ¿Y la verificación misma?...
   Una tercera explicación: la convencionalidad de los postulados y la no contradicción de los teoremas...
   Pero, aparte la no contradicción misma, ¿la conformidad entre geometrías y espacios?
                                                   23/8/61

         



Curso de Antropología Filosófica XI


Educación: la Tierra de la Atención y el Templo del Respeto

11.0.- Puede definirse al hombre como: el animal educado. El hombre, a diferencia del animal guiado básicamente por el instinto, se educa a todo lo largo y ancho de su vida, en un complejo proceso ascendente de familiarización, asimilación y recreación de formas y contenidos de una cultura. Por educación puede entenderse así todas las expresiones en que se da la trasmisión de tales formas y contenidos; o el corpus completo de acciones comunicativas que articulan situaciones de convivencia formativas.  
11.1.- La formación del hombre como un hecho logrado se reconoce por dos notas esenciales: ser de provecho (“por sus frutos los conocereís”) y ser o haber llegado a ser uno mismo, sin resabio de enajenación (que es la autenticidad y el reconocimiento de la finitud del hombre). Agregaría una tercera nota: reconocer el valor ajeno; no ser envidioso, no envidiar, lo que permite estimular al otro en vez de abatirlo;  ser generoso en una palabra, más que tolerante, reconociendo la diversidad de pensar, y del hacer -enderezados a un querer lo mismo, a un mismo querer, a misma y buena voluntad. Y aún una cuarta: ser reconocido en el propio valor, instancia social sin la cual difícilmente puede haber educación, proceso de desarrollo de las aptitudes y predisposiciones de carácter, ajenas.
11.2.- Así, si la esencia de la educación esta en la formación del hombre, de acuerdo a sus aptitudes y predisposiciones de carácter, al hombre educado tal vez no pueda definírsele; pero puede en cambio y en todo caso caracterizarse por dos notas esenciales, típicas, características: la atención y el respeto.
11.3.- Si alguna cualidad hay que desarrollar para ser un hombre educado eso es la atención. Se trata, más que nada, de una disposición de ánimo, que llega a forjar una actitud general de interés hacia la vida toda: es el prestar atención al otro, pero también a los contenidos y formas de la cultura, a fin de cuentas obras humanas.
   Consiste elementalmente la atención en un acto de interés, de concentración y de cuidado respecto a aquello que es motivo de atención, lo cual forma un suelo firme y fértil como el suelo donde personas, formas y contenidos de la cultura puedan enraizar y a su vez desarrollarse. Su imagen ideal radica en la escucha, en escuchar atentamente lo que las cosas significan o quieren decir, sin atropellarlas o mutilarlas por el propio decir o por el propio querer. Para propiciar y potenciar la atención existen recintos, formas protocolarias, atmósferas, generalmente aislantes del mundanal ruido, del tráfago del mundo (aulas, salones, salas, bibliotecas, templos), para poder alzarse, elevarse a determinados contenidos y formas de la cultura requirentes, exigentes de particular y alta concentración –moviéndose por lo de más el hombre mismo en ritmos y periodos de relativa concentración concéntricos a otros de relativa laxitud, relajamiento, descanso, divagación y dispersión, de manera tan incesante como alternativa.
   Prueba de que la atención es nota esencial del hombre educado es que no hay hombre educado que sea distraído, negligente, informal, chabacano, o desatento, disperso, injurioso o grosero –síntomas todos ellos de espíritus volátiles, poco dispuestos o nada afectos a enraizar en un suelo.
   Es la atención el suelo mismo de la educación, la tierra misma del proceso educativo, la cual, evidentemente, hay que saber trabajar, abonar, labrar, para volverla perfectamente firme, y potentemente fértil.
11. 4.- La segunda nota esencial es la del respeto. El nicho del respeto implica ya una posición de altura, de jerarquía y dimana de una actitud general de consideración para la creación toda y especialmente para el hombre, para el prójimo. Su regla: el tratar a cada uno como quisiéramos ser tratados nosotros mismos –que es el único igualitarismo inteligible (cuyo corolario es: no hagas a otro lo que no te gustaría que te hicieran a ti). Su concepto antípoda es el desprecio.
   El respeto es, en efecto, un tipo de aprecio particular por la persona, elevada ante nuestros ojos por sus méritos, por sus virtudes, por sus desarrollos, esfuerzos y obras en una misión o tarea, en virtud del cual se levanta como ejemplo en algún término, sentido o capacidad –constituyendo su intrincada red de relaciones el templo completo de las jerarquías humanas y del trato entre los hombres, siendo elemento esencial a su vez en la orientación misma de todas las acciones humanas.
   Nada más desorientador, destructivo y dañino resulta en este sentido el hombre irrespetuoso, burlón, mal educado, que basándose en la rebeldía ante principios y probadas normas de vida quisiera, más que bajar de su nicho a tales figuras para convivir más dinámicamente con ellas, o alzarse hasta ellas para alcanzar sus horizontes de vida y acción práctica, dinamitarlas, para aniquilar con ello algún principio educativo que le oprime, que lo reprime, que lo minimiza o empequeñece -por ser en el fondo un pigmeo en materia moral, intelectual o sentimental (fenómeno de debilidad de carácter que puede tomar la forma de las masas en la llamada  “rebelión de los discípulos”, tan sólita en la edad contemporánea que llama a gritos, y a gritos pelones, a la anarquía, a la abolición carnavalesca de las jerarquías, a la dictadura del relativismo y, finalmente a la autarquía autoritaria del despotismo).
   Tal resentimiento moral no es el único escollo, ni mucho, en la tarea educativa de fomentar el respeto por el prójimo y por los logros en las especificaciones de los propios o propiedades derivables de la esencia humana. Otro caso notable es el del acaparador del respeto, el que ama al respeto –a él debido, o que sólo quisiera respetarse y que lo respetaran a sí mismo, más por amor a sí que por amor al respeto mismo. Tales hombres fanáticos de la respetabilidad recuerdan a esos herederos maniáticos, que por amar tanto el concepto de la herencia, se lo heredan todo a sí mismos dejando en cueros a sus hijos. No.
   El respeto consiste, ni más ni menos, que en el reconocimiento del valor –reconocimiento social, se entiende, explícito, transparente. Porque nadie verdaderamente reconoce un valor si lo pone en un nicho en privado para ocultarlo luego públicamente, en una especie de secrecía del valor que de tal forma deforma, que lo miente o que socialmente lo socava. De hecho, el valor no es nada si no es reconocido, si no es confesado, rompiendo con ello las resistencias mezquinas que el animal o el demonio que nos habitan imponen ante lo superior, ante todo lo humano, ante todo valor. El alar del respeto se constituye así, esencialmente, como reconocimiento del valor –del valor propio, si se quiere, pero sobre todo del valor ajeno, siendo por ello el mejor anticrotálico contra las insidias y venenos de la envidia.      
11.5.- En el caso del educador se requiere, como en caso del padre, de un gran corazón y de magnanimidad –sobre todo si se toma en cuenta los innúmeros desvíos y distracciones que pueden suceder en el camino para ser educado, los cuales, para ser corregidos, requieren tanto de una larga y probada paciencia como de un espíritu que aliciente, fortaleciendo y dando seguridad al desarrollo de las aptitudes del estudiante, del hombre en proceso de formación.
   No hay educador que sea mezquino –quedando fuera de su esfera tanto gendarmes, como verdugos e inquisidores; tampoco hay educador que sea aprovechado –que se aproveche del trabajo ajeno para hacerlo pasar como propio, que haga al discípulo elaborar las papeletas y los resúmenes para aprovecharlas como material enajenado para la clase siguiente o para su personal investigación; o que emplee la ley del embudo y sea permisivo para sí mismo y restrictivo para los otros.  Generosidad, munificencia, gran corazón son, en efectos, notas esenciales del verdadero educador.
11.6.- Así, lo que la atarea educativa debe fomentar sobre todas las cosas es el sentido de la atención y del respeto; atención hacia los contenidos de la cultura; respeto hacia las personas que se esfuerzan por comunicar éstos. El nicho, el templo del respeto se encuentra casi completamente abolido en nuestros días, a favor de esa chabacanería del falso igualitarismo, de la indistinción contemporánea, en razón también de los ídolos de barro que pueblan el “imaginario” colectivo. Respeto y distinción van de la mano. Sin distinción, deferencia y acepción de personas, es decir sin la noción de jerarquía, difícilmente puede elevarse el nicho del respeto –lo cual entra en abierto juego con el fenómeno del desconocimiento de la persona humana, estimativo práctico, en la época contemporánea. Respecto de la tierra de la atención, que hace al suelo a la vez firme y fértil como el suelo, puede decirse que es, sin duda alguna, uno de los criterios y rasgos sustantivos del hombre educado.
11.7.- Sin embargo, un temible, fabuloso complejo perturba, y de raíz, la tarea formativa, educativa, del hombre moderno contemporáneo.
   El primer brazo de tal complejo esta formado por el  doble fenómeno de: por un lado, la proletarización creciente de la burguesía, en justa sanción y reacción histórica por no haber querido educar y elevar a la plebe; por el otro, la imposibilidad de esa burguesía misma por educar y elevar a la plebe en razón de doctrinas violentas, de la lucha económica de las clases, de la utopía de la dictadura  del proletariado y del resentimiento social de las masas –imposibilitadas constitutivamente para educarse.
   En un caso: fingimiento de una educación, si no de una jerarquía, que ya no se tiene; por el otro, aspiración a una educación que no hay manera de conseguir ni con el favor del mejoramiento de la posición social –todo lo cual se revela en síntomas de creciente insatisfacción, ansiedad, depresión, o en el peor de las coas en la expresión de un nada disimulado cinismo de un aburguesameinto proletarizante o, de plano, de un proletariado cuyo aburguesamiento resulta una pobreza, un proletarizción más reduplidcada –como la del perro que come su propio vómito o de la marrana que lavada en la lluvia vuelve a revolcarse en las heces de su chiquero. Y así, a pasos contados, el inmanentismo de la filosofía del éxito y del progreso contemporánea va llevando de la mano al estrechar sus horizontes de vida al lamentable inmoralismo y existencialismo contemporáneo del ser que es de hecho, pura y simplemente, pero sin razón de ser.   
11.8.- El abrazo de tal problemática educativa lo cierra otro fenómeno, también doble: el del divorcio de la cultura por parte de la política, por una parte; y el de la dependencia de la cultura, cada vez mayor, por parte de la política, por la otra. Terreno, pues, minado y saturado de contrariedades sin cuento, donde la cultura es deformada por los intereses políticos, ya por servilismo y abyección de la cultura respecto de la política; ya por un forzar las cosas por parte de la política, por sembrar la cizaña en los campos de las eras bajo la forma de provocadores, adelantados y vanguardistas permisivos de toda laya y mala estofa.
 11.9.- Uno de los rasgos más notables que arrojado sobre el tapete de la civilización contemporánea tal doble, cuádruple complejo, es la acelerada, progresiva y a la vez ineluctable sustitución de las creaciones culturas por los productos de la mercadotecnia, en un constante sobar y resobar el haber de una herencia cultural ya sin vida, en lamentables productos edulcorados, enmielados, empalagosos, en el mejor de los casos, en el peor, ajados; ya su sustitución por otra cosa que se dice cultura pero que no lo es (no la cultura en acto, o el acto de la cultura, sino la actuación cultural, la representación de algo que ya ha dejado de ser quedando en aparente movimiento sólo su fantasma o su sombra, su desecado bagazo; o lo que se ha llamado la tradición de la ruptura), constituyéndose muchas veces como formas embozadas de la herejía. Paso, pues, del estancamiento y repetición cacofónica, de una herencia ya marchita a la destrucción de la cultura misma por otra cosa parasitaria que ha tomado su lugar, dejando por tanto a la cultura yerta como un dermatoesqueleto muerto y sin vida, queriendo ser, encima de todo ello, autárquicamente y sin tradición –cosa imposible.


   No es entonces la tradición, sino sus actores que no supieron como asimilarla, familiarizarse con ella y recrearla, los que se muestran impotentes, y por ello mismo inferiores intelectualmente, quienes practican la sepulcral sordera, disponiéndose entonces a esforzarse por que les pertenezca, no la tradición, cosa como repito imposible, sino cuando menos sus símbolos: sus instituciones –tradición a la que nada tienen que decir, con la que nada tienen que alegar, y a que a la vez no están dispuestos a escuchar, para pasar de ahí a otro tipo de desatención: el no tener suelo donde arraigar, al no tener identidad propia, siendo igual de aquí o de allá sin ser de aquí ni ser de allá, disipados en un mundo de abstracciones, cuentos y chanzas, de apuestas y comidillas donde se ve a las claras que al perder esa tierra han perdido con ello completamente el piso, dándose entonces alegremente a la tarea infausa de excluir, de descartar, de obstruir y, faltaba más, también de elegir a sus prosélitos y posibles sucesores, y todo eso en medio de la decadencia pronunciada de las costumbres, del irrespeto generalizado, de la más cruda vulgaridad y de la vaguedad más brumosa, hasta tocar todos los extremos imaginables de la sodomía o la impudicia, en una especie de socialismo totalmente desindivudalizado gestor de las masas –tan torpes en el pensamiento como torpes en la acción.  





miércoles, 5 de junio de 2013

Marx Ayer IX La Guerra sin Clases: Que Clase de Guerra? Por Alberto Espinosa

I
El marxismo ha cometido una omisión imperdonable en su conteo, pues divide al mundo en dos mitades paralelas, la clase obrera, pobre y desamparada, y la clase burguesa, ociosa, rica, abusiva y decadente. Sobre este esquema más que simplista habría que hacer algunas consideraciones: las del tercero en discordia. Porque si nos fijamos hay también otra clase, la clase cristiana, educada en la moral del cristianismo, pues la nueva religión es sobre todas las cosas una religión moral. Sale sobrando; al hombre de la voluntad de poderío, al hombre de la técnica, a sus devotos, sacerdotes académicos y demás creyentes, al homo faber, adiestrado, instruido en la mecánica del trabajo como un perno perdido en el proceso de la producción, al burgués decadente sobre todo, les interesa un soberano pepino esa clase social... porque sobre todo les estorba, les molesta su transcendentalismo, su alma inmortal, su futura bienaventuranza en el otro mundo, en la otra si no en esta vida, su altitud de miras, su filantropía del corazón, sus buenos propósitos y sus mejores pensamientos, su moralismo, sobre todo, su diario moralismo, donde radica su muchas veces humilde grandeza.
   No hayan hoy día que hacer con esa clase, no cabe en sus estrechos marcos jurídicos, académicos, corporativos, clientelares, populistas... les irritan también las reliquias, los hábitos de religiosidad que en ellos pudieran haber quedado luego de la feroz socialización en la escuela de Blas Coral... de agraristas trasnochados, de lombardotoledanistas, de siqueirianos, de fidaklhoistas y diegoriverianos, o en su extremo contemporáneo de … pejistas. Y por arriba de todas las cosas les molesta en el alma de desalmados que tienen que hagan su trabajo humildemente y, que barbaridad, con amor prójimo no fingido, con.. con... como decirlo, si... caridad, o mejor con espíritu... impregnando con él todas sus obras... eso si ya no lo soportan, les duele como una espina clavada en las entrañas... me refiero a La Palabra, a la palabra sagrada, por eterna, que han declarado prohibida en la academia con burla y befa... porque irrita a los hombres del inmanentismo, a los hombres de la aceleración, de la máquina, a los hombres del burdel, a los hombres inmorales modernos en una palabra, a los seres del aquí y el ahora, a los hombres sin comunidad de fe trascendente, que son los hombres sin iglesia, que están endémicamente sellados para no conocer ni ser iglesia, templo, asamblea de los comunes, que se dejan llevar entonces por la corriente de la degradación histórica... por los hombres del poder y sin espíritu.
II
   Carácter de la edad contemporánea nuestra ha sido y es la proletarización espiritual de la burguesía, de la academia  e incluso de clero, por no hablar de la burocracia -en justa sanción histórica por no haberse querido educar ni haber querido educar espiritualmente y elevar a la plebe -lo que ha sido causa también de su rampante subjetivismo, de su confinamiento existencial y de su enclaustramiento en academias, iglesias y oficinas gubernamentales, siendo su síntoma más acusado el de la esterilidad, en última ratio de su cerrazón moral, que peregrinamente se resuelve con una frase de digna de una lonchería, "Sin Culpa, o la más sólita: "No hay pecado", que es la fórmula adoptada por ese tan repelente inmanentismo0 de provincia, tan llano que, de no ser una expresión de cínicos ególatras redomados,  lindaría en su extremo con lo conmovedor.
   Su resultado final: el de la gente, la masa, indistinta, sin clase, confundida ya no digamos con la gente, sino con la gentuza, con el peladaje; y la lucha de los educadores, mal, pobremente educados, sin clases, y, por último; la indistinción en las clases de seres, de tipos humanos quiero decir, por la desnaturalización creciente de las disciplinas: el arte de la pintura convertido en “involucramiento en la plástica”, y de ahí en especulación mercantil o en circo, en comedia o en herejía abierta, por más que se den el tinte de performanceros; la filosofía degradada a el análisis de una minúscula porcíncula del universo o confundida con el manifiesto proselitista a voz en cuello que, en ambos casos, termina en la polvareda de sensaciones del fenomenalismo no fundacionista; la poesía, el arte del verso, revuelto con el cuento, sin vuelta, sin regreso, sin retorno, sin música por lo tanto ni mucho rima, sin prosodia, es decir: sin oficio de versificador. Y todo ello confundió en una suerte de rastrojera donde se desplaza alegremente el horror hasta hacerlo mesclar inextricablemente con la belleza; donde la verdad es rebajada a estiércol junto con los sublimes pensamientos portentosos; donde la bondad se traslapa otras latitudes para hacerlo coincidir con el nirvana narcotizado, y todo ello en conjunto dando por resultado una especie de vida irresponsable bajo una actitud dominante de manga ancha, que pudiera solucionar un problema, pero que no lo soluciona, que promete diez, cien, mil, un millón, pero que no sólo no cumple con un peso, sino que no está dispuesta y de antemano a cumplir ninguna promesa; encadenado el sujeto en la prisión de un querer mucho, y querer a muchas, pero que al cabo termina por más bien no quiere a nadie, ni a nada, ni a sí mismo, lo que no puede sino acabar en el nihilismo, otra vez,  del no querer al prójimo –por odio reconcentrado, por rabia, incluso, hacia… hacia sí mismos.





martes, 4 de junio de 2013

Filosofía por Radio XIII Por José Gaos

12.- Teoría del Conocimiento

   Antes de toda ciencia, conocemos seguramente por medio de los sentidos, de la conciencia y del pensamiento, quizá también por medio del sentimiento.
   Tradicionalmente se reconocen sólo los cinco sentidos de la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto. La ciencia psicológica contemporánea ha descubierto y distinguido otros sentidos, como el del calor y el frío y el del dolor, a diferencia del tacto propiamente dicho, el del equilibrio, con su órgano en el oído interno, el del estado interior y total del cuerpo... Con la percepción por medio de todos estos sentidos, o percepción sensible, conocemos los fenómenos físicos, las cosas visibles, los sonidos, sabores, olores... el estado interior y total del cuerpo.
   Cada uno de nosotros tiene conciencia de sus fenómenos psíquicos, por ejemplo, de sus sentimientos. Esta conciencia puede ser directa o refleja. Esta última es la que tenemos, por ejemplo, de un sentimiento que acabamos de experimentar, como de ello nos damos cuenta o sobre el cual reflexionamos. Pero mientras estamos experimentando el sentimiento, sin reflexión alguna, estamos, esto, experimentándolo, teniendo conciencia directa de él.
   Los fenómenos psíquicos ajenos los conocemos con la percepción sensible de la expresión mímica de ellos por el rostro, la voz, el cuerpo y el movimiento todo del sujeto correspondiente, y por lo que éste nos dice verazmente de ellos, o por la expresión verbal y veraz que les dé.
   Antes de toda ciencia, conocemos muchas cosas, por ejemplo, en este momento, que estamos yo hablándoles y ustedes escuchándome por medio de la radio. ¿Cómo conocemos esto, o en qué consiste este conocimiento?
   Ante todo, en la percepción auditiva que cada uno de ustedes tiene de los sonidos emitidos por la radio -de que tienen la percepción visual que tienen si están mirándola al escucharla; y por mi parte, en la percepción auditiva de mi propia voz y la visual del aparato trasmisor de ella.
   Fijémonos en la percepción visual de la radio. Parece que debemos distinguir entre la radio percibida, lo percibido o el precepto, y la percepción de él. Fijémonos, pues, en el precepto, en la radio misma.
   Tal cual la estamos percibiendo, está integrada por un conjunto de matices de color, de sensaciones de color; pero no sólo por ellas.
   No percibimos la radio como un puro conjunto de matices de color, sino como una cosa distinta de otras, por ejemplo, del mueble o del suelo en que esté colocada. Pues bien, el percibirla como tal cosa no es obra de las sensaciones, sino de que agrupamos éstas en un conjunto distinto de otros por medio del concepto, justo, de cosa.
   Ahora bien, las sensaciones y los conceptos pasan por ser fenómenos psíquicos de los sujetos que tienen o experimentan las unas y piensan los otros o con los otros o con ellos conciben -otras cosas.
   Entonces, la radio, un fenómeno físico ¿está compuesta, integrada por fenómenos psíquicos? ¿Cómo puede ser, así, un fenómeno físico? He aquí un primer gran problema para la teoría del conocimiento.
   Pero que estamos yo hablándoles y ustedes escuchándome por medio de la radio, no lo conocemos solamente por medio de las percepciones sensibles de fenómenos físicos -integrados, al parecer, por psíquicos. De éstos, de los fenómenos psíquicos mismos, también tenemos conocimiento -pero ya no por medio de los sentidos, sino que de ellos ese conocimiento íntimo, directo, que se dice tener conciencia de ellos, que es por lo que ellos se llaman también fenómenos de conciencia.
   Al escuchar lo que están escuchando pueden estar experimentando un sentimiento de interés o de aburrimiento -experimentándolo, esto es, teniendo conciencia del interés o aburrimiento, pero no como ahora, conciencia refleja de él, sino como antes de que yo lo pusiese por ejemplo, conciencia directa de él.
   Pues bien, el sentimiento de interés o aburrimiento es, ante todo, la cualidad peculiar que llamamos interés o aburrimiento, pero no ella sola, pues en cuanto que distinguimos este sentimiento de todas las demás cosas lo estamos concibiendo con el mismo concepto de cosa con que concebimos la radio. Ahora, que un fenómeno psíquico, como es un sentimiento, se integre de fenómenos psíquicos, como el que he llamado su peculiar cualidad y como el concepto de cosa, no sorprende como el que un fenómeno físico, como el de la radio, se integre de fenómenos psíquicos como las sensaciones y el concepto de cosa.
   Recapacitemos sobre el conocimiento de que estamos yo hablándoles y ustedes escuchándome por medio de la radio.
   Parece que lo hemos reducido, en último término, a tres clases de fenómenos psíquicos:
   sensaciones,
   cualidades, como las del interés y el aburrimiento,
   conceptos.

                                                   22/8/66






Filosofía por Radio XII Por José Gaos

11.- Filosofía del Lenguaje; Lógica y Teoría del Conocimiento

   La Lógica y la Teoría del Conocimiento tienen por objeto los pensamientos expresados por las expresiones verbales o del lenguaje, mirados bajo ciertos puntos de vista. Por ello presuponen la Filosofía del Lenguaje, como confirmará lo que iré diciendo.
   Supongamos que a uno de ustedes, mis oyentes, alguien que no es oyente mío le pregunta: "¿Hay una iniciación en la filosofía por radio?", y que aquel de ustedes al que se le ha preguntado responde: "Hay una iniciación en la filosofía por radio", y quien preguntó exclama: "!Hay una iniciación en la filosofía por radio!"
   Se trataría de tres expresiones, la primera interrogativa, la segunda enunciativa y la tercera exclamativa, que expresarían, las tres, el mismo objeto, el haber una iniciación en la filosofía por radio, y un estado de ánimo de los sujetos que las habrían proferido relativo al objeto expresado, pero el estado de ánimo expresado por cada  una de ellas sería diferente: el expresado por la interrogativa sería la duda acerca del objeto, del haber una iniciación a la filosofía por radio, y el deseo de salir de la duda; mientras que el expresado por la enunciativa sería la ecuánime certeza del objeto, del haber una iniciación a la filosofía por radio; y el expresado por la exclamativa sería la admiración ante el objeto, ante el haber una iniciación a la filosofía por radio. Y lo así expresado en cada caso por el sujeto que habría proferido la expresión, éste se lo expresaría al otro sujeto, que habría percibido la expresión y comprendido lo expresado por ella, es decir, el mismo objeto y el mismo estado de ánimo.
   Pero las expresiones no habrían expresado el objeto directamente, sino por intermedio del pensamiento expresado por ellas, por las expresiones, y por medio del cual pensaríamos el objeto expresado.
   Este pensamiento intermedio entre las expresiones y el objeto no es tan "visible" como las expresiones y como el objeto mismo, pero su existencia puede percibirse como un fenómeno de conciencia y demostrarse como sigue:
  Supongamos que aquél de ustedes a quien alguien hubiese preguntado "¿Hay una iniciación a la filosofía por radio?", hubiese respondido: "No hay una iniciación a la filosofía por radio". ¿Qué diferencia habría entre las expresiones "Hay una iniciación a la filosofía por radio" y "No hay una iniciación a la filosofía por radio"? [Únicamente que] la primera sería afirmativa y la segunda negativa, [y la primera verdadera y segunda falsa.][1]
   La expresión afirmativa es una serie de sonidos, La negativa es la misma serie de sonidos y dos sonidos más, no y es negativa del objeto. ¿Cómo dos sonidos más pueden negar el objeto? Tiene que haber una causa de este efecto negativo. Lo que no pueden hacer los sonidos, puede hacerlo el concepto expresado por "no".
   La expresión y el pensamiento "Hay una iniciación a la filosofía por radio" son verdaderos, porque coinciden con el objeto, haber una iniciación a la filosofía por radio. La expresión "no hay una iniciación a la filosofía por radio" es falsa, porque no coincide con el objeto, haber una iniciación a la filosofía por radio.
   La expresión verdadera, que expresa la certeza del objeto, expresa un conocimiento de éste.
   La expresión falsa, que expresa la negación cierta del objeto, expresa un error acerca de éste.
  El conocimiento de haber una iniciación a la filosofía por radio consiste en la percepción de las expresiones que voy expresando y en la comprensión de lo expresado por ellas, los pensamientos que con ellas voy expresando, los objetos que con los pensamientos voy pensando, los estados de ánimo relativos a los objetos expresados que también voy expresando.
   Se trata de un conocimiento vulgar, pero hay también un conocimiento científico:
   el conocimiento del haber una iniciación a la filosofía es vulgar,
   pero el conocimiento de la iniciación a la filosofía es científico.
   El conocimiento vulgar es el expresado por las expresiones del lenguaje corriente de la vida diaria.
   El conocimiento científico es el expresado por las expresiones de las ciencias.
   ¿Cómo sabemos que la expresión y el pensamiento "hay una iniciación a la filosofía por radio" son verdaderas? Porque vemos la coincidencia. Este ver es la evidencia.
   La expresión "no hay una iniciación a la filosofía por radio"... dicha a sabiendas de que la hay, es una mentira, es decir, pensando internamente que la hay.




     [1] Los paréntesis cuadrados indican que las frases se encuentran tachadas en el texto del manuscrito original.






Pintura o Bilimbiques Por Alberto Espinosa


Un buen día colapsará el ídolo abstracto del dinero, las bolsas de valores internacionales, cuando descubramos, suprema maravilla, rindiéndonos ante la evidencia, que una Francis Bacon vale sólo lo que vale asistir a un museo para ver sus esperpentos; que un Tamayo no vale 10 millones de dólares, sino el participar de su contenido; que un Diego Rivera es una moda que vale lo que un sapo croando los estilos vanguardistas del siglo XX, como en un eco, ya cascado; es decir, que valen como tesoros de sentido... y que eso es intraducible a dinero... porque son símbolos, no más -pero tampoco menos. Entonces se verán los inmensos huecos financieros del sistema, horadados por la peor de todas las especulaciones: la especulación estética... y, me temo, miles de cuadros abstractos que atiborran las bodegas de no se cuantos museos valdrán menos que un bilimbique de Chihuahua mandado imprimir en su villa por Pancho Villa.




Curso de Antropología Filosófica X Por Alberto Espinosa


10.- La Educación: la Formación Humana


10.1.- La filosofía debe partir de lo dado, y lo dado es el pensamiento consciente de sí, ya en posición directa. Debe partir así del pensamiento consciente de sí hacia… donde sea; pero tomando siempre en cuenta la situación objetiva del sujeto filosofante en su posición de partir hacia donde sea, pues todo pensamiento sólo se conoce cuando es verbalmente expreso y la expresión del pensamiento presupone siempre tanto, un sujeto como un objeto de la expresión, que se expresan a alguien: a un destinatario, articulando sujeto, expresión y destinatario una situación.
10.2.-  La situación articulada por las presentes expresiones pretende ser una situación de convivencia formativa, es decir, una situación, lato sensu, educativa. Pues puede entenderse por educación, efectivamente, toda aquella expresión verbal (incluso mímica) que articule una situación de convivencia formativa.
   Más en particular entendemos por educación cierta especialización: la expresión y comprensión de expresiones que articulen situaciones de convivencia formativa enderezadas o de acuerdo a las peculiares aptitudes y predisposiciones de carácter de cada individuo, que de forma innata orientan a la persona a la adopción de ciertos contenidos de la cultura.
10.3.- La educación, así, se dirige muy especialmente a la familiarización primero, después a la asimilación y, por último, a la recreación de tales contenidos y formas culturales. Tales contenidos y formas de la cultura suelen expresarse en su excelencia en formas bellas –de ahí, la predilección del pensamiento latinoamericano por tales formas, lo que delata ya en este una orientación a la educación, a la formación de sus pueblos. Por lo contrario, las formas desagradables e incluso inhumana de la pedagogía, llámense lo mismo adiestramiento, que instrucción o el mero adoctrinamiento, suelen ir en contra de la verdadera educación, ser contrarias a ella, y por ello tener ya una forma ya un contenido deformante de lo humano, ya propiamente inmoral.  
   El pensamiento hispanoamericanao ha visto bien que, en contra de la modernidad toda, las situaciones formativas del ser humano están más cerca de las artes, incluso de las artesanías, que de la construcción de motores y de vehículos, de móviles los en el espacio. El hombre blanco, como lo llama Vasconcelos, tiene una abierta predilección por la construcción de tales aparatos, siendo su arte, a decir de Diego Rivera, propiamente el de las máquinas. Empero, puede argumentarse tímidamente, la sobreabundancia de aparatos, artefactos, útiles, instrumentos, va creando un entorno técnico, dominado por los procedimientos administrativos y por la velocidad de los aparatos hasta el grado de volver la vida humana maquinal y al ser humano mismo un proyectil disparado al espacio, en una civilización sin horizonte cultural propio, desorientada, pues, tanto educativa como moralmente –o para decirlo en un lenguaje vagamente religioso, perdida.      
10.4.-  El hombre es el animal que se desvive para poder vivir, que se deshace para poder hacerse, obligado, como el ave fénix de la mitología clásica, a rehacerse cada día de sus propias cenizas. Es verdad, el hombre se desvive por adquirir los contenidos y formas de la cultura, por pertenecer a una tradición, mientras que a la tradición le es olímpicamente indiferente nuestra pertenecía a ella. Vienen a la mente la figura del “matado” por el estudio, por adquirir esos contenidos y formas, que se desvive por apropiárselos –se desvive, en efecto, porque tales bienes son enteramente inapropiables.
   El caso de quien se desvive, quien se desvela “quemándose las pestañas” para poder comunicar luego sus conocimientos, o para un examen. Empero, la asimilación o la absorción de conocimientos de nada sirven si no van enderezados a la formación humana. Porque la cultura, que abre una puerta y un horizonte al hombre, también puede convertirse en prisión, en cárcel de enajenación, en potencia alienante del ser humano –cuando, por ejemplo, una cultura se enmohece y reinan no las nuevas formas de sus contenidos, cuando se vuelve estéril para recrearlos, sobreviniendo no la renovación sino el lugar común del convencionalismo –que es la peor de todas las locuras.
   Un dejo de fachadismo se siente entonces en el mundo, ya sin vida, de las instancias culturales, saturándose a poco de esos parásitos que, movidos por otros intereses, pueden ser políticos o de ambición personal, se convierten en actores de sí mismo, imposibilitados de llegar a ser sí mismos, en figurines o manequís de sí mismos, o bien de plano en simuladores, en gesticuladores, entre cuyo variopinto cardumen no deja de faltar el simple fanfarrón, el vividor, el melancólico existencialista repelente ostentando en la la solapa como un flor el verde gargajo del resentimiento.     
10.5.- Las expresiones de la cultura se vuelven entonces vagas por la simulación, dando una gran prioridad a la forma y a las formas sobre los contenidos, pero con una gran indeterminación referencial, pues nunca acabamos de saber, bien a bien, a lo que apuntan cuando se habla de democracia, de recursos, de participación o de la cultura misma. Se da entonces el fenómeno de las culturas falsificadas, cuyos modos son variados; uno de ellos, es la falsificación de una tradición por enajenación en su propia herencia, pues una cultura sin vida tiende a repetir gastados y viejos modos de identidad, no produciendo una emoción estética, sino el recuerdo añejo de una emoción, dominando su coloratura entonces la melancolía, de lo que ya pasó, de lo que no es y de lo que no está vivo –en un peculiar culto a la muerte que se regodea en el tantas veces malsano ejercicio de la melancolía, de la nostalgia, de un fervor por la patria que huele a rancio, que es ceniza, pólvora quemada.
10.6.- Sin embargo, el equívoco dominante en la cultura occidental moderna es la incomprensión en el tema de la especialización –la cual se ve como una mera función de la técnica y la industria. Sin embargo, puede argumentarse, la especialización es una característica propia a la naturaleza humana, dada justamente en virtud de la multifacética figura de su naturaleza protéica: de tener el hombre de forma innata predisposiciones y aptitudes de carácter que, a la vez que lo diferencia de los demás miembros del grupo, lo hermana a otros grupos con similares predisposiciones de carácter, siendo también similares sus gustos, inclinaciones y incluso sus temperamentos. Tales predisposiciones de carácter, que la naturaleza, en forma por demás avariciosa, dota a cada hombre al venir al mundo, deben ser detectadas en el proceso educativo lo más tempranamente posible, para el logro completo y lo más perfecto posible de su pleno desarrollo.
   Sin embargo, en todos los centros de enseñanza y de aprendizaje, en todos, no debe olvidarse nunca, ya sea en medio del desarrollo de una compleja ecuación matemática, como en medio de un recital de Mozart, que los que está en el fondo de los descubrimientos científicos y sus adaptaciones tecnológicos, como de la palestra estética o política, es el destino mismo de la especie humana.        
10.7.- Por lo contrario: la especialización del ser humano debe atender a los propios o propiedades exclusivas del hombre derivadas de su esencia, que son justamente las “exclusivas del hombre” por las que también se lo ha definido. Porque si el ser humano es un ser provisto de palabra, de razón, no lo es menos que tal racionalidad impregna todas sus actividades, las cuales deben hallarse en armonía y en concierto de acuerdo a un eje ordenador. Porque el hombre no es sólo el homo sapiens de la arquelogía, ni el homo aeconómicus de los créditos bancarios, ni el homo faber de la revolución industrial, ni el homo locuaz, el homo ridens, el homo ludens de los circos, como no es sólo el homo aestéticus de las vanguardistas galerías artísticas o el homo religuiosus de los golpes de pecho en la plaza pública del Vaticano.
   Porque es entonces, en la especialización de sus predisposiciones y aptitudes de carácter y en los procesos de familiarización y de asimilación de una cultura que el hombre en parte descubre y en parte construye otra cosa: una interioridad –sin la cual, en verdad, en poco o en nada nos distinguiríamos de los brutos, de las bestias, de los animales.

   Se trata de la misma, de la propia naturaleza humana, que es una especie de segunda naturaleza, que simultáneamente ya está ahí, en cada uno de nostros, pero tiene a la vez que ser descubierta, encontrada, despertada. Las inclinaciones de carácter, las predisposiciones para alguna de las diversas formas y contenidos de la cultura, constituyen así una verdadera previsión del sujeto, una preciencia para… para… para llegar a sí mismo: para encontrarse consigo mismo, para dar lo mejor de sí. Se trata así de algo que es a la vez origen y de algo que es posterior a la búsqueda: encuentro. De algo que sólo existe antes de la búsqueda como falta, como carencia, como pérdida –y que los instrumentos, formas y contenidos de la cultura ayudan a recuperar. Recuperación del sentido de nosotros mismos sobre el telón de fondo del sentido de la especie; también de la patria perdida, porque la verdadera patria siempre ha tenido dos nombres hermanos: es la verdad y es la belleza.