sábado, 18 de mayo de 2013

Marx Ayer VI Por Alberto Espinosa


Una de las cosas que más llama la atención entre los marxistas, o marxianos, es su declarada tendencia a establecer oscuras alianzas, y todo ello, más que en nombre de lo social, que en el fondo los tiene sin el más mínimo cuidado, del poder político -con lo que aquello corre el peligro de convertirse en un comité de la friega, de viejas de lavadero pendientes del último chismarrajo -donde las propuestas no pasan de la vacua insinuación sexual o del embute, del moche, a troche y troche, resultando así elementos profundamente disolventes de lo social y en su raíz misma. Su recurso favorito, el señalamiento, la denuncia, la acusación ideológica (de  ideológicos, de reaccionarios, de burgueses, de elitistas a los adversarios, a los enemigos del progreso) y por supuesto la baja astucia de la calumnia -método tan sólito en las milicias superderechistas del Muro. A.C-, a lo que hay que agregar su arma más secreta, más escondida de todas: el minucioso ocultamiento. Su añagaza: la utopía "científica" del materialismo histórico y su espargírica dialéctica, que a manera de parapeto les permite siempre postergarlo todo, la justicia social, el pago al trabajador, la justipreciación de la obra ajena, bueno, hasta el amor al prójimo, que llegará, pero claro que llegará, a condición de .... si, de que llegue, con ellos a bordo, el "comunismo", claro, porque no es que no sepan de las injusticias sociales, sino que se superan, pujando, sobrepujándose a  sí mismos, por el sólo hecho de saberlo.... y así, sin hacer ningún esfuerzo particular por remediar sus males, sólo repiten, como el chanate del cuento, en un monótono graznido: hoy no, hoy no, tal vez mañana, tal vez (crac, crac, crac-crac).  
   Sobresale entre las dudosas actitudes de esos constructores del futuro, de esos marxistas trasnochados, la incubada por una idea implícita en su postura revolucionaria: de que no hay que reír, de que no hay por que cantar, con lo cual revelan no sólo su absoluta falta de humor, también el futuro, más bien darwinista y simiesco, chillesco, que nos están preparando.
   Indistinguible de la reacción, pues, la izquierda demuestra con ello la falta de todo criterio moral para medir personas o acontecimientos, de todo parámetro o norma instituida para juzgar el valor de las personas, en abierto juego, y rentable, con el establishment, tirando por la borda del olvido cualquier compromiso ético con el prójimo -ya no digamos con Aquel que es. Tales actitudes lamentables no pueden sino desembocar en el caos social, pues son ruindades, actos que hollando los pilares de la convivencia, redundan en la profunda frustración interna de quienes por una vaga utopía de sibaritas (con atiborrados bibliotecas vírgenes y ociosas, llaves inutilizables de tiempos compartidos en Miami, chamaquitas quinceañeras mareadas al interior del departamento de soltero, estimulantes en la guantera del automotor, y botines institucionales millonarios, poca cosa), han traicionado, entregado y enterrado a sus hermanos. Resultando así los afamados socialistas los más rabiosamente individualistas de todos -paradoja ya de calibre. Muestra todo ello de la labilidad del orden axiológico del marxismo, que en casos regionales ha llegado alegremente a apostar un lingote entero sólido de oro a cambio de un descolorido jumento, o cuyas celebraciones de la tragedia recuerdan, ya en plena inversión, en rampante trasmutación de los valores, ora al bufón de feria que ha bailado la funesta danza del alacrán sobre la lápida helada del maestro, ora al abyecto comediante a medio afeitar, de sonrisa helada, de cabello graso, irremediablemente casual y desaseado, que primero se postra para luego tenderse, si ha lugar, cual desmayado tapete persa, para obsequiar un libro ostentoso al primer funcionario que llega del centro con la insulsa convicción de consolidar su puesto y, quien sabe, ascender un peldaño más en el escalafón de las bajezas -y todo ello, por supuesto,  en nombre de no se que futuro y de no se que cultura...!!!
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jueves, 16 de mayo de 2013

Filosofía y Educación Por Alberto Espinosa


Filosofía y Educación 


1.- La filosofía es: el arte y la ciencia de las distinciones, de los matices, de las definiciones, de lo diferenciante, de lo especificante, de la determinación de lo esencial.

La filosofía está, así muy mal parada en nuestra época, siglo y mundo, subyugada por el signo de la indistinción, del hibridismo, por la androginia de las formas, por la absorción completa y sin residuos de lo íntimo en lo público, en cuya socialización el hombre contemporáneo, ya falto de toda interioridad, se disuelve en el igualitarismo del número, sobre cuyo campo hoyado se instaura el tuteo y el codeo público, el cual abona el terreno para el fenómeno final del desconocimiento de la persona –tanto en el sentido epistémico, de no tener ni poder tener conocimientos efectivos sobre la realidad humana misma, como en el efectivo desprecio, estimativo y práctico, de la persona.

2.- La filosofía a la altura de los tiempos debe por tanto ser una filosofía de la persona humana, enmarcada en una teoría de la educación comprensiva y completa de nuestra realidad. Porque, por un lado, la realidad del ser humano esta compuesta, si no íntegramente, si principal y básicamente por personas (Personismo); por el otro, porque el hombre, desde que nace hasta la tumba, está constantemente educándose, y a la vez co-educando a sus semejantes, siendo la educación un fenómeno, notable en este sentido, que prácticamente integra la totalidad del mundo de las personas. Ambas filosofías deben así coordinarse con una filosofía de las circunstancias y articularse por medio de una completa y compresiva filosofía del lenguaje.

3.- El hombre es: el animal educado: que es la persona.

4.- La educación es; toda expresión que articule una situación de convivencia formativa. La educación es, en efecto, esencialmente convivencia formativa, formación de lo humano dentro de situaciones de convivencia humana. Las expresiones educativas son tanto mímicas como verbales, pero también aquellas que son producto de su espíritu y de la actividad creadora de sus manos: arte, decoración, artesanías, etc. 

5.- La educación es un proceso social. El ser humano es el animal racional, pero tal animal es esencialmente social: el individuo humano es un ser esencialmente social, que encuentra en la educación el medio propio para formar su individualidad en el sentido específico, estricto, esencial, de una mejor convivencia con sus semejantes: es decir, el logro de la educación es la mónada, si, pero con puertas abiertas y ventanas transparentes.
Los excesos y los defectos: el hombre mónada, confinado, encerrado en su subjetividad, preso en la cristalina isla de su consciencia o encadenado sorda, material, rígidamente al antro de fieras del inconsciente; el hombre socializado, despersonalizado, al grado de dejar de ser individuo.

6.- El individuo humano comienza… por no existir. Nace, crece y se desarrolla y finalmente muere en medio de una cultura (filosofía, arte religión). Tal cultura es preexistente al individuo y también le superará en el tiempo. El ser humano es: el ser social que vive en medio de una cultura. 
   La educación, así, tiene como propósito y orientación final la formación del individuo humano para el completo desarrollo de sus facultades, algunas de ellas innatas, otras tantas tan innatas como exclusivas suyas (pues si todo hombre es por naturaleza racional y hablante, hay quien nace para ser bailarín, o pintor, u orador, o pianista, siendo los dones prodigados por la naturaleza a los individuos escasos y a su manera aleatorios).

7.- Todas las expresiones que articulan situaciones de convivencia formativa, todas las expresiones de la educación, tienen en su núcleo una articulación moral. La esencia de educación es la moral: la morada, la casa de la que sale y a la que se vuelve.

8.- En el proceso educativo la escuela es una especie de segunda familia, de la misma forma que el maestro es una especie de segundo padre. Es por ello que en el proceso educativo vale más el ejemplo que mil palabras y no puede con nada ser sustituido.

9.- El proceso educativo, inserto en la escuela, parte de la educación estrictamente materna y familiar (la crianza, la pertenencia, la identidad de raza, cultura y religión), a las instituciones sociales de la educación, que son en parte artefactos (más o menos mecánicos), y en parte organismos sociales. 

10.- El hombre nace en medio de la naturaleza también, porque nace como animal, como criatura orgánica, biológica, viva. Pero se va haciendo hombre poco a poco, se va educando, se va humanizando entre los hombres, en un proceso social –pero toda sociedad es una sociedad de individuos.
   Desde el primero momento de su nacimiento, el ser humano es tomado por otros, para ser educado, instruido, humanizado –la vida social de la cultura. Porque el hombre no posee la humanidad, sino que vive en ella, que entra en ella como se entra a un ámbito, a una región del ser, así entra en el mundo de la cultura, que le precede y que estará ahí más allá del individuo.
   El hombre es: educarse, hacerse hombre, es entrar en contacto, familiaridad, asimilación y recreación de las formas y los contenidos de una cultura –pero si entra en ese mundo de signos y de significaciones, digamos porque no quiere, o porque no lo alcanza, o porque no existe (sociedades bárbaras), puede decirse o que es un no hombre, o que es infrahumano, o que es bárbaro.



Curso de Antropología Filosófica VIII Apéndice III: La Gran Idea Por Alberto Espinosa


La Gran Idea


  "Los glosadores son aquellos que no hacen más que variaciones
sobre los temas ajenos, no quienes hacen de la obra ajena
objeto de trabajo radical, revolucionario."                     
José Gaos


                                                      I. La Crisis

   En la historia del espíritu hay épocas en el hombre tiene un aposento sólido, un hogar. Más frecuentemente acaso, hay épocas en las que se encuentra, a la manera del nómada o del peregrino, viviendo fuera de su auténtica patria humana: en una intemperie que ni se deja abrazar, pero que tampoco es la pertenencia. Hollados, derrumbados los muros de su mansión, gastados y debilitados los cimientos de su comunidad y de sí mismo, el mundo ya no puede sentirse como una casa acogedora, como un orden esencialmente humano, sino como un lugar inseguro, inestable, provisional. Situación que por extremosa e inhabitable resulta insufrible para el hombre, pero que, como el mal que por bien no viene, da en cambio la urgente motivación que hace actuar, que pone en movimiento la reflexión del espíritu humano sobre sí mismo.
   La vida o naturaleza humana consiste básicamente en mociones radicales y por ello universales que son el suelo sobre el que crecen sus especificaciones:
   "Entre estas mociones radicales y universales de la humanidad figurarían su oscilación en el individuo y en la comunidad histórica, en la Humanidad, entre opuestos extremos de un "crisis" de su existencia, crisis por ende constitutiva de la humanidad misma, y una reflexión de ésta [de la humanidad sobre sí misma, principalmente al encontrarse en tales extremos y en el sentido del "cualquier tiempo pasado fue mejor", reflexión no menos constitutiva de ella." (José Gaos,     "El peligro del Hombre" P.L.E. pág. 143)
   En los extremos de la crisis, la Humanidad empieza de nuevo y lentamente a edificarse. Y ¿no es acaso el filósofo, justamente el primero y principal, el dueño y señor de los principios, el príncipe "de lo principado por él", quien tiene como tarea comenzar o principiar con esa reflexión? [1] Filosofando, afanándose por saber, dando razón de todo siquiera "en principio", o mejor por "los principios", el tipo psicológico que es el filósofo no puede menos que sintetizarse y encarnar en individuos vanguardistas que rompen el dermatoesqueleto que ha cubierto y paralizando antiguas construcciones vivas de la Humanidad, abriéndose paso por entre la mala yerba de la jungla parásita, atravesando las aguas tóxicas y larvarias de la filosofía ("filosofía de perdición"), guiados por la inspiración promovida por otros hombres y por su entusiasmo, justamente para re-conocerse y entrar en una nueva relación con el universo ("filosofía de salvación").
   Tal posibilidad se abre como una pregunta rigurosamente antropológica-existencial que se deja oír en épocas de exilio y de orfandad. Al encontrarse el hombre en el extremo de ser un extrajera en su propia comunidad, un solitario entre los suyos, pero también un huérfano del cosmos, llega a descubrir que el pacto primigenio entre el mundo y el hombre se ha rescindido; que se ha disipado una imagen del mundo y la seguridad que en ella encontraba.[2]
   Una de las peculiaridades de la crisis contemporánea es la tentación de vivir en un mundo inimaginable. O, dicho con mayor concreción, se trata de un oscuro sentimiento de vivir una imago mundi novisima: la imago nulla. O, acaso sería mejor decir, de vivir en una imagen usurpada, secuestrada en algún oscuro calabozo lejos de la miradas del pueblo, en un abismo carente de fundamento -pero promotor de formas desviadas de relacionarse socialmente, de representaciones del cosmos peligrosamente inconscientes o carentes de espíritu (pelagianismo).
   Quizá el diagnóstico de la historia del paradigma moderno no este completamente elaborado y acabado -porque acaso falte aún cerrar su círculo al abrirse el nuevo que habrá de sustituirlo. Indudablemente se trata de una historia una de cuyas raices ha llegado al término de su razón: de su capacidad de comprender lo que ocurre con justicia y de actuar de manera adecuada. Un brazo de su modelo de razón no consiste ya en una unidad comprensiva de saber, elegir y comportarse responsablemente. Estamos entrando en una forma nueva de ver el mundo y de razonar sobre él que empezaría a dejar atrás el pensamiento llamado "moderno" -ocaso de toda una "época histórica" que ha durado lo que la primacía dominante de su figura del mundo.[3] Nos encontramos, en efecto, en el trecho final de su imaginación creadora, cuyas fuentes se encuentran estancadas y pervertidas en los sótanos de los facilismos existenciales, de los formalismos abstraccionistas o tautológicos y de las usurpaciones personistas. Fuentes venenosas que han enfermado a los símbolos, ahogados de abstracción y de mitificaciones, atrapados en los rigorismos de las reglas, muy lejos de las aguas cambiantes y fluidas de una vida que sería buena y digna de ser vivida. La exigencia de un cambio de paradigma, de un cambio de la relación fundamental y fundadora que las personas tienen con la totalidad (incluyéndose a sí mismas) equivale, en efecto, a un cambio de proporción y de medida; ante la medida-de-hecho-desmesurada se vuelve imperativo hallar la medida-esencial-humana.[4]
   En el núcleo del nuevo pánico social y el nuevo temblor antropológico que late en el fondo mismo de la modernidad, la cuestión sobre la esencia del hombre aparece en la cresta de la ola como plateada espuma -justamente por tratarse de una ola de proporciones espantables y nunca antes vistas, ya no según el ropaje filosófico, sino en la nuda y ósea realidad de la existencia. Bañados por los formidables efectos de esa tormenta, bien sabemos la verdad de la posibilidad del derrumbe del hombre. Y ¿no es precisamente cuando el hombre se enfrenta a su ser no-humano, a la realización inhumana de lo humano, en una palabra, al espectáculo de una dilatada y vasta antropología negativa, no es en esos momentos de profunda decadencia humanística cuando le resulta urgente conocer su ser y preguntarse por su destino, recomenzando con ello a problematizar, a tematizar al hombre? El hombre, en efecto, no es un ser claro y unívoco, sino un ser equívoco, problemático. ¿Y no es esta condición antropológica la condición de posibilidad, el abismo imposible (insufrible) que hace posible el suelo de una Antropología Filosófica?

                                                  II. La Gran Idea
   Las Grandes Ideas llegan suave, pausadamente. Primero reptan tímida, fantasmalmente, abismadas ante su falta de fundamento o de justificación -como si tuvieran temor de ser, como si no tuvieran derecho a la existencia. A la manera de vastas y nebulosas que lentamente humean desde la cocina del caldo de cabezas de la tradición filosófica, empiezan por aparecer teñidas de irrealidad, bucentauros fantásticos de la imaginación creadora, constituyéndose figurativamente en la mezcla de mansedumbre y astucia de la serpiente-cordero que avanza pisando "con pies de paloma". Empero, las Granes Ideas tarde o temprano cuajan: sus gases rarificados se condensan en agua bebible, en aire respirable. Luego ahondan y con la memoria van hundiendo sus pisadas profundamente en el suelo de una época, dejando su huella de memorioso cuadrúpedo, hasta constituir la cifra, el emblema definitivo que buscará la sed de la rememoración. Y es entonces, en el largo viaje hacia lo más profundo de una época, que la cascada que arrastra el limo terrenal de la situación de convivencia, empieza a dar sustancia concreta a las ideas eternas, alimentado desde el apacible paisaje del lago un suelo firme y fértil como el suelo. Huellas en las que volvemos insistentemente a caer, buscando su fuente para abrevar de su vida y en que las generaciones futuras fecundaran la historia.
   Como recuerda Ortega, la Gran Idea es todo lo contrario de una feliz ocurrencia, de tal o cual combinación de conceptos más o menos afortunada. Se trata, por lo contrario, de una idea superlativa, mayúscula, irresistible, aneja a la evolución misma del espíritu humano. No es, así, sino una Forma necesaria del destino humano, de una concepción que no puede no ocurrírsele a los hombres al obrar sobre ellos de una forma casi milagrosa y planetaria. Siguiendo la expresión de Ortega, se trata de esas constelaciones, determinantes de una época, en que los hombres entran a partir de una fecha para estar en ellas, como una atmósfera espiritual que constituyen un suelo histórico, una firmeza: un lugar habitable para el hombre.
   En efecto, la Weltanschauung, la imagen e idea del mundo de una época histórica, su "figura del mundo", está constituida de una serie de creencias de las que una época participa. La mayoría de las creencias que tenemos en un tiempo dado, son creencias de las que podemos dar razones; justificarlas, pues, en la aceptación de otras creencias (creencias por razones) o directamente en experiencias vividas (creencias por motivos). Pero hay otras creencias que no tenemos nosotros, sino que, por decirlo así, nos tienen, estando más nosotros en ellas que ellas en nosotros. Se trata de creencias heredadas de nuestra sociedad, compartidas por sus miembros y supuestas en las demás. Creemos en ellas sin que se nos ocurran razones explícitas para justificarlas, pues al constituir nuestra figura del mundo se aceptan espontáneamente, sin aducir razones, pues establecen nuestra manera de relacionarnos con el mundo. Estas creencias colectivas que arman una "figura del mundo" son, pues, creencias colectivas, compartidas por una época, un grupo social o una clase -corresponden, pues, a una época histórica y están a la base de las creencias individuales. Generalmente permanecen informuladas, como convicciones vagas que flotan en la atmósfera de una época histórica. Las creencias que integran una "figura del mundo" tendrían diversos niveles y estarían conectadas entre sí de manera compleja. Su núcleo estaría en unas cuantas creencias básicas acerca del género de realidades que damos por existentes ("compromisos ontológicos") y al tipo de valores que aceptamos verdaderos ("compromisos valorativos"). Así, el tipo de realidades y valores aceptados determina el ámbito de lo permitido y lo vedado.
   Raramente se ponen en cuestión -pero si se hace, podemos encontrar las razones implícitas por las que las aceptamos -impregnadas motivaciones, esperanzas y sentimientos profundos del ánimo. Estas creencias versan sobre el como y el qué es la realidad, como nos situamos en el mundo, que es lo que de verdad vale en nuestras relaciones con él y con nuestros semejantes. Por lo tanto, constituyen el "marco de referencia", el "paradigma" o, mejor, la forma y manera como se presenta el mundo en una época. Los cambios de "figura del mundo" se dan de vez en cuando, en el momento en que grandes presiones conceptuales se desencadenan para llenar depresiones de creencias, dividiendo megaperiodos de la historia humana. La Gran Idea no es, en el fondo, sino la articulación conceptual, y por ello filosófica, de una nueva "figura del mundo" -aun por venir.
   En nuestra época la Gran Idea ha andado por el mundo buscando su esencia hasta fraguarse formal y sistemáticamente bajo la especie de la Antropología Filosófica. Es cierto que los primeros colonizadores que la vislumbraron la cauda del cometa no pudieron del todo "tomar plaza" en esa Idea -recuérdese, por ejemplo, el caso fatigoso de Dilthey, el extremoso de Heidegger y Sartre, el proteico y malogrado de Scheler, el insuficiente de Hartmann y, de algún modo, del propio Ortega. En efecto, el tempo de desarrollo que llevaría a la Idea del Hombre ha sufrido, insistentemente, de repetidos contratiempos. En nuestros días es imposible hablar de un estado primerizo en su evolución. Sus contratiempos significan, más bien, el problema final de su sólida articulación, dado que la Idea es un organismo de elementos o ingredientes enormemente distantes entre sí. Su proyecto de modificación ad integrum de la vida humana exige no solo su abarcar la totalidad del problema universal, sino también la colaboración de diferentes grupos culturales para darle vida.
   Al comienzo los fragmentos de la Idea son descubiertos por hombres que se ignoran entre sí, venidos de puntos geográficos distantes, pero movidos por un mismo destino y, acaso, por un mismo carácter. La Gran Idea nace a pedazos y sólo cuando han sido articuladas bajo la tierra sus más hondas raíces, el humus nutricio comienza a ser transformado en alimento y a florecer en la superficie -hasta que la idea, por fin, se integra, apareciendo entonces única, entera y simplísima.
   En una de sus formulaciones podría sintetizarse diciendo que: "la unidad conceptual nace de la "unidad vital"" -y la unidad vital del ser humano no se encuentra sino en el concepto de "persona" entendido en lo que tiene de desarrollo de sus "exclusivas humanas".[5] Acaso su primera formulación sería el filosofema de Fichte con que se abre plenamente el Romanticismo filosófico o la Filosofía Contemporánea toda, y que resa: "Que clase de filosofía se elige depende de que clase de hombre se es". Se trata, en efecto, del epitafio en donde queda históricamente labrado que una concepción del universo empieza a pasar de época, a morir, acusando su rigor mortis sin resurrección posible, para dar lugar a una renacimiento, a otra imagen en trance de crecimiento y sedimentación como profunda base cultural. Hay que intentar, pues, rastrear ese punto de partida, de sujetar firmemente ese valor universal (ecuménico), que nos concierne a cada uno y en conjunto -a cada uno de nosotros.
                                                             
III. Espíritu Colectivo: la Tradición
   Cada época, en efecto, vuelve a dar su sentido original al universo en una transformación evolutiva. En nuestra época se ha vuelto a vivir esa transformación bajo la manifestación de dolores extremos, que bien pudieran ser, como diagnosticó en su momento José Gaos, anuncios de parto. Se trata, en efecto, de síntomas que más que ser los del fin de una cultura son la irrupción de un nuevo ciclo cultural.[6] En este sentido, la filosofía descansa en el espíritu colectivo. Con este concepto no me refiero, por supuesto, a una entidad metafísica, mucho menos a una noción gregaria; me refiero a algo que se da conscientemente al convivir y vivir algo en compañía: a los sujetos que articulan un contenido espiritual como una orientación, como un sentido para la vida, y cuya producción y reproducción, cuya creación consiste en un modelarse y formarse en el vivir en compañía determinados contenidos. Me refiero, pues, a una Cultura.
   El "espíritu colectivo" no puede así sino radicar en la encarnación de valores en un sujeto que se constituye en compañía mediante la realización de actos plenamente conscientes y espontáneos, libres, referidos intencionalmente a algo objetivo (Scheler). No se trata, pues, del "alma colectiva", de origen impersonal, anónimo. El espíritu colectivo, por el contrario, sólo aparece en representantes personales de él. Los "modelos" personales que "sustentan" ese espíritu por medio de actos espontáneos realizadores de objetos y bienes (de valores), pueden, sin embargo, sucumbir en la nada. Acaso tres causas principales representen los obstáculos máximos a esa tarea: cuando los actos, destinados a tomar el relevo histórico en el tránsito de las generaciones, abandonan la espontaneidad, alejándose del interior auténtico y de las motivaciones reales de la persona (fallando la congruencia con la vida), cuando el relevista del sentido no logra hincarse en el fondo de sí mismo siendo incapaz de examinar libremente las propias razones (fallando la autonomía del pensamiento), cuando la riqueza espiritual queda petrificada, por repetición o por deformación, por falsía o tradicionalismo, sin someterse a las fuerzas evolutivas de renovación e innovación (fallando la resistencia de la autenticidad ante la inercia de las instituciones).
   En efecto, en determinados momentos de su evolución, en el relevo de las generaciones, el desarrollo de la Gran Idea también puede manifestarse como impedimento, incluso como retroceso, regresión y decadencia. Esto se debe a que el abandono de un paradigma "degenerativo" en favor de uno "progresivo" se presenta obstaculizado por serias barreras psicológicas que impiden la sustitución. Obstáculo comprensible si se considera que un nuevo paradigma filosófico implica "ver" y sentir de otra manera la realidad fenoménica en su totalidad.[7]


    [1] No hay que olvidar que para esos nuevos magos afanosos de dominación (los hombres de poder), el filósofo representa al hombre conocedor y dueño de los principios, pero también al conocedor y dueño de todo lo demás por medio de los principios -representando especialmente, pues, el conocedor y dueño de sus congéneres, a quienes obviamente quiere dominar.
    [2] Ya se sabe: es la crisis. El peligro del hombre...
    [3] Véase Luis Villoro El pensamiento moderno: Filosofía del Renacimiento FCE, Cuadernos de la Gaceta # 82, especialmente el Capítulo X.
    [4] Karel Kosik ha visto, no sin razón imaginista, la encarnación del paradigma moderno en la figura del Schauspieler nietscheano: amo que pone en escena la realidad como una sucesión ininterrumpida de imágenes, donde queda abolida la distinción entre imagen creadora y la realidad, y en la que se reproducen los escenarios de la cultura -pudiendo citarlos a discreción... pero sin poder imitar a sus modelos. Se trata de ese hombrecillo, dependiente en absoluto de la opinión del público, que sacrifica a su egoísmo, avidez de comodidades y de placeres, la naturaleza, la cultura, las ideas, el honor, la moral, la memoria y el pensamiento (Karel Kosik "Praga y el fin de la historia", entrevista con Alain Finkielkraut, traducción del francés: Aurelio Asian. Revista Vuelta # 207, febrero de 1994, pág. 12).
    [5] Juan David García Bacca, Existencialismo. Universidad Veracruzana, Xalapa, 1960. pág. 34
    [6] Juan Larrea, Roben Darío y la Nueva Cultura Americana. PRE-TExtos, Valencia, 1987.
    [7] No es gratuito que sean los filósofos jóvenes, en los mismísimos años formativos, los que vayan acuñando con mayor facilidad, y por lo tanto con mayor frecuencia, los elementos que lograrán posteriormente sintetizar en una visión armónica, rompiendo con los paradigmas filosóficos que obnubilan la mente de sus predecesores más viejos y experimentados. Las resistencias sociopsicológicas en la cambiante cosmovisión del hombre impregnan de hecho todo sistema de creencias. No hay que descontar que en muchas ocasiones tales resistencias sirven a intereses particulares que las transforman en potentes doctrinas de dominación (concepto de "ideología"). Una primera forma de imposición de estas doctrinas consiste en presentar un saber, que habría de ser confirmado personalmente, como objetivo o confirmado intersubjetivamente por las comunidades epistémicas -e incluso confirmado míticamente, in illo tempore-, encubriendo que se trata de plexos de creencias en realidad "aceptadas por deseo". Es entonces cuando nos enfrentamos a ideología manipuladoras, que usan de razones insuficientes o distorsionadas en favor de intereses particulares de una clase dominante.





Curso de Antropología Filosófica VIII Por Alberto Espinosa


8.- Filosofía y Educación           

8.1.- La filosofía es: el arte y la ciencia de las distinciones, de los matices, de las definiciones, de lo diferenciante, de lo especificante, de la determinación de lo esencial.
   La filosofía está, así muy mal parada en nuestra época, siglo y mundo, subyugada por el signo de la indistinción, del hibridismo, por la androginia de las formas, por la absorción completa y sin residuos de lo íntimo en lo público, en cuya socialización el hombre contemporáneo, ya falto de toda interioridad, se disuelve en el igualitarismo del número, sobre cuyo campo hoyado se instaura el tuteo y el codeo público, el cual abona el terreno para el fenómeno final del desconocimiento de la persona –tanto en el sentido epistémico, de no tener ni poder tener conocimientos efectivos sobre la realidad humana misma, como en el efectivo desprecio, estimativo y práctico, de la persona.
8.2.- La filosofía a la altura de los tiempos debe por tanto ser una filosofía de la persona humana, enmarcada en una teoría de la educación comprensiva y completa de nuestra realidad. Porque, por un lado, la realidad del ser humano esta compuesta, si no íntegramente, si principal y básicamente por personas (Personismo); por el otro, porque el hombre, desde que nace hasta la tumba, está constantemente educándose, y a la vez co-educando a sus semejantes, siendo la educación un fenómeno, notable en este sentido, que prácticamente integra la totalidad del mundo de las personas. Ambas filosofías deben así coordinarse con una filosofía de las circunstancias y articularse por medio de una completa y compresiva filosofía del lenguaje.

8.3.-  El hombre es: el animal educado: que es la persona.

8.4.- La educación es; toda expresión que articule una situación de convivencia formativa. La educación es, en efecto, esencialmente convivencia formativa, formación de lo humano dentro de situaciones de convivencia humana.   Las expresiones educativas son tanto mímicas como verbales, pero también aquellas que son producto de su espíritu y de la actividad creadora de sus manos: arte, decoración, artesanías, etc.  

8.5.- La educación es un proceso social. El ser humano es el animal racional, pero tal animal es esencialmente social: el individuo humano es un ser esencialmente social, que encuentra en la educación el medio propio para formar su individualidad en el sentido específico, estricto, esencial, de una mejor convivencia con sus semejantes: es decir, el logro de la educación es la mónada, si, pero con puertas abiertas y ventanas transparentes.
   Los excesos y los defectos: el hombre mónada, confinado, encerrado en su subjetividad, preso en la cristalina isla de su consciencia o encadenado sorda, material, rígidamente al antro de fieras del inconsciente; el hombre socializado, despersonalizado, al grado de dejar de ser individuo.   

8.6.-  El individuo humano comienza… por no existir. Nace, crece y se desarrolla y finalmente muere en medio de una cultura (filosofía, arte religión). Tal cultura es preexistente al individuo y también le superará en el tiempo. El ser humano es: el ser social que vive en medio de una cultura.  
   La educación, así, tiene como propósito y orientación final la formación del individuo humano para el completo desarrollo de sus facultades, algunas de ellas innatas, otras tantas tan innatas como exclusivas suyas (pues si todo hombre es por naturaleza racional y hablante, hay quien nace para ser bailarín, o pintor, u orador, o pianista, siendo los dones prodigados por la naturaleza a los individuos escasos y a su manera aleatorios).

8.7.- Todas las expresiones que articulan situaciones de convivencia formativa, todas las expresiones de la educación, tienen en su núcleo una articulación moral. La esencia de educación es la moral: la morada, la casa de la que sale y a la que se vuelve.

8.8.- En el proceso educativo la escuela es una especie de segunda familia, de la misma forma que el maestro es una especie de segundo padre. Es por ello que en el proceso educativo vale más el ejemplo que mil palabras y no puede con nada ser sustituido.

8.9.- El proceso educativo, inserto en la escuela, parte de la educación estrictamente materna y familiar (la crianza, la pertenencia, la identidad de raza, cultura y religión), a las instituciones sociales de la educación, que son en parte artefactos (más o menos mecánicos), y en parte organismos sociales.  

8.10.-  El hombre nace en medio de la naturaleza también, porque nace como animal, como criatura orgánica, biológica, viva. Pero se va haciendo hombre poco a poco, se va educando, se va humanizando entre los hombres, en un proceso social –pero toda sociedad es una sociedad de individuos.
   Desde el primero momento de su nacimiento, el ser humano es tomado por otros, para ser educado, instruido, humanizado –la vida social de la cultura. Porque el hombre no posee la humanidad, sino que vive en ella, que entra en ella como se entra a un ámbito, a una región del ser, así entra en el mundo de la cultura, que le precede y que estará ahí más allá del individuo.
   El hombre es: educarse, hacerse hombre, es entrar en contacto, familiaridad, asimilación y recreación de las formas y los contenidos de una cultura –pero si entra en ese mundo de signos y de significaciones, digamos porque no quiere, o porque no lo alcanza, o porque no existe (sociedades bárbaras), puede decirse o que es un no hombre, o que es infrahumano, o que es bárbaro.







Marx Ayer V La Libertad o las Cadenas Por Alberto Espinosa


    Hoy por hoy por libertad se viene entendiendo algo parecido a la impunidad, algo así como un derecho de paso para hacer lo que nos venga en gana; libertad de paso, decía, y hasta de piso, cuando de acuerdo a la tradición por ese noble concepto siempre se había entendido más bien aquello que nos obliga a responder, aquella instancia humana que nos vuelve responsables: la libertad de hacer el bien y la liberación de la cárcel que nos impide vivir la vida del espíritu, la libertad de actuar, pero en el estricto sentido de romper las cadenas del mal, de la vanidad, de los lazos del dinero, de los grilletes de la convención social, donde se agosta el espíritu y la paz se pierde...!!!



Filosofía por Radio VII Por José Gaos




Iniciación a la Filosofía

6.- Ontología. Existencia y ser

   Ya vimos cómo el nombre ontología significa la disciplina que tiene por objeto el ser. Pero esta palabra, ser, significa, a su vez, muchas cosas.
   Originalmente es un verbo, y este verbo tiene dos significados.
   En una frase como el hombre es el animal racional, el verbo ser significa el ser tal o cual.
   Pero en una frase como Dios es, el verbo ser significa que Dios existe, el verbo ser significa existir. Una frase como Dios es no es una frase del lenguaje vulgar. Es una frase del lenguaje filosófico. En el lenguaje vulgar no se dice que Dios es, sino que Dios existe. Pero esto confirma lo dicho del significado del verbo ser en una frase como Dios es.
   El verbo ser puede sustantivarse anteponiéndole el artículo y diciendo el ser, y esta frasecilla tiene, a su vez, varios significados.
   En una frase como el ser del hombre es contingente, la frasecilla el ser significa el existir o la existencia -del hombre es contingente.
   Pero en una frase como el ser del hombre es la animalidad racional, la misma frasecilla, el ser, significa la esencia -del hombre es la animalidad racional.
   Y en una frase como el ser abarca lo real y lo ideal la misma frasecilla significa el conjunto de lo existente -abarca lo real y lo ideal.
   Y, en fin, en una frase como el ser se dice así por la existencia, la frasecilla significa el ente o el existente, "en general" -se dice así por la existencia.
   Con este último significado está muy relacionado el que en una frase como un ser se dice así por la existencia tiene la frasecilla un ser: un existente, en general, se dice así por la existencia.
   En cambio, la misma frasecilla, un ser, tiene en una frase como un ser como el que les habla es un ser humano el significado de un existente, no en general, sino singularmente determinado.
   Plural de este último significado es el de la frasecilla los seres en una frase como los seres integran el universo -o el ser, en el sentido de lo existente: los existentes integran lo existente.
   Si recapitulamos, encontraremos que tenemos
   el ser tal o cual,
   el existir o la existencia,
   la esencia,
   lo existente,
   el existente, en general,
   los existentes singulares y cada uno de ellos.
   Lo mejor sería, pues, distinguir terminológicamente los distintos significados, no empleando la palabra ser más que en uno y empleando para los demás sendas palabras distintas de ser. Los filósofos no lo han hecho ni lo hacen así. Pero este curso va a hacerlo en adelante. Reservará la palabra ser únicamente para el ser tal o cual, y empleará los términos los existentes, lo existente, el existente, la existencia y la esencia en las significaciones indicadas.
   E inmediatamente, para precisar el objeto de la Ontología. Disciplina que tiene por objeto el ser -¿en cuál o en cuáles de las significaciones indicadas? ¿En la del conjunto de los existentes singulares o de lo existente, o en la del existente en general, o en la de la existencia o la esencia, o en la del ser tal o cual?
   Ante todo, en la del existente en general. Lo que se diga de éste, se dirá de cada uno de los existentes singulares y del conjunto de todos ellos -que es también un gran existente singular, el gran existente singular; y del existente en general se dice ante todo, a su vez, la existencia y la esencia; y con esta última, con la esencia, está relacionado el ser tal o cual.
   No de la sola disciplina que tiene por objeto el existente en general puede decirse se sintetizaría en la definición de su objeto. ¿Cuál es, pues, la definición del existente, en general?
   Recordemos que la definición se hace por el género y la diferencia específica. ¿Cuál es el género del existente?
   No lo hay. Hay género del hombre, porque el animal es en parte el racional o humano y en parte el irracional. Hay género del animal, porque el viviente es en parte el animal y en parte el vegetal. Hay género del viviente, porque el existente natural es en parte el viviente y en parte el inanimado. Pero no hay género del existente, porque el existente no es en parte tal y en parte cual, pues el existente es ya -todo.
   La consecuencia de no haber género del existente es no ser éste propiamente definible.
   ¿Se ha acabado al primer paso la ontología -o puede ésta seguir marchando?
   Puede, renunciando a definir el existente, y procediendo en dirección inversa: en lugar de marchar de una parte del género a éste, que es lo imposible cuando se trata de lo que no es parte de nada por ser el todo mismo, marchar de éste, del todo, a sus partes. No de la sola disciplina que tiene por objeto el existente puede decirse que se desarrolla mediante la división de su objeto. ¿Cuáles son, pues, las partes del existente?
   Las partes del animal eran el racional y el irracional. Las del viviente, el animal y el vegetal. Las del existente natural, las del viviente y el inanimado. O, en vez de ascendiendo, descendiendo: el existente natural se divide en inanimado y viviente; el viviente, en vegetal y animal; el animal, en irracional y racional. ¿En qué se divide, análogamente, el existente? Esta pregunta equivale a preguntar por las clases superiores de una clasificación de los existentes. Esta, una clasificación de los existentes, parece una tarea bien propia, exclusiva, de la ontología: puesto que no puede serlo de ninguna otra disciplina o ciencia, ya que todas las demás disciplinas o ciencias tienen por objetos sendas clases de existentes. División del género en especies.
   Pero del hombre son partes la animalidad y la racionalidad; del animal, la vida y la animalidad; del viviente, la existencia natural y la vida. ¿En qué se divide, análogamente, el existente? Lo que vimos es que el existente no puede dividirse análogamente a como se divide el viviente en existencia natural y vida, el animal en vida y animalidad, el hombre en animalidad y racionalidad. División de especies en géneros y diferencias.
   Pero el existente se divide en existencia y esencia. Esta división es, pues, realmente el primer objeto parcial de la ontología. División de trascendental en cuasisustancia y cuasimodo.
  



Marx Ayer IV Por Alberto Espinosa

Los Sueños del Hombre (y sus Pesadillas)



   El hombre es un ser finito. Ello es parte de su naturaleza, de su humanidad: el reconocimiento de su humildad -que es donde puede radicar su autenticidad. Más la universalidad de lo infinito, de algunos cuantos valores, que es de lo que también se trata, a lo que aspira toda filosofía, todo saber, todo arte, toda religión, hay que buscarla justo en la encarnación de tales ideales y en los ideales: en los sueños y epopeyas de una cultura, de una comunidad concreta, en una épica determinada de la historia, justamente. 
   Invertir los términos es el error. Pensar que el hombre es infinito, que tiene un poder ilimitado que puede usar arbitrariamente, para desecar los pozos de la tradición o en el saqueo de bibliotecas, para violentar las relaciones sociales o enriquecerse a fuerza de retóricas guajiras, para despojar de su trabajo al prójimo, para hacerse valer a la mala e imponerse, lo mismo que para codiciar la mujer ajena, o para llevar una vida loca, tan fornicariamente secreta como infiel e irresponsable (creyendo imbécilmente hacer de ello una política); inmenso error de perspectiva, cuya pobre teología de socialistas ateos y trasnochados, cuya chatos modelos de siniestros artistas simiescos, cuya parca tecnología de periodistas del establecimiento y sus dictados, confunde la divinidad con la tarea soterrada de los forajidos.

   Pensar que la cultura es mi cultura, que es relativa a mi persona, que es finita en una palabra, que es lo que los faculta y da licencia para creer que se puede usar o desechar al antojo, es la parte del subjetivismo rampante que completa el error -porque el hombre no tiene la humanidad como su propiedad desde un principio y para siempre, sino que vive en ella, como una tarea de familiarización y asimilación de sus contenidos y de su espíritu, aprendiendo de la tradición de una cultura, poco a poco, en un dilatado proceso social de educación. Quien no quiere entrar en ese mundo simbólico, terminará mal, en el confinamiento del egoísmo hinchado o encerrado en la jaula amordazada de los espejos rotos -siendo rechazado finalmente de la raíz de lo social, por haber cortado el cordón umbilical de la cultura, que es lo que da vida a cada una de nuestras expresiones –por más que no sea insólito en el rico mundo de la cultura y de la educación que haya los dormidos, los fingidores de las formas, los ciegos, los aprovechados, resultando empero finalmente expulsados de su seno: los tales, los abortos de la cultura, la leña seca...!!!










domingo, 12 de mayo de 2013

Marx Ayer III De la Razón sin Dios Pofr Alberto Espinosa







   El argumento ontológico está hoy en día perfectamente devalorado, desestimado en su fuerza racional... completamente. Argumento poderoso en su tiempo, el cual conserva, si bien se mira, pienso, todo su vigencia. El argumento de San Anselmo no viene sino a reforzar racionalmente lo que la Biblia dice ya, o que Dios mimo predica de sí mismo: "Soy el que fue, el que es... y el que será...", y el que jura "por su eternidad". El ser eterno, pues, la divina persona ... que no puede en razón de su propia esencia no darse en algún momento dado la existencia. Y es lo que dice el argumento, que lo dice la misma Biblia de otras maneras, en otras modulaciones, pues Dios, que estuvo en el principio del mundo, nos acompañará en el fin... De hecho, lo que está detrás del argumento racional es el hecho histórico de la promesa de Cristo, también eso, de que habría de volver -que es otro aspecto de lo mismo. Lo que los filósofos estaban diciendo en la Edad Media era eso: cuídense de la autosuficiencia de la razón, cuídense de la escolástica y de todo lo que va a venir, de la ilustración, de la revolución, de la razón sin Dios, de la razón histórica, guárdense del existencialismo, y ...de la razón instrumental que habrá de acompañarlo como un perro a su amo, como la sombra al cuerpo, que dirá que para el pensamiento existencial, que para la razón histórica, no se deriva de la esencia la existencia, porque se comienza por no haber esencias, por ser solo de hecho ... y sin razón de ser... El pensamiento de Dios, sin embargo es más que posible para el idealismo, porque para la razón del esencialismo no hay contradicción, sino más bien necesidad lógica, apoyada en la cita bíblica, porque ha de venir Aquel que era, que fue, que es... Entonces los filósofos modernos pensaron como tumbare las alas al argumento... y cayeron en la cuenta que solo sería tumbando caña con la esencias mismas, con todas las esencias, no importando si con ello se desnaturalizaba todo, filosofía, religión, existencia, hombre... poesía, pintura, toda superestructura, , porque había que tumbar la caña de las esencias, de toda esencia, para que Dios no tuviera asidero posible, ninguna existencia esencial a partir de la cual poder darse la existencia, para poder encarnar, habiendo ninguna esencia ya en el mundo... jaja.... que chatos los modernos, que pasados de listos... y curioso modo de pensar, consistente en negarle la existencia a Dios existencialiando al hombre hasta dejarlo sin esencia alguna, negando a Dios en el hombre mismo, ya no digamos lo divino en el hombre sino incluso lo esencial al hombre, convirtiendo al hombre en un ser de historia, más que de razón, y suplantando a Dios por una deidad, por un ídolo a modo, por la vieja diosa Concupiscencia, cuyo culto venera las chichis pandémicas, dando monedas a razón de sus pezones,... o algo más moderno, una máquina, un culto maquinal, con la que el diablo maquina la perdición de la humanidad entera, si, el ídolo del progreso material, el ídolo inconsciente de las condiciones materiales de la existencia... el ídolo de la libertad permisiva y sin determinación alguna y su dios padre de todos los males, el Progreso, del desarrollo material que va de la mano con todas las variopintas herejías, que ahora se llaman novedades, porque la herejía es siempre nueva, que uno se pueda imaginar, que es lo que está en el fondo de la modernidad toda ... !!!