martes, 16 de julio de 2013

Filosofía por Radio XX Historia de la Filosofía II Por José Gaos Historia de la Filosofía


19.- Locke, Berkeley, Hume y Kant

   De Descartes salió también el nuevo gran giro dado a la filosofía por Locke. El esbozo de una teoría del origen de las ideas en la filosofía de Descartes fue convertido por Locke en una ensayo de sistematización completa, detallada y voluminosa del origen de todas las ideas, a que podía reducirse toda la filosofía. Todas las ideas serían, o ideas simples o compuestas de las simples. Las simples serían las de la sensación o percepción externa y las de la reflexión o percepción interna. Es el dualismo cartesiano en versión gnoseológica. El resultado de tal versión para las ideas de sustancia y causa, cardinales de la metafísica hasta entonces, fue decisivo. Locke redujo la idea compuesta de sustancia a la de una x o incógnita concebida como soporte de las cualidades objeto de las ideas simples.
   Berkeley negó redondamente la existencia de la sustancia material, fundándose en que las cualidades primarias a que se la había reducido al reconocerse la subjetividad de las secundarias, eran tan subjetivas como éstas; y dio a este inmaterialismo o espiritualismo por antecedente el nominalismo o negación de las ideas distintas de las imágenes de las cosas sensibles, que no serían más que nombres para grupos de estas cosas.
   Hume negó igualmente la existencia de la sustancia espiritual y redujo la causalidad a una creencia en la sucesión de los efectos a las causas engendrado por el hábito de la percepción de esta sucesión, completando así la destrucción de las ideas fundamentales de la metafísica tradicional toda y por tanto de ésta misma.
   Kant inició una reacción contra tal destrucción por el camino de una crítica comparada de los juicios integrantes de la metafísica y los integrantes de la matemática y los principios de la física, cuyo meollo es el siguiente.
   En el juicio los cuerpos son extensos, el concepto-sujeto comprende el concepto-predicado. El juicio no hace, pues, más que descomponer o analizar el concepto-sujeto. Es un juicio analítico -y universal y necesario. Su fundamento es el concepto-sujeto.
   En el juicio los cuerpos son pesados, el concepto-sujeto no comprende el concepto-predicado. El juicio compone o sintetiza el concepto sujeto con el concepto predicado. Es un jucio sintético. Su fundamento es la experiencia. Es un juicio sintético a posteriori de la experiencia. No es necesario ni universal.
   En el juicio 7 + 5 = 12, el concepto sujeto no comprende el concepto predicado. Es un juicio sintético. Pero es universal y necesario o a priori de la experiencia. ¿Cuál es, entonces, su fundamento? La matemática se integra de juicios sintéticos a priori como éste.
   Los principios de la física, por ejemplo, el de causalidad, todo cambio tiene una causa, son juicios sintéticos a priori.
   La metafísica se compone de juicios sintéticos a priori, por ejemplo, todos los seres son contingentes o hay un ser necesario o la esencia de Dios implica la existencia.
   El fundamento de los juicios de que se integra la matemática es el siguiente.
   Los juicios de la geometría tienen por sujetos y predicados conceptos referentes al espacio. El espacio no es nada como los cuerpos extensos, no es un cuerpo extenso más; no es más que una forma de yuxtaponer las sensaciones constitutivas de los fenómenos extensos, corporales -y causadas por cosas en sí. Los juicios de la geometría son necesarios de todos estos fenómenos porque estos fenómenos no existen sino conformados por el espacio y los juicios de la geometría son juicios sobre éste.
   Lo que el espacio es para los juicios de la geometría es el tiempo para los juicios de la aritmética.
   Y lo que es el espacio y el tiempo para los juicios de las matemáticas, lo son para los principios de la física las categorías o unos conceptos como los de causa y efecto, con los que concebimos o conformamos las sensaciones ya conformadas en yuxtaposición con el espacio y en sucesión con el tiempo. Los fenómenos físicos están, pues, tan integrados en parte por las categorías como en otra parte por el espacio y el tiempo y en el resto por las sensaciones -y los principios de la física versan sobre las categorías.
   Pero los juicios de la metafísica no son juicios sobre fenómenos, sino sobre lo que no puede ser fenómeno, como la contingencia de los seres o la necesidad de un ser o la esencia divina. Y lo que no puede ser fenómeno no está integrado por las sensaciones conformadas por el espacio y el tiempo o las categorías. Está integrado exclusivamente por las categorías -y las ideas. A los juicios de la metafísica les falta, pues, un fundamento análogo al de los juicios de la matemática y los principios de la física: el fundamento de éstos era la integración de sus objetos por las sensaciones y el espacio y el tiempo y las categorías; los objetos de la metafísica están integrados únicamente por las categorías.

   Pero además de las ciencias y la metafísica hay la moralidad, las acciones u omisiones llevadas a cabo por el sentimiento del deber o respeto a la ley moral o al imperativo categórico que dice: obra de manera que el móvil de tu acción pueda ser ley universal de las acciones humanas. La moralidad postula la unión de la virtud y la felicidad en otra vida, postulando la inmortalidad del alma y a Dios como única garantía posible de la una y la otra. Es la gran prueba moral de la existencia de Dios y el restablecimiento de la metafísica ya no sobre la base del conocimiento o de la razón pura (teórica), sino de la moralidad o de la razón (pura) práctica.



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