A Tomás Segovia, en memoria
Es una confusión creer que por ser libres de amar a quien queramos, aunque no nos ame, estamos salvados. Esa creencia tal ves resulte consoladora, pero es mentira. Error que se expresa con la conmovedora idea sentimental de que amar es salvarse –idea que se funda más radicalmente en el equívoco de que la esperanza puede hacer posible algo imposible, o de que al menos imanta o trae en cierto modo lo imposible a lo posible. Sin embargo, la esperanza real lo trasmuta todo, todo es lo mismo pero sus valores han cambiado de signo, y en cierto modo con ello la esperanza se cumple al movernos de sitio, al modificar la situación, y como lo que es en realidad en sí misma: alegría, vislumbre y a la vez resistencia, cumplimiento parcial que da fuerza y reaviva de nuevo la esperanza.
El error se magnifica en el caso del perjuro, quien no acepta que la esperanza sea la salvación, quien ha apostado inicialmente contra toda esperanza y por tanto ha aceptado la condenación, quien ha aceptado rebajar, humillar, violar lo que se ama, al querer tener todo lo que se ama y no aceptarlo en lo poco (y en su todo), quien quiere pagar su limosnero amor con nada. Así, convierte lo que es dado en lo que no quiere –mintiéndose, claro está, al negar lo que tiene en nombre de lo que le falta: o convirtiendo lo que le está prometido en lo que no se cumple –negando lo que le falta en nombre de lo que tiene, que también es mentirse. El perjuro jura por él mismo, jura por su alma: es entonces que ha perdido la esperanza, poniendo entonces desesperadamente la salvación, su esperanza, en las cosas temporales -es por ello que inventa un interlocutor imaginario o se queda hablando solo, siguiendo la trayectoria del vacío, tomando las aristas tangenciales del camino, y apretando, a fondo, el acelerador. Quien no ha jurado por él mismo, sino por la esperanza, en cambio puede decir tranquilamente: “Esto es todo” –cuando ese todo sólo es lo poco en comparación con el cumplimiento cabal de la esperanza, cuando no es eso el todo, sino justamente sólo todo de lo que se pudo hacer, todo lo que se pudo dar como un signo de la universalidad de la esperanza y, a la vez, como el símbolo temporal de la limitación humana, que es también su autenticidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario