jueves, 21 de febrero de 2013

Del Café a la Eternidad Por Alberto Espinosa





Hay en Durango una mesa de café donde día con día se reúnen las víboras locales, por lo que se le conoce en los corrillos como el "serpentario". Hombres, algunos de ellos de vocación democrática, que invitan a su cotidiana tertulia de diatribas a algún bicho rastrero que haga alardes de orfandad, dando sitio esporádicamente también a los animales ponzoñosos desbalagados, los cuales son sobreabundantes en la región. Uno de los asiduos participantes recuerda vivamente a un ángel, caído naturalmente, el cual aparece, no sin desdicha, en el Libro Eterno, pues tiene como oficio acusar todo el tiempo y delate de todos a todos sus hermanos: anhelo de absoluto resulto en oficina de Satanás. Prueba contundente, en un juicio sumario, de la omnipresencia de lo Eterno –que se encuentra siempre ahí, rodeándonos, en medio de nosotros, aunque le demos la espalda, tomando a sorbos nuestro café entre las risas nerviosas, la vulgaridad profunda, las puyas innobles y las miradas esquivas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario