El Pensamiento Aguado Por Alberto Espinosa
Hay filosofías de la vida purificadas por el fuego,
alimentadas por una secreta braza combustible, polémicas por quemar a quien las
toca, distinguidas no tanto por su temperatura como por la llama triple en la
que consumen sus días. Otras, en cambio, resultan filosofías masivas en su
superficie y en su fondo vulgares, indiferenciadas, por perderse en la
infinitud de lo posible, al disolverse totalmente en la multiplicidad amorfa de
sus promesas de desarrollo, como la lluvia pertinaz que sólo deja una atmósfera
cubierta de grisura. Filosofías sin cumbres y sin relieves, pues, y sin
matices, que se extienden cacofónicamente sobre un horizonte esquivo, siempre
huidizo; que cuando quieren volver a los orígenes rompiendo las fronteras de
las eras, sin detenerse, sordas, sólo alcanzan la indistinción primitiva del
caos –revelando, sin embargo, su poder primigenio: el monótono chipi-chipi
informal de las aguas superiores que apenas conocen la verticalidad en su
caída, alcanzando a dar forma solo cuando, aliándose con el agua o confundidas,
rugen airadas, impotentes de ir más allá de las orillas, como ruge en las
costas el mar cuando se encrespa.
2.2.2013
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