miércoles, 24 de julio de 2013

IV.- Las Siete Ciudades de Cíbola Vásquez de Coronado: los Castillos de Cinabrio Por Alberto Espinosa





 “Como una pintura
nos iremos borrando.
Como una flor
nos iremos secando,
aquí sobre la tierra.”
Netzahualcóyotl

I.- La Expedición de Pánfilo de Narváez
   La historia depararía un triste capítulo para el conquistador Pánfilo de Narváez, un negro recuerdo y un destino oscuro. Diego Velásquez, en gobernador de Cuba, envió a Pánfilo de Narváez con once naos y siete bergantines con novecientos españoles y ochenta caballos al Nuevo Mundo para prender a Hernán Cortés y destruyese. Llegando a las costas de San Juan de Ulua en mayo de 1520. Nevares pensó que Cortés acataría sus órdenes pues decía: “téngolo por hijo, respetarme ha como a padre, y cuando no hiciere el deber, no serían tan necios los pocos que allá estén que querrán tomarse con los muchos que vamos”. Para entonces el fabuloso hidalgo de Extremadura ya había penetrado en la capital del imperio mexica, y en las entrañas mismas de México-Tenochtitlan había hecho prisionero al monarca Moctecuhzoma. Narváez y sus fuerzas desembarcaron en un sitio cercano al campamento de la Villa Rica en la que se encontraba Gonzalo de Sandoval al mando de setenta soldados, fundando un pueblo que después se llamó San Salvador
   Pánfilo de Narváez, aliándose con los indios totonacas de Cempollan y su señor Chicomecóatl se fortificó en aquella ciudad. Hernán Cortés, dejando una buena guarnición de cien hombres en México al mando de Pedro de Alvarado, salió con ochenta o cien de los suyos reuniéndose en Cholula los contingentes de Velásquez de León y Rodrigo Rangel, avanzando con ellos hacia Cempoallan donde se reunieron con las fuerzas de Sandoval, siendo ya doscientos sesenta y seis y cinco caballos sin sumar a los guerreros indígenas, los cuales eran superados cuatro a a uno por los de Narváez. Cuando penetraron a Cempoallan los de Cortés  encontrando a su llegada al enemigo tan desorganizado que pronto se apoderaron de sus cañones, desactivando también a la caballería de Narváez cuyos jinetes cayeron al suelo pues simpatizantes del extremeño habían cortado los cinchos. Las huestes Sandoval lograron llegar hasta los aposentos de Narváez haciendo frente a cien fieros enemigos y prendiendo fuego a los techos de paja y siendo reforzado por la retaguardia prendieron a Pánfilo de Narváez herido en el ojo por una lanza, rindiendo al resto sus fuerzas.
   La llegada de Narváez a Cempoallan dejó una secuela trágica e inesperada. Entre sus hombres iba un negro con viruelas que contagia a los totonacas de Cempoallan los cuales, careciendo de anticuerpos para resistirla por su inexistencia en el continente americano, pronto la extendieron en todas direcciones, causando una terrible mortandad. Dice Bernal Díaz del Castillo refiriéndose a la infausta compañía de conquistador que: “harto fue para la Nueva España.., por manera que la negra ventura de Narváez y más prieta la muerte de tanta gente sin ser cristianos”.
   Lo cierto es que la epidemia de viruela llevada por los españoles y trasmitida sin darse cuenta, llamada por los indios tos, fiebre ardiente o “gran lepra”, acabó a la postre con la cuarta parte de la gente de indios que había en toda esa tierra, lo cual mucho les ayudó a los españoles para hacer la guerra y fue causa de que más pronto acabase.   
   Pánfilo de Narváez permanecería preso en la Villa Rica hasta que en febrero de 1522 fue puesto en libertad presentándose en España para reclamar sus derechos al Emperador Carlos V, quien lo compensó nombrándolo adelantado de Florida. Llegó en febrero de 1528 a la bahía de Tampa con cinco navíos y cuatrocientos hombres. Luego de luchar en el interior con los nativos vestidos con pieles de venado tuvieron que regresar a la costa y sus navíos habían desaparecido. Tuvieron que construir cinco naves, zarpando 245 hombres en ellas hacia México, pero la embarcaciones fueron destruyéndose en el camino y hacia noviembre Narváez desapareció cuando la suya fue repentinamente llevada por el viento hacia alta mar y no se volvió saber nunca más de él.
   De la fracasada expedición de Pánfilo de Narváez que partió del puerto de San Lucas de Barramedia  el 17 de junio de 1527 y encallada en las costas de la Florida en 1528 quedaron para contarlo sólo cuatro sobrevivientes de los 300 hombres que se adelantaron en la expedición. Ocho años habían transcurrido en su viaje a pie por el sureste de Estados Unidos y en noroeste de México en los que convivieron con distintas tribus de indios y en cuya aventura no faltó ni el secuestro, ni el comercio, ni la realización de curaciones milagrosas, hasta llegar en 1536 al río Petatlán, hoy río Sinaloa, donde encontraron a exploradores que los llevaron al asentamiento español de Culiacán. Llegaron por fin a la capital de la Nueva España los náufragos  Alvar Núñez Cabeza de Vaca y sus compañeros: Alonso del Castillo Maldonado, Andrés Dorantes de Carranza y su esclavo Estebanico (siendo el primer africano en pisar territorio de EU, pues era un “negro árabe” bereber, y moro, mercenario natural de Azamor, en la costa atlántica de Marruecos). Regresaron de su prodigiosa caminata medio muertos, harapientos y miserables, pero con una gran noticia: de su peregrinar, pues se habían enterado por medio de los naturales de que al norte existía un país muy rico, el cual no podía ser otro que el mítico reino de Cíbola.
II.- La Expedición de Vázquez de Coronado
   Don Antonio de Mendoza y Pacheco, primer Virrey y Capitán General de la Nueva España (1535-1550),  fascinado con el relato de Cabeza de Baca encarga entonces el asunto a Francisco Vázquez de Coronado, buen amigo y hombre con fama de cabal por haber sofocado una rebelión en Culiacán y haber dado esplendor a la ciudad de Guadalajara. Coronado decidió enviar antes una avanzadilla que le informase de las características del terreno, las posibilidades de aprovisionamiento y la veracidad de los rumores de la riqueza de aquel ignoto territorio. El responsable de aquella misión sería el monje franciscano Fray Marcos de Niza, reputado de docto en teología, sino en cosmografía y en el arte de la mar, y hombre famoso no sólo por inventar la leyenda de las siete doradas ciudades de Cibola, sino también por ser uno de los más grandes mentirosos de la Historia.
   En el año de 1539, Fray Marcos parte de San Miguel de Culiacán en una primera expedición acompañado de otro fraile, un nutrido grupo de indios y, por disposición del Virrey, del intrépido Estebanico, el esclavo de Dorantes, como supuesto guía. El fraile Marcos de Niza regresó a la ciudad de México narrando que había continuado la exploración después de la muerte de Estebanico y con reporte de que los nativos de las lejanas tierras usaban vajillas de plata y oro, decoraban sus casas con turquesas y usaban perlas gigantescas, esmeraldas y otras joyas más. y que a lo lejos había avistado una ciudad más grande que la gran Tenochtitlan
   Hechizado por aquellas noticias, el Virrey Don Antonio de Mendoza organizó de inmediato una segunda expedición militar de gran magnitud para tomar posesión de las riquísimas tierras que el fraile le había descrito con alucinada profusión de detalles. Al mando de la misma quedó un amigo del Virrey, el hidalgo Francisco Vázquez de Coronado (Salamanca, 1510- Ciudad de México, 1554), quien lleva como guía al fraile Marcos de Niza. La expedición al mando de Francisco Vázquez de Coronado estaba formada por 340 españoles, cientos de indios nativos aliados además de ganado vacuno.-haciéndose acompañar por navíos que les seguían por mar para abastecerlos al mando de Fernando de Alarcón y de otra expedición más pequeña por tierra organizada por García López de Cárdenas.. Francisco Vázquez de Coronado, quien a la sazón era desde 1538 gobernador de la Audiencia de la Nueva Galicia en sustitución del primer gobernador de la provincia Nuño de Guzmán, para el año de 1539 llega por vía marítima a lo que hoy es el estado de Nayarit, desembarcado en un litoral del Pacífico llamado Compostela.
  Hay que recordar que el conquistador Nuño de Guzmán, el primer gobernador de Nueva Galicia,  penetró los territorios bajo su jurisdicción en 1530, siendo con el tiempo calificado por Fray Bartolomé de las Casas de "gran tirano" por su extrema crueldad. Nuño de Guzmán impuso el nombre de "Conquista del Espíritu Santo de la Mayor España" a los territorios por él explorados y conquistados. Sin embargo la Reina de España Juana I de Castilla (madre del emperador Carlos V de Alemania y Carlos I de España), no estuvo conforme con el nombre que le había otorgado Nuño de Guzmán, por lo que por Real Cédula dada en Ocaña España el 25 de enero de 1531 ordenó que se nombrara al territorio conquistado como Reino de la Nueva Galicia (que comprendía los hoy estados de Nayarit, Jalisco, Colima, Aguascalientes y parte de Sinaloa, Zacatecas y San Luís Potosí).y se fundase una ciudad con el nombre de "Santiago de Galicia de Compostela" como capital. Una vez que recibió Nuño de Guzmán la Real Cédula procedió a renombrar la "Villa del Espíritu Santo de la Mayor España" con el nombre de "Santiago de Galicia de Compostela", población que actualmente es la ciudad de Tepic, capital del estado de Nayarit. Así la Villa de Santiago de Nueva Galicia adoptó el nombre de Compostela de Indias en el año de1539, en memoria de la ciudad gallega de Santiago de Compostela -que proviene del latín Campus Stellaen que en castellano significa Campo de Estrellas. El valle de Cactlán, donde se encontraba la ciudad de Compostela de Indias, estaba habitado antes de la llegada de los españoles, por indios cacnos y tepehuanos, y debían el nombre autóctono de Cactlān a la lengua nahuatl, pues Cactli significa “zapato” y el sufijo de tlān, “cerca de”, es decir, "lugar de zapatos".
   A principios de 1540 Vázquez de Coronado parte de Compostela en busca de las siete ciudades de Cíbola y Quivira, prestó oídos junto con el Virrey Mendoza a una vieja leyenda europea, mitad cuento de caballería, mitad cuento recompuesto y edulcorado por las visiones fantásticas de Fray Marcos de Niza. Esa expedición trajo como resultado el descubrimiento para España de las tierras del oeste de Estados Unidos y la constatación de la existencia de una serie de pueblos en aquella región desértica sumidos en la miseria.
   En efecto, para el día 22 de abril de 1540 Vázquez Coronado llega a Culiacán al mando del grueso de la expedición, en tanto que un grupo más pequeño que iría a la zaga más lentamente quedó a las órdenes de Tristán de Luna y Arellano, pues en cada villa española se reorganizaba la expedición terrestre a la vez que partía otra expedición por mar al mando de Fernando de Alarcón para abastecer a la expedición de tierra.  La fuerza más pequeña, al mando de Tristán de Luna, continuó aún más al norte y tomó los pueblos de los Zuñi en julio de 1540, lugar que les habían dicho era el emplazamiento de las siete ciudades doradas de Cibola.
   Sería el mismo Fernando de Alarcón el primer europeo en tocar y navegar las aguas del Río Colorado, aunque su descubrimiento se debe a Francisco de Ulloa, quien el 28 de septiembre de 1539 tomó posesión de la desembocadura del río y lo nombra “Ancón de San Andrés”, en beneficio de la corona española, aunque sin navegar aguas arriba como lo hizo Fernando de Alarcón.
III.- La Cabalgata de Francisco Vázquez Coronado
   Por su parte Francisco Vázquez de Coronado atravesó Sonora y entró en los territorios de la actual Arizona. Después de 75 días de camino empezó a sospechar la falsía de  las historias de Marcos de Niza, al no encontrar por ninguna parte las riquezas de las que el fraile había hablado, pues resultó una mentira la aseveración del fantasioso fraile que desde aquellas tierras se podía ver el mar, ya que como le dijeron los nativos a Coronado el mar se encontraba a muchos días de camino. Así, se instala con sus hombres a orillas del Río Bravo o Río Grande en un poblado de nombre Tiguex. Entonces el grupo de exploradores se dividió en dos grupos. Una de ellas queda al mando de Pedro de Tovar, quien regresa con la noticia de haber encontrado siete ciudades populosas que acaso sean las de la legendaria fábula. El segundo grupo se adentró en tierra para descubrir el Gran Cañón y la boca del río Colorado, legando hasta el Golfo de California.
   En el emplazamiento de Tiguex, cerca de la actual ciudad de Santa Fe, se reunieron los dos grupos y pasan los inviernos de 1540 y 1541. Insistiendo en encontrar la dorada ciudad de Quiviria, Vázquez de Coronado se deja engañar por un indio, al que llamaban “el Turco” y emprende con 30 de los suyos en 1541 una última exploración dejando al grueso de sus hombres en el Cañón de Palo Duro, hoy Texas. Buscando el rico país de Quiviria se remontó a caballo atravesando la pradera, hasta caer en cuenta del engaño y hacer ejecutar a “el Turco”. Sin embargo, era tan fuerte la idea fabulosa de las ciudades de Cíbola que aún a pesar del desánimo, la expedición de Coronado continuará su viaje, adentrándose cada vez más en el corazón de lo que algún día serían los Estados Unidos.
    Así siguió adelante, recorriendo las llanuras del Mississipi y las montañas Rokayosas, atravesando los actuales estados de Nuevo México, Texas, Oklahoma y Kansas. Finalmente dio con un pueblo cerca de la actual Linsburg, en el estado de Kansas, donde encuentra a los indios de Wichita habitando en un poblado de cabañas con techos de paja, a los que no sin ironía llamó indios Quiviria.
   En la primavera del año de 1542 regresa Vásquez de Coronado a la Ciudad de México por la misma ruta con sólo cien de sus hombres. El Virrey de la Nueva España Antonio de Mendoza lo recibe con frialdad dado lo paupérrimo de los resultados, abriéndole incluso un proceso en contra por el abandono de la empresa. Cuando los sucedidos se aclararon regresó Francisco Vázquez de Coronado como Gobernador de la Nueva Galicia, puesto que desempeño hasta el año de 1544, cuando se retiró a la Ciudad de México donde murió en 1554.
IV.- Los Castillos de Cinabrio
     La expedición de Francisco Vázquez de Coronado constituyó el primer grupo europeo que contempló el Gran Cañón del Colorado. Fue entonces cuando García López de Cárdenas quien, en 1540 al mando de un puñado de hombres partió desde la población indígena que los españoles habían llamado Quivira, pueblo habitado por los indios Zuñi cuya ubicación se desconoce hoy día.
   En Quivira se encontraba parte de la expedición comandada por Vázquez de Coronado con treinta hombres y se comisionó a García López de Cárdenas junto con un puñado de voluntarios para encontrar un río del cual los indios Hopi les habían hablado, para lo cual se le concedieron 80 días para que fuera y regresara. Después de 20 días de viaje exploratorio encontraron el Gran Cañón del Colorado. A la distancia García López y sus hombres pensaron que aquel monumental cañón no era otra cosa  que los magníficos Castillos de Cinabrio que coronaban a una de las míticas ciudades de Cíbola.  Cuando llegaron a su límite se encontraron con que  no podían bajar hasta el río para abastecerse de agua y después de varios intentos para descender empezaron a tener problemas de agua para beber, por lo cual decidieron regresar. Para cuando llegó García López al Gran Cañón formado por el río Colorado ya Fernando de Alarcón lo había navegado 80 leguas río arriba y bautizado con el nombre de “Río de Nuestra Señora del Buen Guía” en agosto de 1540. García López no pudo encontrar una senda o atajo para bajar desde lo alto del Gran Cañón hasta el río Colorado, no obstante se considera que fue el primer europeo en visitarlo.
   Al comprender que se trataba de una construcción natural los exploradores tomaron aquello como una señal de buen augurio y siguieron buscando las ciudades maravillosas, traspasando entonces el río Arkansas, convirtiéndose en los primeros europeos en ver las inmensas manadas de bisontes y sin encontrar otra cosa que una aldehuela mísera –por lo que la palabra “Cíbola” se asoció irónicamente a la voz “cíbolo”, nombre español hoy desusado que se daba al bisonte, ya que el territorio del mítico reino en donde se suponía la existencia de las siete ciudades se extendía hasta las praderas en donde existían millones de estos animales (arrasados por los colonizadores norteamericanos hasta su extinción para mediados del siglo XIX).
   En 1542 regresa la expedición a la Nueva España con una salada sensación de frustración y de amargo fracaso. Fray Marcos de Niza moriría en 1558, debilitado por las penurias pasadas durante la expedición, vencido por la tristeza y sumido en un absoluto descrédito. Con respecto a La Gran Quivira (antes Pueblo de Las Humanas) quedó sólo en el nombre y en las actuales ruinas de un asentamiento indígena en Nuevo México.
V.- La Expedición de Francisco de Ulloa
   Por lo que toca a Francisco de Ulloa hay que decir que fue el primer europeo que exploró todo el golfo de California y descubrió la desembocadura del río Colorado, recorriendo ambos litorales del golfo en 1539. En efecto, fue Hernán Cortés, quien ya había patrocinado tres viajes de exploración de la “Mar del Sur” (como se conocía  en ese tiempo al océano Pacífico) y los cuales habían terminado en fracasos, el que decidió enviar un cuarto viaje de exploración al mando de Francisco de Ulloa. Partió la expedición del puerto de Acapulco el día 8 de Julio del año 1539 a bordo de los buques Santo Tomás, Santa Águeda y Trinidad, pero a la altura de las Islas Marías se vieron obligados a abandonar el navío Santo Tomás, por lo cual continuaron el viaje de exploración en los dos buques restantes. Ingresaron al golfo de California, en el viaje de ida o aguas arriba, llegaron al extremo norte del golfo el 28 de septiembre, sitio que se conoce en la actualidad como desembocadura del río Colorado, ellos llamaron a la boca del río "Ancón de San Andrés”.
   Después de haber desembarcado y tomado posesión de las tierras del extremo Norte del Mar Bermejo, nombre que le dieron al golfo de California  por la coloración rojiza de las aguas que se teñían con las aguas procedentes del río Colorado, iniciaron el viaje de regreso y pasaron por el poblado de la Santa Cruz, conocida actualmente como La Paz (Baja California Sur), doblaron el cabo San Lucas e ingresaron en el océano Pacífico, por la actual bahía Magdalena pasó el día 5 de diciembre sin haber ingresado por estar herido Francisco de Ulloa a causa de una escaramuza que sostuvo con los nativos. Con fecha de 5 de Abril de 1540 dirigió a Cortés desde la Isla de Cedros una relación de los sucesos de la exploración en uno de los dos barcos, en el otro continuó con la exploración, pero nunca más se supo de la suerte de Francisco de Ulloa y de sus compañeros de navegación.
VI.-Nuevo Mundo, Utopía  y Durangueñeidad
   En su libro Rendición de Espíritu (Cuadernos Americanos, 1943) el pensador Juan Larrea, al  dar una interpretación apocalíptica y grandiosa de la guerra civil española de 1936-39 señaló además algunas cábalas realmente sorprendentes respecto de la expedición de Vásquez de Coronado, las cuales, por ser el germen de toda una edad por venir y de toda una filosofía de la historia, vale la pena recordar ahora.
   Coronado salió de un pequeño puerto del litoral Pacífico llamado Compostela, justamente cuando ce celebraba el cuarto centenario de la ciudad española de Compostela –pero al revés del Orbe. Santiago de Compostela es la ciudad donde se sitúa la “finisterre” Occidental, la cual encontraría su punto final cuatrocientos años después con la Guerra Civil Española, el cual derivó en el exilio republicano a México en 1939. Por su parte la expedición de Coronado abría en 1539 un capítulo en la historia bajo la especie de un principio nuevo de la tierra y cultura hispánica, el del Nuevo Mundo que inauguraba la exploración de la cuarta parte de la tierra, cuya historia comenzaba por entonces a escribirse y que se continuaría cuatro siglos después con reforzados argumentos por obra ya no de los temerarios conquistadores, sino de la inteligencia española llegada a tierras mexicanas por las dramáticas razones del exilio de la Guerra Civil en 1939, y que renovaron y reforzaron, a la zaga de la magna obra vasconcelista, el ideal del “totecayotl”, de la cultura de las flores y de los himnos que desde hace siglos se ampara en México bajo la divina advocación de Quetzalcóatl.
   El significado de aquellas abigarradas cábalas es para Larrea prístino. El hermeneuta español ve en ello, ni más ni menos, que el fin de todo un ciclo histórico marcado por la guerra y el uso de la fuerza, abriéndose así el principio de otro tiempo, signado por Santiago de Compostela y la implementación de la cultura. Así, la edad pasada habría sido la Edad de Hércules o de la Fuerza y de Babel o de la Confusión de las Lenguas –de Roma, pues, cuya etimología significa fuerza, marcada por un doloroso subjetivismo de cuño tanto individualista como colectivista. La nueva era abierta en 1939 no sería así sino la del árbol plantado cuatrocientos años antes precisamente por la semilla civilizadora de Vázquez de Coronado, teniendo como divisa Compostela precisamente,  que significa “campo de estrellas”, ciudad donde la Virgen  se le apareció a Santiago sobre un pilar a las orillas del Ebro. Se trataría de una época, la nuestra, que es el reverso de la era anterior : Roma al revés o del Amor, el potente reverso de la fuerza.. Es la edad de la Nueva Jerusalén o de la visión de la paz, la edad también del curto evangelio o de San Juan o del Tetragrámaton. Edad del plus ultra de la fuerza y también edad de la América Española, que tiene por divisa a la Virgen María de pie sobre los cuernos de la luna, y como emblemas a la Lira, ideograma de la Poesía y al Verbo, que es la constelación hacia la cual se dirige el universo. Así, de la tesis del individualismo y su antítesis en el colectivismo, dominados ambos por el subjetivismo pragmático de creencias y actitudes, se llegaría a una síntesis de objetivismo universalista, coincidente con el reino de Dios para  aquellos que han sabido guardar su palabra.
   Así, Larrea vislumbró en el territorio mexicano, que no ha acabado de nacer por lo tortuoso de su gestación, al futuro pueblo prometido de la síntesis universal. En efecto, a la tesis del espiritualismo del cercano oriente se impuso el materialismo de Europa, teniendo que encontrar su síntesis y equilibrio final en la realidad unitaria de espíritu y materia aportado por América, exponente de la universalidad y de la sociedad universal.
   Arcanos del español que vivamente recuerdan los vaticinios de José Vasconcelos, los cuales se enmarcan también en una filosofía de la historia cuya visión megaperiódica destaca tanto la vocación utópica y estética de América como su carácter pacifista y universalista. Ambos autores, pero no sólo ellos, se hermanan al coincidir en señalar que tal universalismo no puede provenir sino de una filosofía de la persona, de carácter armónico o estético universal, cuyas profundas raíces antropológicas, nadie lo ignora, son las mismas de la tradición judeo-cristiana. Tal es también la tesis atisbada en el punto de partida del nuestro maestro regional Don Héctor Palencia Alonso en su doctrina de la Durangueñeidad, la cual supo elevar en justas dimensiones prácticas los ideales de la raza cósmica atisbados por Vasconcelos -cuya eficacia ha sido difícilmente apreciada por nuestro romo provincialismo.
   Por lo contrario, para cobrar conciencia de nosotros mismos se requiere una profundización tanto de la realidad íntima de la persona cuanto de los efectos de realidad histórica nacional en cada uno de nosotros. El sentido de la filosofía de la historia mexicana no puede sino instrumentarse a partir de un programa de estudios de la realidad patria,  para aclarar y potenciar la situacionalidad de esa realidad misma. La inquietud por la historia de las ideas de México y por la esencia de lo mexicano, de nuestra realidad como cultura, se aúna así a la idea de la salvación de una comunidad de fe trascendente por medio de la cultura misma, que si bien se mira  es la obra medular de la reflexión artística propiamente nacional. La doctrina de la durangueñeidad aparece así como un árbol que sabe de su sabia y que siente que sube desde sus raíces hasta irrigar sus ramas, que son los poderosos brazos de las obras regionales modélicas henchidas de dulces frutos. Porque el crecimiento del árbol de la historia mexicana se ha ido irrigando con la sabia moderna del estudio de nuestra realidad local y regional vista a la luz de la cultura universal. Árbol de la cultura cuyo poderoso brazo durangueño a dado en sazón algunos de sus más opimos y redondos frutos. Árbol ideal de exuberante verdura cuyos verdaderos frutos aroman el ambiente de dulzura al estar hermanados por un mismo corazón, siendo su raíz una misma voluntad de concordancia –invitando con ello a arrimarnos bajo su fresca sombra para con ella y el constante sol que con sus rayos nos deja cobijarnos.



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