martes, 23 de abril de 2013

III.- Sobre las Apariciones de San Jorge y el Simbolismo del Dragón Por Alberto Espinosa


III.- Sobre las Apariciones de San Jorge
y el Simbolismo del Dragón


“No hay en la tierra nada que se le parezca;
fue hecho para no sentir miedo jamás.
Hace frente aún a los más arrogantes
y es el rey de todas las fieras.”
Job 41, 34

“Del agua estancada,
esperad veneno.”
William Blake


I.- La Imagen Regional
   En la sala de la Sacristía de Catedral Basílica Menor de Durango, junto a cuatro magníficas pinturas del Redentor de gran formato, se encuentra una bella imagen de San Jorge, patrono de la ciudad. El lienzo, pintado por un artista anónimo del siglo XVIII, fue adquirido en Guadalajara por el obispo Pedro Anselmo Sánchez de Tagle, quien juró a San Jorge como patrono de la ciudad de Durango  en el año de 1749.  En una de las capillas de la Catedral se encuentra, además de un escudo labrado en cantera que consigna el hecho y al lado derecho de la famosa escultura en estofado de San Jorge niño, una reproducción de la pintura, de fecha reciente y de factura notoriamente menor, pero que añade al dragón una especie de casulla verde olivo que le arrastra hasta el suelo.
   Por su parte la imagen original de San Jorge preservada en la Sacristía de la Catedral Basílica Menor de Durango, a más de dar cuenta del arte de un pintor maduro en pleno dominio de su paleta y de sus formas, da razón también de la gravedad del tema y de su altura espiritual. El cuadro, de características neoclásicas, espejea la juvenil figura del santo enfundado en recia armadura metálica que montado en perlado corcel fustiga al dragón malhechor con tremenda lanza que hiende en la boca del monstruo con la mano derecha, el cual abre las fauces en maligno gesto de aflicción y amenazante, mostrando la caverna interna del hocico y la largura de la lengua retorcidamente aguda cual dardo de fuego en la agonía de los estertores finales.
II.- La Historia Mítica y sus Fuentes
     San Jorge en su lucha contra el dragón encarna históricamente un arquetipo mítico: el del personaje sauróctono (matador de dragones), símbolo del combate divino contra las fuerzas del mal absoluto. Aunque en la antigüedad Jasón y Perseo son los héroes matadores de monstruos por excelencia, no son sino prefiguraciones de los santos sauróctonos o vencedores de la bestia en el cristianismo en enfrentamientos guerreros, entre los que figuran: Armentario en Draguignan; San Agrícola en Aviñón; San Bertrando en Comminges; San Marcial en Burdeos; San Donato en Sisterón; San Marcel en París y San Hilario en Potiers –a los que se debe añadir Santa Martha, quien derrota a la Tarasca mediante el conjuro de un encantamiento.
   La hagiografía (historia de los santos) consigna que venerado desde el siglo IV, la pasión del mártir Jorge fue redactada por vez primera en el siglo V, siendo mencionada en el siglo VI por Gregorio de Tours en El Libro de la Gloria de los Mártires. Posteriormente la historia fue recogida integra en el siglo XIII  por Giacopo la Voraine en La Leyenda Dorada, quien ya avanzada la alta Edad Media la transforma en leyenda, pasando San Jorge de mega mártir a vencedor del dragón (tropaiphoros).
   En efecto, la historia del nacimiento (año 280 en Siria o Capadocia, Turquía) y la pasión de San Jorge, cuyo martirio tuvo lugar en 303 en la Ciudad de Lydda o Diospolis (hoy Lod, Israel), por ordenes de emperador romano Dioclesiano y Maximiano, y cuya lectura fue desaconsejada al pueblo de Dios por el papa Gelasio en año 494, se transforma paulatinamente por intermedio de la imaginación colectiva, empezando a ser representado en el siglo X en Oriente y en el XI en Occidente como héroe sauróctono o matador de dragones –destacándose en la historia el capítulo caballeresco de la fantástica salvación de la hija del rey de Lidia por San Jorge, amenazada por el monstruo en la ciudad de Silena donde robaba y aterrorizaba a la población, asegurando su victoria la prosperidad y estabilidad del país.
   Hijo de padres labradores ricos el joven Jorge recibió una buena instrucción y esmerada educación cristiana y siguiendo los pasos del padre en la milicia sirvió en el ejército romano llegando a ser guardia del palacio de Dioclesiano en la ciudad de Nicomedia quien adopta, a mediados del siglo IV, medidas para eliminar en el ejército de Oriente todo lo referente al cristianismo, publicando un edicto en aquella ciudad ordenando la demolición de las iglesias y la expulsión de los cristianos de todos los cargos administrativos, endureciéndose las represalias y crueldades contra éstos y extendiéndose la persecución al Asia menor. El capitán Jorge, indignado contra la tiranía, defiende públicamente su religión afirmando de viva voz que es la única y verdadera y negándose a rendir culto a los ídolos, defendiendo con valentía la causa de los perseguidos ante el consejo de dignatarios y jefes militares de Dioclesiano y repartiendo sus bienes y dejando en libertad los que a su servicio tenía. Al presentarse ante el emperador declara su convicción de no adorar sino a Cristo. El emperador romano Dioclesiano intenta entonces convencerlo de adorar a los ídolos prometiéndole por ello grandes distinciones y dignidades, amenazándolo luego con durísimas penas si no se doblegaba a su mandato para por fin decretar la pena de muerte. El imberbe soldado sufrió el martirio de los azotes, de los garfios de hierro sobre la carne desnuda, los baños con cal viva, la introducción en un tonel repleto de clavos, viendo con admiración como se curaban sus heridas milagrosamente al tiempo que se las inflingían, hasta que por último el santo fue amarrado a un caballo, arrastrado por las calles de la ciudad y finalmente decapitado. Su cadáver fue trasladado con el tiempo a Lydda, población de Tierra Santa.
   A partir del siglo XIII aparece San Jorge junto a San Miguel como santo militar, sacralizando a la caballería andante y abanderando la militarización de la fe y las acciones armadas, siendo así patrono de la caballería en general y de las órdenes militares en particular. Se trata de un singular proceso histórico de transformación, por medio del cual San Jorge es recuperado por la ideología caballeresca militar como soldado y ciervo de Cristo, sacralizando de tal suerte el mismo emblema iconográfico de los templarios, cuya enseña enarbola exhibiendo una cruz roja empicada en el pecho sobre un fondo de plata -sobresaliendo en tal renglón la orden alemana por su ferviente culto a San Jorge. En el siglo XIII destaca asimismo San Mauricio, santo guerrero y jefe de la legión tebana que se convierte en protector del imperio germánico de la cristiandad. Transformado en referente de la caballería, San Jorge se convierte en patrón en Inglaterra, Aragón, Cataluña, Portugal y Génova –a partir de 1749 es también adoptado en México como patrono de Durango, protegiendo a la población contra la temible picadura de los alacranes a los que con un cordón amarra por la cola.
   En lo que respecta al ciclo artúrico del mundo celta en el siglo IV, el santo Jorge aparece en dos ocasiones: en la Historia del Santo Grial el héroe Evalach, en medio de su conversión al cristianismo, lucha contra las tropas del rey Tholomer y es ayudado por un misterioso caballero parecido a un ángel que desaparece de forma maravillosa al final del combate; por otra parte en la Búsqueda del Santo Grial el rey Baudemagu es perseguido y derribado por un caballero blanco que se dice enviado por Dios.
III.- La Leyenda: las Apariciones Milagrosas
      Han llegado hasta nuestros días numerosas narraciones de las apariciones milagrosas de San Jorge durante las Cruzadas en medio de combates entre cristianos y sarracenos, sobre todo las que tuvieron lugar en la época de Cataluña medieval, conservándose viva la leyenda en Barcelona, donde todavía se cuenta que venció a los moros en varias ocasiones.
   Sin embargo, el primer gran salto a la universalidad del santo en el mundo cristiano se produjo durante el enésimo asalto cruzado a la hasta entonces inexpugnable ciudad de Antioquia el 3 de junio de 1098, habiéndose visto San Jorge sobre las murallas abriendo camino con su incontenible empuje a Godofredo de Bouillon y sus huestes francas para culminar felizmente el asedio a la ciudad. La providencia se hizo presente también bajo su figura cuando Pedro I toma el castillo de Alcoraz en fecha aproximada, llave de la Huesca musulmana. Cuenta Diego de Aínsa en los albores del siglo XVII que invocando el rey Pedro I el auxilio de Dios Nuestro Señor apareció el glorioso caballero San Jorge con armas blancas y resplandecientes en muy poderoso caballo enjaezado con paramentes plateados con un caballero en las ancas y ambos con cruces rojas en los pechos. Apeándose el caballero a una señal comenzaron a combatir ambos a dos contra los Moros, tan denodada y fuertemente y dándoles tan mortales golpes, el uno a pie, el otro a caballo, que abrieron camino por do quiera que iban acaudillando a los Cristianos. En la historia de San Juan de la Peña alegada por Curita se dice que el caballero traído por San Jorge era alemán, el cual en aquel mismo día y hora peleaba en Antioquia con los demás cruzados, matando los Moros su caballo y rodeándolo para matarle; punto en el que glorioso San Jorge se aparece para ayudarle a subir en las ancas de su caballo, sin entender ni saber el caballero alemán quien era, sacándole así del peligro y trasportándolo a la batalla de Aragón comandada por el rey Pedro I contra los Moros, señalándole que se apease y pelease. Viendo los enemigos de la fe aquellos dos caballeros cruzados se espantaron al ver que Dios los perseguía y empezaron de huir quien más podía, maravillándose los Cristianos de la nueva divisa de la cruz y alegrándose, cobrando nuevo esfuerzo e hiriendo a los Moros y así los arrancaron del campo y acabaron de vencer.
   En 1201 Pedro II de Aragón funda la orden de San Jorge, teniendo esta como cometido defender la costa entre Cambrils y Tortosa de las incursiones de piratas sarracenos, anexándose así a las ordenes militares de los Templarios y Hospitalarios fundadas para proteger a los peregrinos de Tierra Santa y los reinos latinos de Jerusalén. En el Libre dels Feits ( o Crónica d´En Jaume I), redactado ente 1244 y 1274, relata el propio rey Jaime I de Aragón que un desconocido, a quien identifica con San Jorge, apareció en su caballo blanco junto con la armada catalana durante la conquista de Mallorca, aunque advierte que la isla fue tomada mediante los esfuerzos militares. También en la campaña contra Valencia, donde algunos caballeros catalanes y aragoneses explican que cuando estuvieron en un monte ahora llamado Santa María de Puig y contra ellos viniese toda la morisca se apareció San Jorge con muchos caballeros del paraíso que ayudaron a vencer en la batalla en que no murió cristiano alguno.
   Las reliquias del santo son así trasportadas a Cataluña por mandato de los reyes de Aragón, debido a su gran carga simbólica. Posteriormente Pedro IV crea la orden laica de caballeros dedicada a San Jorge a quien toman por modelo y protector y abanderado de Aragón, ordenando las Cortes de Aragón en 1461 que la fiesta de San Jorge sea celebrada el día 23 de abril con carácter perpetuo e inviolable en todo el reino. Sin embargo, desde la época de Pedro el Ceremonioso, todos los monarcas catalano-aragoneses titulares de la Corona de Aragón llevan un dragón dorado como cimera –llevándolo también la rama mallorquina, siciliana y napolitana de la dinastía aragonesa, por lo que con tal razón se dirá: D´Aragó es el Dragó.
    Y es justamente en Cataluña, donde fue popular el grito de guerra ¡Aragó i San Jordi!, que el santo Jorge se transforma paulatinamente en las representaciones, desmilitarizándose progresivamente, terminada la obra de la reconquista, para dejar las armas y volver sus ojos al culto agrícola, solidarizándose de esta suerte al periodo de transición entre el invierno y la primavera y con la luz de la fertilidad en la naturaleza, que se prolonga hasta los inicios de otoño. De tal manera forma parte de una cuadriga de santos, llamados los “Cuatro Caballeros”. En efecto, la Canción de Antioquia, donde Suliman menciona las apariciones de San Jorge, también lo alía a San Dionisio (obispo con fiesta el 8 de abril), San Demetrio (mártir con fiesta el 9 de abril) y  a San Miguel señor de todos ellos (arcángel, con fiesta el 29 de septiembre).
   En la tradición catalana el día consagrado al santo es costumbre que los hombres ofrezcan una rosa a las mujeres (en Tárrega las mujeres regalan por lo contrario un ramo de rosas a los varones) –ello debido al culto de San Jorge, pues cuenta la leyenda que cuando abatió al dragón la sangre derramada por la bestia hizo nacer en la tierra un rosa de Siria. También es costumbre que todo el mundo se intercambie libros e incluso que regrese los obtenidos en calidad de préstamo Por razones análogas es uso en algunas regiones que los maridos carnudos se reúnan con salientes en la frente en forma de cuernos para exponerse a la risa del mundo.
   En México, en la Ciudad de Durango, es tradición que el pueblo de la fe venere a San Jorge en la Catedral Basílica Menor el mismo día, depositando en el presbiterio frescas flores y velas, luego de besar el cordón de la leyenda, y cuando velas y flores forman ya un monte, alrededor de la media noche, los campesinos durangueños las recogen para esparcirlas por los campos labrantíos, pues al haber estado en contacto con el Santo ayudan a que las plagas no dañen los cultivos –culto derivado de la creencia religiosa en una poesía superior al hombre, cuya acción se despliega tras el telón de la naturaleza.
   Costumbres que nos hablan, pues, de la homologación del hombre en el Cosmos, del mito del ser del hombre en relación orgánica con la naturaleza como un todo y de la solidaridad de la persona con la vida total que le rodea, que le precede y que le sigue, pues todas las cosas de la naturaleza están en relación unas con otras (holismo). En efecto, la fiesta de San Jorge tiene como motivo medular, mediante la experiencia biológica de la muerte y el renacimiento de la naturaleza, despertar las maravillas aletargadas que se encuentran en nuestro interior. Intento, pues, de reintegrar nuevamente al hombre en el Cosmos mediante la solidaridad con los ritmos de la naturaleza y la conciencia del misterio del gran despertar vegetal traído por la primavera vista como realidad trascendente y sagrada -no sólo como fenómeno que experimentamos biológica y sentimentalmente, al azar y oscuramente, sino mirando directamente sus símbolos y practicando algunas ceremonias como fuentes de energía y contemplación, para desarrollar por medio de imágenes místicas las potencias anímicas al ponerlas en armonía con las estaciones y sus profundas reverberaciones, destacando de tal forma en alto relieve la posición espiritual del hombre en el Cosmos como un ingrediente fundamental de la dignidad humana.
IV.- El Dragón y sus Símbolos
   El dragón es uno de los símbolos más antiguos, permanentes y universales de la humanidad. Se trata de un género de reptil que tiene su propia constelación sideral (Draco) y que está asociado a brujas y demonios, siendo su valor simbólico tradicional  el de los enemigos del cristianismo, representando así el paganismo y las herejías, especialmente el arrianismo. Su imagen es la del monstruoso reptil que anida en las aguas de un pozo emponzoñando el aire con su pestilente aliento –representando así el pantano las aguas añubladas y decadentes del estancamiento moral y la corrupción de las costumbres. El combate entre el santo y el dragón viene a ser entonces una escenificación del saneamiento del maléfico pantano en que anida el reptil y la llegada del agua clara y de los aires transparentes del espíritu –punto en el que traer a cuenta la imagen de la victoria de Cristo sobre el dragón de la idolatría romana impresa en una moneda del siglo IV por Constantino, pero también la victoria sobre el animal por Donato, obispo de Epiro en tiempos de los emperadores Arcadio y Honorio, quien combatió exitosamente contra el dragón cuyo pestífero aliento envenenaba el aire circundante.
   De acuerdo con las tradiciones especializadas medievales se trata de un animal a la vez subterráneo y aéreo asociado a la vez al agua y cuya fuerza reside en la cola (chirrión del diablo o  flagelo del espíritu maligno). En efecto, “nuestro antiguo enemigo” (San Agustín) es el animal más grande que existe sobre la tierra y está ligado al mar por los textos bíblicos bajo la forma del temible Leviatán y de Rahab. El dragón es así un monstruo acuático relacionado a la inmensidad caótica y estéril del mar y a las inundaciones catastróficas que desafían el ritmo pluvial y la estabilidad de las estaciones. Se trata de un hibrido monstruoso compuesto por la serpiente que se arrastra sobre la tierra, por el dragón que vuela por el aire (ingens draco)  y por el draco marino (anguis), el cual al ser derrotado huye al pavoroso ponto en lo más profundo del mar o es finalmente atrapado en una cisterna de plomo herméticamente sellada.
   El emperador Dioclesiano es así visto en la imagen mítica como un dragón, traslación metafórica a la que califica por el atributo de la maldad y tiranía con la que gobierna, siendo San Jorge la imagen de la guerra declarada a la naturaleza débil y corrompida del hombre, teniendo su combate por misión levantarla de nuevo, para que renazca y se regenere por medio del carácter imperturbable de la ley moral establecida irrecusablemente por medio del cristianismo y cuya infracción conlleva parejamente al desorden social una turbación profunda en el fondo de la conciencia. Sus armas contra el rojo error de la verde herejía no son entones otras que la espada de la ley y la lanza del fuego original, que fustigan el cuerpo espeso, la envoltura cada vez más pesada del alma envuelta en la pecaminosidad y al corazón endurecido como el diamante negro de la impiedad. Porque el dragón es también emblema del extravío del camino y la confusión de los órdenes, cuyo sitio en el psiquismo indica la retorcedura donde se revuelve lo más puro con lo más lamentable, trastocando así los símbolos de transformación por imágenes de apetitos impuros y grotescas figuras donde el alma pierde el recuerdo de su origen celeste al estar cada vez más prisionera en el amor desenfrenado por la materia y más y más embriagada por la voluptuosidad de los equívocos placeres mundanos de la vida.
   Porque característica del mal es la particularidad, el capricho que liga lo común a lo vulgar, lo fantasioso e infantil a lo contingente y equívoco, pues el dragón es símbolo del hombre apresado por el “yo” egoísta y vanidoso, codicioso de la apariencia superficial de las cosas, que gusta atesorar sin beneficio alguno objetos brillantes para sepultarlos en el antro tenebroso de la avaricia, viviendo así sin conciencia de las profundas raíces del ser ni relación con el hombre interior.
   La figura del dragón representa entonces un estado de conciencia arcaico: el del alma por completo ajena a la divinidad, que ni participa de la cualidad divina, ni reconoce su majestad, ni la inmortalidad del alma, ni pertenece propiamente a nada. Alma alienada, huérfana e inconsciente, arcaica y sin evolucionar, falta de educación anímica y estancada en un sombrío paganismo cuya falta de desarrollo espiritual la lleva a la indiferenciación de los órdenes y al aplanamiento y deformaciones de la conciencia, encontrándose aislada, escindida de los ritmos y rimas de la naturaleza, con la que ni se solidariza y de la que no participa, siendo por todo ello figura de lo artificial; también de lo furioso y violento que conlleva la imagen del Caos, del orden natural del universo roto por el hombre. Bostezo cavernícola de la gran boca vacía que todo lo succiona engullendo al hombre y haciendo perder el sentido a toda actividad humana al invitar a la orgía del antiguo desorden original. Así, el dragón simbólicamente personifica también a la idolatría, en cuya debilidad y pereza moral se extingue el alma humana presa en tinieblas, siendo por tanto emblema del mal absoluto (el Diablo o Satanás).
   Así, el género de reptil que es el dragón, en lo que tiene de degradación del hombre, de acercamiento a los niveles ínfimos de la creación, de participación en los niveles profanos y meramente biológicos de la condición humana carentes en absoluto de valor metafísico y trascendencia,  nos habla no sólo de la cobardía de la maldad, que tiene en si misma el testigo que la condena, también de su inconciencia insensata, que no quiere servirse de la ayuda de la razón, de donde surge el carácter colérico, violento e irracional, el cual acaba en el extremismo narcisita de alzarse a la categoría de arbiter mundi –pero que en realidad son los postulados decadentes de lo contra natura o de los procesos psíquicos impropios.
   El dragón, dibujado como glotón y sin inteligencia, simboliza la indiferencia e indistinción de los periodos caóticos que ponen en peligro las fuerzas mismas de la vida por medio de la “virtualidad” y la oscuridad, la sequía, la suspensión de las leyes y la muerte. Imagen que revela asimismo la suerte de los malvados que oprimen al pueblo consagrado, los cuales quedarán finalmente aprisionados por la oscuridad de la mirada y cautivos en la noche interminable de la materia, aterrados por ruidos y figuras que aparecen con pavor de insomnio y de horribles fantasmas -cárcel sin rejas que los acompañará a todas partes, abrazados a los sueños atormentadores del reino impotente de la muerte que de tal forma los reclamará como hijos suyos.
   San Jorge representa así la lucha abierta contra la idolatría, pues, que conduce a las almas al camino del mar y su estela sin destino, donde  pierden el recuerdo de su origen hasta ser succionadas por las aguas en que las almas mas bajas y malvadas quedan prisioneras en el barro de los sueños oscuros, desgarradas por los fantasmas nocturnos de monstruos y animales que toman el lugar del espíritu, hasta llegar a la pérdida total de la conciencia y su final destrucción en las tinieblas de la noche, en la involución del alma humana en la animal para su disolución final en la materia.
   Por su parte la lanza blandida por el santo es la ley y la palabra encarnada, el agua viva que brota de la fuente metafísica cual guía de luz para la humanidad y que las tinieblas no podrán nunca apagar. Porque el alma humana tiene de suyo una naturaleza religiosa, siendo las alegorías ad Christum specta arquetipos psíquicos, sellos que se graban en la conciencias despiertas como tipos interiores, cuyo efecto es indefinido y polifacético, poniendo en obra la personificación de la individualidad en el juego libre y espontáneo de las asociaciones y contenidos arquetípicos de la conciencia. Porque el alma, lejos de ser el pobre humo de un “ser arrojado ahí” (Dasein) como quisiera el psicologismo existencialista, es el reino esencial donde subsisten los valores sumos como bienes inmutables, prontos a ser despertados y activarse mediante el golpe e impresión de las imágenes eidéticas que buscan el desarrollo de la individualidad en la diferenciación infinita de la especie.
   Porque el alma es un ojo y una escucha al que le es dado ver la luz del espíritu y seguir la voz de la conciencia –siendo la tarea más noble de la educación trasmitir las experiencias interiores propias del alma. Porque ni la Ciencia Moderna de la Naturaleza, ni sus Filosofías instrumentales y analíticas, afectadas de ciego paganismo y lastradas de materialismo sordo, han podido matar el sentido del mito que alimenta espiritualmente al hombre sencillo; tampoco el mensaje religioso de Cristo ha muerto, ni sepultada la vida simbólica del Renacimiento, ni vencida la imagen poderosa de San Jorge. Porque en virtud de expresiones verbales e imágenes perdurables, articuladoras de situaciones de convivencia formativas del alma individual y del espíritu colectivo de una comunidad, seguimos aún hoy reverberando con las armonías de su leyenda, saciando en el río del tiempo la sed de nuestras almas y llenando con su luz los ojos al contemplar en el decurso del devenir universal las hermosas joyas cristalinas, brillantes cual  zafiros y esmeraldas,  cuyos emblemas de fe en el ciclo de cada año vuelven a rodar a nuestros pies para ponerse al alcance de las manos y ser abrazadas en el pecho por los abiertos corazones.




II- San Jorge en Durango: Tradición, Historia y Mito Por Alberto Espinosa




   “Señor San Jorge Bendito
   por tu gloria celestial
   y tu poder especial
   líbranos de todo mal,
   de sabandijas y víboras,
   de todo bicho rabioso,
   de piquetes de alacrán
   y de animal ponzoñoso
   y de pecado mortal.”
Oración Popular de hace 250 años


I
   En fecha reciente visitó Durango la muestra representativa del pintor Ángel Zárraga en el museo que lleva su nombre (Museo de Arte Contemporáneo Ángel Zárraga). Uno de los cuadros más impresionantes y el de mayor formato de la exposición fue la famosa imagen de San Jorge (1925, 180 x180 cm), siendo para el pintor una de las figuras filosóficas o esenciales o paradigma en la historia de la humanidad, especialmente  para nuestra cultura patria y entrañable para la tradición popular de su tierra natal. Se trata de uno de los cuatro grandes oleos de difícil composición circular compuestos por el pintor durangueño bajo el título El Cielo de la Acción. -tétrada completada por Moctezuma Ilhuicamnina, el flechador del cielo, David, y El aviador. 
   En efecto, a la tierra del arte y de la armonía  musical llegó el cuadro de San Jorge, magníficamente flanqueado en tal ocasión por otras dos lienzos del autor de cuño religioso: San Miguel (1939) y Juana de Arco, la Doncella de Orleáns (1939) -telas de carácter metafísico que ponen de manifiesto la realidad histórica actuante de la moral y  fe cristiana. 
  Sin embargo, no fue la única vez que el pintor se ocupara con la imagen del misterioso Santo, sino que volvería a él cuando menos una vez más, en un biombo de estilo modernista pintado en Paris en el año 1932 titulado San Jorge aniquilando al dragón (Saint Georgesd terrasant le dragon, tríptico cuyo panel central mide 160 x 79.7 cm y los laterales 160 x 39.7 cm). 
   Hay que tomar en cuenta que la leyenda de San Jorge pertenece al fondo nativo de la cultura durangueña –mamándola el futuro pintor directamente por boca de su madre bajo la forma de la docena de rezos folklóricos tradicionales locales dedicados al santo, junto con aquellos otros que invocan al Ángel de la Guarda. A ello hay que sumar la existencia en la Capilla Basílica Menor de la Ciudad de Durango de tres imágenes dedicadas al héroe religioso: la venerada escultura de estofado de San Jorge Niño zahiriendo al negro dragón con su lanza montado en marfileño corcel; un cuadro de fecha improbable donde se muestra al Santo en plenitud y en que se repite la imagen en que el caballero Jorge fustiga a la bestia, pero ahora adornada ésta por un extraño faldón verde oliva. Por último, una hermosa talla en cantera verde-rosáceo de la región que se ostenta en la parte superior derecha de la cuadriga de la entrada lateral derecha del cuerpo principal de la Catedral de Durango. 
II.- La Historia
   A pesar de las pocas noticias que sobreviven del mártir, se sabe sin embargo que Georgius fue hijo de un matrimonio de Capadocia (Turquía), que su padre era persa y se llamó Geroncio y su madre griega de nombre Policronía. El santo era un joven oficial, un caballero de incipiente carrera en el ejército romano de Palestina y fue decapitado en Diospolis, actual Lydda (o Lod), durante la persecución religiosa de Dioclesiano en el año 303 por haber roto un decreto y haberse proclamado abiertamente cristiano. Una década después del suceso se erigió una basílica en el lugar del martirio, en la época de Constantino el Grande (313-337). Sobre ese templo primitivo Justiniano (527-565) mandó posteriormente construir una catedral dedicada a San Jorge Mártir. La inmensa fama y devoción suscitada por el mártir llevaron a que Diospolis (Lydda) y después la región entera de la primera Palestina fuera conocida hasta el siglo XIII como Georgiópolis. Los peregrinos que desembarcaban en el puerto de Jaffa camino a Jerusalén, pasaban por Lydda para visitar la tumba del mártir Giorgius, difundiendo el nombre y las hazañas del santo desde el Mediterráneo hasta el Oriente Medio pasando por Asia Menor. 
   En ese entonces Palestina formaba parte del imperio Bizantino, pero en el año de 614 fue invadida por Cosroes II de Persia, destruyendo los lugares de culto cristiano, aunque no mucho después, en el año 628, el emperador bizantino Heraclio recupera el territorio para la fe cristina, restituyendo inmediatamente el culto –aunque por poco tiempo, pues el Islam empieza a ocupar arrolladoramente la región y para el año de 637 el califa Omar toma Jerusalén dividiendo el territorio entre Jordania (Urdunn) con capital en Tiberiades y Filistea (Judea y Jordania) con capital en Lydda (Ludd). Cuando Lydda cae bajo su poder el culto a San Jorge estaba tan difundido que los nuevos gobernantes crearon a pocos kilómetros del santuario el centro administrativo de Rameleh, obligado el califa Suleyman Ben Add-el-Malik, para el año de 870, a trasladar a los habitantes de Lydda a Rameleh, demoliendo las casas de aquellos creyentes que se resistieron.
   Sin embargo el mártir cristiano San Jorge –en realidad Sant Jorditt infante-, es quien alcanza gran aprecio y difusión en la Palestina musulmana  Así, no desapareció ni el mito ni el culto a San Jorge en las tierras dominadas por el Islam, transformándose el santo por un proceso de sincretismo cultural y natural histórico en Al-Khader (el verde, el que da la vida), por aparecer el santo en toda Palestina y en los países de Oriente para brindar ayuda en los trances más peligrosos del camino –a la manera del profeta Elías. En Al-Khader musulmán se fusionan así, como en las capas del hojaldre de su cocina autóctona, varios mitos, tradiciones, leyendas y personajes: San Jorge, el profeta hebreo Elías y el mismo Pablo y sin faltar Salomón quienes quedan entonces como tocados por el manto y los emblemas de la perenne juventud, símbolo de la inmortalidad –refiriéndose el Corán a él como “uno de los nuestros servidores”, llamándolo Weli el-Khader (fuente de vida). 
   Aunque momentáneamente borrado por el agnosticismo mítico desatado en el Concilio Vaticano II, el santo ha sido reinstituido en la lista del Martirologio Romano y su honor en los altares dado el peso de las evidencias históricas y documentos artísticos, aceptados finalmente por el Prefecto de la Congregación del Culto Divino (PCCD) a partir del 2001. El héroe San Jorge tiene su fiesta desde hace siglos el día 23 de abril –siendo que los cristianos ortodoxos lo celebran el 5 de mayo y el común de la gente por mero hábito. Fechas, empero, que nos hablan, adornadas por el culto vivo de la costumbre y veladas a su manera en la liturgia, de la danzante reconciliación del sol con la naturaleza y de su renovación regenerada en el primer vigor sonriente del retorno de la Diosa o de la Primavera entrante. 
III,. El Mito
   La fábula del matador del dragón, presente en traje de circunstancia por todo el mundo, tiene su estado embrionario en el mito griego de Perseo contra la Gorgona Medusa, quien después de decapitarla encuentra a Andrómeda encadenada a una roca presta para ser sacrificada a un dragón marino, al que mata para luego casarse con la princesa. Aunque San Miguel es el matador del dragón por excelencia (Apocalipsis, 12, 7-9), corresponde a San Jorge una fama aún mayor, habiendo sido representado prácticamente por todos los grandes maestros del Renacimiento italiano, siendo su iconografía abundante y en extremo maravillosa. En la literatura sus hazañas fueron consignadas por Jacobo da Vorágine en la Leyenda Aurea en 1270 y posteriormente en el Matador del Dragón escrita en el siglo XVI por Straparola y en el XVII refundida por Basile, para por último fijarse en las Fábulas de los Hermanos Grimm en el siglo XIX.  
   A la formación del mito hay que abonar la fantástica iconografía que se estabiliza en la Cultura Occidental al llegar las Cruzadas, alcanzando su universalidad bajo la forma de un caballero andante montado en pura cabalgadura de plata, armado de lanza, matador del dragón y salvador de la princesa. La universalidad simbólica de San Jorge, producto efectivamente de una larga absorción simbólica, se produce plenamente en el siglo XI, durante el enésimo asedio cristiano a la ciudad de Antioquia, en donde el mártir milagrosamente aparece sobre las murallas con incontenible empuje, abriendo el 3 de junio de 1098 el camino a Godofredo de Boullión para la toma de la ciudad por los francos. 
   Cuenta el historiador Diego de Aínsa (XVII) que apareció el glorioso caballero y mártir San Jorge con sus blancas armas y resplandecientes en muy poderoso caballo enjaezado con paramentes plateados y con otro caballero en las ancas y ambos a dos con cruces rojas en los pechos y escudos, combatiendo ambos contra los moros, el uno a pie y el otro a caballo, habiendo carrera por do quiera que iban, recogiendo y acaudillando a los cristianos. Espantados los enemigos de la fe viendo aquellos dos caballeros cruzados empezaron a huir y los cristianos maravillados viendo la nueva divisa de la cruz cobraron fuerza contra los sarracenos y arrancaron a la morisma del campo y venciendo. 
    La veneración y devoción a San Jorge  y la fe en sus intervenciones sobrenaturales tuvieron así una gran resonancia entre las tropas de la época. Conservándose en la actualidad en la Catedral de Valencia no sólo la Copa del Santo Cáliz o el Grial de la Última Cena y el mayor fragmento del Lignum Crucis, sino también las reliquias de dos brazos derechos del Santo Jorge. Simbólicamente reúne todos los elementos de un grandioso mito: al caballero puro de armas blancas y montado en níveo corcel se agrega así los ingredientes indispensables del dragón apertrechado en su cavernosa madriguera rodeado por repelentes bicharrajos de gordos sapos y alacranes y de arañas repugnantes, amenazadores de la indefensa ciudad y la princesa.  La universalidad del mito resulta así la del héroe salvando a la princesa y al pueblo de la fe del temible dragón de meliflua lengua y  lento aliento pestilente en que natura degenera para encarnar al mal. Porque el contenido psíquico del dañoso dragón es justamente el de representar a las fuerzas  primitivas incontroladas que engendran lo informe o la oscuridad en el desbordamiento de las fuerzas negadoras de la vida.
   El dragón se asemeja así a la bestia o al diablo, que es la vieja serpiente primitiva y por ello mismo el adversario, el enemigo que debe ser vencido por los caballeros santos y por los hombres buenos –siendo por ello alegorías de Santiago apóstol y de San Jorge, y el dragón el objeto a destruir por todo caballero que se precie de serlo. 
   En otro registro, la lucha del caballero y el dragón representa el triunfo de la persona cultivada y formada, que por la educación cultiva el doble huerto interior del  cuerpo, a un tiempo desnudo templo e interior jardín de ojos que besaran con haladas alas, en que las manos son cisnes o el oro de sol en el pecho y el rayo la espada de flamante agua.  Porque es en el desarrollo de la sensibilidad estética donde puede triunfar la belleza sobre las tendencias regresivas de la psique, cuyo ladera tenebrosa amenaza despeñar a la personalidad en el abismo sin fondo de las fieras bestiales del mundo irracional. Se trata entonces del desafío de las sombras escondidas y contenidas del inconsciente, bañadas de roja cólera y de negra y tumefacta muerte o de pálida violencia. 
   Así, en la figura del caballero asistimos simbólicamente a la representación de su revelación bajo la figura del rompimiento de la cabeza del dragón vencido por la espada del espíritu, a la vez  filosa luz de cristal de agua dulce y sangre en las estrávicas fauces del chinesco monstruo hirsuto –emblema así de la victoria de Cristo, San Miguel o San Jorge sobre el mal. 
   Por último hay que agregar que la imagen del caballero andante estabilizada en la Edad Media implica también el desdoblamiento de la figura imperial del caballero, la cual no es ya sólo la del administrador que cobra el tributo debido al Cesar, sino que se erige paralelamente como la del caballero de la fe y de la justa lucha contra las fuerzas del mal, a la vez que como héroe protector y civilizador a un tiempo. 




I.- El Caballero Soldado Matador de Dragones Por Alberto Espinosa

 San Jorge: Patrono de Durango

Señor San Jorge Bendito
   por tu gloria celestial
   y tu poder especial
   líbranos de todo mal,
   de sabandijas y víboras,
   de todo bicho rabioso
   de piquetes de alacrán
   y de animal ponzoñoso
   y de pecado mortal.”
Antigua Oración Popular

I.- La Escultura y la Pintura de San Jorge en Durango
   La Catedral Basílica Menor de Durango  encierra celosamente maravillosas reliquias y notables obras del Arte Sacro Virreinal. Entre ellas destacan, en efecto, algunos huesos del evangelista San Mateo, un dedo de la princesa polaca Santa Edwiges, la Sillería del Coro –cuyos santos labrados en madera estofada están recubiertos de lámina de oro. También existen cuatro imágenes de San Jorge: la conocida y venerada escultura de estofado, patrono popular de Durango, a la que hay que agregar un singular lienzo al óleo el cual versa asimismo sobre la leyenda de San Jorge y el Dragón, mas una talla en cantera donde el caballero se encuentra de pie, desmontado, en el segundo cuerpo de la portada lateral derecha y poniente, en uno de los cuatro nichos (el superior  izquierdo, reservados a los santos protectores del templo) -y otro lienzo más resguardado en el Presbiterio del mismo templo con el icono de San Jorge.
   La famosa escultura de San Jorge es una preciosa obra escultórica de arte virreinal en la que se representa a San Jorge fustigando a un negro Dragón con el estilete de su lanza. Tal obra de arte data del siglo XVIII, obedeciendo su manufactura a la fiesta que en su honor se realizó en el año 1749 por los cabildos eclesiástico y municipal para institucionalar sus celebraciones. Agrega el maestro Manuel Lozoya Cigarroa que antes de tomar el obispado justo al ser nombrado Obispo de Durango el Señor Doctor don Pedro Anselmo Sánchez de Tagle fue quien mandó que se jurara como patrono de Durango a San Jorge el día 23 de abril de 1749. 
   El Maestro Héctor Palencia la describe no sin arrobo en sus escritos: “La escultura de San Jorge es de estofado, con un metro de altura, con un bello rostro juvenil tocado con reluciente yelmo de oro de muchos quilates, que fue obsequiado por un rico minero durangueño  a quien el santo salvó de un piquete de un alacrán. Monta a caballo luciendo espléndidas espuelas de plata y con lanza del mismo metal, que fueron donados por otro devoto agradecido.  San Jorge lancea feroz dragón negro que yace a sus pies con las fauces abiertas, lanzando lenguas de fuego.”
   En la misma Sacristía de la Catedral de Durango, al costado izquierdo de la escultura, se aprecia también un óleo de gran tamaño donde se repite la imagen de San Jorge sobre el caballo blanco, sólo que esta vez su aspecto es la de un hombre ya constituido en la plenitud de la edad viril, fustigando con la lanza  a un feroz reptil olanudo de color verde oliva. Este caballero ataca con su lanza al legendario animal que abre sus fauces en signo de dolor. La representación se subraya con la presencia de negros alacranes que reptan en la parte baja del cuadro.
   En la Misma Catedral Basílica Menor de Durango hay un par más de imágenes de San Jorge. Por una parte, una preciosa escultura del santo que se encuentra en el exterior del templo, en la parte superior del costado izquierdo de la entrada de la nave, sobre la calle de Constitución –y otra, informa el joven cronista de la capital Juan Manuel Almonte, quien indica se encuentra en el seminario (o baptisterio), la cual corresponde a una secreta pintura. 

II.- San Jorge en la Tradición Popular
   La famosa escultura del niño  San Jorge tiene, así, dos centurias y media de antigüedad. El día de la fiesta del santo, el veintitrés de abril,  la imagen es colocada durante en el presbiterio de la Catedral, para que el pueblo de Dios venere a San Jorge.   Aunque el patrono oficial de la ciudad de Durango es San Ramón (con festividad el 30 agosto), las costumbres populares consagran el 23 de abril como el día en que, desde temprana hora, infinidad de familias llevan a los niños cargando frescas flores para que las depositen al santo, y después de dejarlas besen el religioso cordón de la leyenda:

“San Jorge bendito
amarra tu animalito
con tu cordón bendito,
para que no nos pique ni a mí
ni a mis hermanitos”.

   Don Héctor Palencia Alonso asienta en alguno de sus escritos: “El veintitrés de abril, alrededor de la medianoche, cuando las flores y las velas ya forman un cerro, miles de durangueños recogen las flores con reverencia, para esparcirlas después por los campos de labranza, Esta costumbre es tan vieja como su imagen, y se basa en la creencia que viene de siglos, de que las flores que estuvieron en contacto directo con San Jorge, ayudan a que los cultivos no sean dañados por las plagas”.
   Así, la leyenda de San Jorge y las tradiciones populares concretas que de esa creencia se derivan debe considerarse por motivos suficientes como un ingrediente más de la idiosincrasia de esta región geográfica y por tanto como elemento clave del concepto de la “durangeñidad”.

III.- La leyenda de San Jorge dada de baja
   San Jorge, junto con San Cristóbal o Santa Bárbara, es uno de los santos fabulosos que el Concilio Vaticano II presidido por Paulo VI en 1962 consideró, acaso sin suficiente reflexión simbólica, como un mito apócrifo e inexistente –dándolo por consecuencia de baja y expulsándolo del santoral y del panteón cristiano. No por ello el Santo quedo despojado del todo del derecho a la existencia por falta de fundamentación documental e histórica, pues es inobjetable sin embargo el hecho de que los fieles le rezan con más devoción que si se tratara de San Pedro o del mismísimo Jesús, el hijo de Dios. ¿Por qué?
   Ello se debe acaso a que el espíritu humano esta constituido de tal suerte que la ficción le resulta más grata que la verdad histórica por acuñarse en ella la estructura del valor: de lo deseable requerido en donde dar cuerpo a la expectativa y el anhelo que satisfacería un carencia insoportable o urgente de enmienda.
   Porque San Jorge es una figura que se encuentra firmemente arraigada en el trasfondo de la historia moderna. Este santo representa un notable fenómeno de homologación de universos religiosos diversos y multiformes. En efecto, para finales del Mundo Antiguo pero sobre todo en la Edad Media, ciertos dioses y héroes mitológicos fueron transformados en santos cristianos. La cristianización de las tradiciones religiosas constituye así la unificación religiosa de la oikouméne. Por caso ejemplar, los innumerables héroes y dioses matadores de dragones, desde Grecia hasta Irlanda, desde Portugal hasta los Urales, se transformaron todos en un mismo santo: San Jorge. Ello se debe a la vocación universalista de la religión, cuya vocación la impulsa a la superación de cualquier provincialismo, cuya autarquía puede poner en riesgo la unidad de la fe (Mircea Eliade). Es sabido que San Jorge es un santo respetado por la Iglesia Ortodoxa, no menos que por la Anglicana de Inglaterra, donde incluso se le consagra uno de sus máximos templos en el mundo, en que llegan a celebrarse algunas bodas reales, siendo el sino de su divisa evangélica aquella de: “Dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que de Dios es” –a manera de principio, pues, de distinción, justicia y equidad. También se le relaciona con el Papa Benedictus XIV, con Enrique IV de Inglaterra y con la leyenda rumana del Conde Drácula (dragón).
   Así surgió la figura de un Santo: el caballero Jorge que engalanado con los atributos de un héroe y vistiendo una brillante armadura plateada se enfrentó al dragón y pudo vencerlo. Desde el siglo XIII la popularidad de San Jorge se erigió como patrón de muchas comarcas y lugares: Gran Bretaña principalmente, pero también fue adoptado por la Corona de Aragón, por Grecia y Barcelona; más recientemente, en el siglo XVIII, por la Ciudad de Durango. Especialmente potente para contener a invasores guerreros y las epidemias, San Jorge fue sin embargo presa con el tiempo del escepticismo moderno, siendo incluso considerado por el Concilio Vaticano II siglos después como un mito inexistente. No por ello se le deja de venerar en algunas regiones del mundo, junto con San Sebastián y San Miguel, como un “soldado de Cristo” y como ejemplo a seguir por todo buen fiel.

IV.- Universalidad de San Jorge
   La fiesta de San Jorge en abril suplantó así la antigua fiesta pagana de la Palia (en que se celebraba a Juan Bautista en el mes de julio). Es, pues, la sustitución de la fiesta gentilicia del agua en el solsticio estival, al igual que la fiesta de la asunción de la Virgen en agosto desalojó a la fiesta de Diana, en un proceso similar al que dio como nacimiento de Cristo el 25 de diciembre en el cual los gentiles celebraban el nacimiento del sol o “Sol Invictus”.  
   Se trata, en efecto, de la traducción en términos cristianos de una vieja costumbre europea, celebrada para abril o para mayo, de poner una rama verde ante la casa propia o sobre la de la doncella, originada en la creencia del poder fertilizante del “espíritu del árbol”. En la víspera de San Jorge, en efecto, la mujer que desea ser madre coloca una camisa nueva sobre un árbol frutal y a la mañana siguiente, antes de que amanezca, si encuentra que un bichito ha trepado por ella, su deseo se cumplirá en un año y se pone la camisa confiada de que será fructífera como el árbol. Se asocia también a la creencia que los árboles o espíritus arbóreos traerán la lluvia o el buen tiempo. Costumbres análogas se repiten entre los eslavos de Corintintia adornando los jóvenes un árbol con flores y guirnaldas llevando ramas verdes de abedul y cantan en procesión acompañados de música, siendo el personaje principal  un joven engalanado como “Jorge el Verde”. En otros sitios sacan fuera a los rebaños y adornados con flores los pasean mientras cantan:

A Jorge el Verde traemos,
a Jorge el Verde llevamos,
que alimente el ganado bien
y traiga el agua con él.”

   Entre los gitanos de Transilvania y Rumania la fiesta de “Jorge el Verde” es la principal celebración primaveral y cantan ante un sauce joven. En la Pascua de Pentecostés. Por otra parte, es sabido que adorar a su caballo adornado con guardaparras de los que penden bellotas doradas o jurar por el casco de bronce de San Jorge es una costumbre propia de reyes (Sir James Frazer).  

V.- El Mito del Dragón
  Por su forma temible la autoridad eclesiástica de la Edad Medio vio en el dragón un símbolo definitivamente oscuro, identificando al animal con fuerzas infernales. Así, el mito caballeresco lo imaginó como un descomunal lagarto dotado con alas de murciélago y cola de aspecto diabólico que a la manera del Minotauro reclamaba a jóvenes doncellas para continuar vivo por la vitalidad de su sangre. A cambio de tal tributo dejaba vivir a los lugareños y respetaba sus poblados y cosechas  en cuyas lindes se apostaba.
   De acuerdo a antiquísimas tradiciones medievales el dragón se convirtió en síntesis y resumen de todos los males contra los cuales el hombre era incapaz de luchar o impotente en su pequeñez para vencer. Los fabulosos enemigos del hombre y del mundo tomaron entonces la forma de monstruos y bestias fantásticas, representando el dragón lo mismo las fuerzas desmedidas descontarlas de la naturaleza y el submundo infernal que la esfera de lo oculto y misterioso. Entre sus connotaciones benéficas y protectores se le considero como un poderoso símbolo de fuerza, por lo que apreció en múltiples blasones y escudos nobiliarios. En las islas británicas, por caso, se consideraba de que si se los tenía convenientemente alimentados resultaban una eficiente fuerza protectora contra las invasiones del continente. El dragón así, como los demonios, tiene un rostro positivo cayendo bajo la categoría de los “eudemonios”, empero en su otro aspecto se subsume bajo la categoría oscura de lo “cacodemonológico”. 
   La verdad es que el dragón no es, como la serpiente, sino una alegoría del componente reptílico agresivo y ritualista en nuestro cerebro, el cerebro reptil (el cual se asentaría de acuerdo a Artur Koetstleler en silla turca o hipófisis, considerada por el moderno Descartes cede del alma humana), muy por debajo de la evolucionada neocorteza cerebral específicamente humana. El temor a los dragones es en realidad temor a esa parte primitiva y violenta de nosotros mismos. En el Capítulo III del Génesis, primer libro de la Biblia, Dios dispone que haya perpetua enemistad entre los reptiles, la que data de la que las leyendas populares de muy diversas culturas, contengan alusiones míticas a los dragones.
   Recordemos, nos dice Héctor Palencia, lo que dice Carl Sagan: “Seguramente no es un hecho casual y el hombre. El fenómeno tiene carácter universal. ¿Es una rara coincidencia que los sonidos onomatopéyicos que el hombre emite para reclamar silencio o llamar la atención tenga extraño parecido con el silbido de los reptiles? ¿Puede pensarse que los dragones llegaran a constituir un gravísimo peligro para nuestros antecesores protohumanos, de hace unos cuatro millones de años, y que el temor que suscitaban, junto con las muertes que causaban, impulsaran la evolución del intelecto humano? ¿O debemos considerar, quizás, que la alegoría de la serpiente constituye una referencia a la utilización del componente reptílico agresivo y ritualista en nuestro cerebro en la posterior evolución de la neocórtex? ¿No es posible que el temor a los dragones fuera en realidad temor a una parte de nosotros mismos?

VI.- Trascendencia de San Jorge
   Contra la egolatría del individualismo moderno la fiesta de San Jorge nos pone ante los ojos otro modelo de la sociedad, en donde la comunidad llevada de la mano de la piedad religiosa y abrazada por el sentimiento de la simpatía empática hacia los otros supera con mucho a la sociedad egoísta y su angustiante soledad multitudinaria rebajada por el codeo y el exhibicionismo público o por la angustiosa soledad masiva.   En efecto, el pecado y el escepticismo moderno causan no sólo la discordancia entre el hombre y la naturaleza, también vuelve infecundas las relaciones entre los hombres.
   En la fiesta de la veneración o en la consagración de los campos labrantíos se vislumbra, es cierto, el ideal social de la comunidad realizada en donde quedan de pronto abolidas las falsas desigualdades sociales y su ejercicio de dominación, donde todos se ven como hermanos fieles unidos por el sentimiento de pertenencia a una comunidad superior que los engloba sin enmarcarlos. Momento de comunión o epifanía donde todos coexisten participando de las emociones más puras y altas del amor: entrega, alegría y don de sí en donde cada uno se recupera en una esfera superior por un mismo reconocimiento universal. Participación, pues, en el fluido anímico que recorre como una cálida corriente voltaica a la vegetación y al hombre común, al sabio,  al héroe, al animal noble y al tiempo, que sin distingos unifica también al modestísimo bichito y al innombrable dios.
  Motivación del signo que permite fugarnos de la imagen al héroe y del santo al tiempo para participar del todo ilimitado permeado de voluntad moral, donde el orden social se trasforma también de un convenio convencional de poderes esclerosados en un acuerdo tácito conforme a un valor suprior. Realidad segunda de carácter ético que se engasta  de pronto como un diamante en el cíngulo de la montura de la realidad histórica, y que al hacerlo así la trasciende.[1]





[1]  La incomprensión del símbolo es una de la rémoras más notables de nuestra cultura moderna, anclada al historicismo decimonónico tanto del positivismo como del marxismo; de ese letargo empezamos apenas a salir gracias a autores como Mircea Eliade, quien nos recuerda que en una amplia zona geográfica y a partir de un cierto momento histórico, la cosmogonía no es sino una forma de creación o de fundación que implica el combate victorioso de un héroe mítico contra un monstruo marino o un dragón: tal es el caso de Indra contra Virita; de Baal contra Yam; de Zeus contra Tifón. Los indios védios y los iranios antiguos, por ejemplo, cuentan el mito del combate entre el héroe Thraetone contra el dragón azul Azi Dahaaka, que no es sino la lucha del rey Faridun contra el usurpador extranjero Azdhakak, que había hecho cautivas y tomado por esposas a las dos hijas del soberano legítimo Jamsed. En Irán, en efecto, los enemigos de la nación son representados como monstruos, especialmente dragones. La lucha del héroe significa, y esto es lo importante, la conservación y regeneración del mundo, en un combate que en el fondo es contra las fuerzas del mal y de la muerte, contribuyendo con su victoria l triunfo de la vida, de la fecundidad y del bien -renovación universal que tendrá lugar en el final de los tiempos, como vio bien el mago iranio Zaratustra, en virtud de la Religión del Bien.











jueves, 18 de abril de 2013

Antropología Filosófica II Por Alberto Espinosa



La Voz de la Razón: lo Dado 

La razón es inmediatamente la palabra, como en el refrán: "Obras son amores y no buenas razones". Las buenas razones ("good resons") suelen ser también las palabras vacías ante la realidad, la falsa justificación del propósito y la tarea no cumplida, la medida de la incoherencia humana entre su doctrina o su argumentación y su praxis o acción vital. 
En un primer sentido o nivel la razón es la palabra, que es voz, que es lenguaje. La palabra, la razón, es el lenguaje, el acto verbal de comunicación que un sujeto dirige a un destinatario para articular una situación de convivencia (acto alocutivo).
Se trata así del lenguaje articulado por la voz humana -doble articulado, al estar constituido por palabras, donde se entreveran vocales seguidas de consonantes, por un lado; y por el otro de palabras seguidas de otras palabras de acuerdo a una estructura sintáctica de artículos, sujetos, verbos y complementos. Así, siendo la palabra el átomo de la expresión verbal oral, su verdadera unidad se encuentra en la frase, en la oración completa -la cual, en su actividad (verbo) y sustancialismo (sujeto) refleja o espejea la estructura molecular misma del mundo. 
La palabra, la razón, consiste en el movimiento de las cuerdas del aparato de la fonación, o cuerdas bucales, que imprimen una vibración específica al aire (de sonidos entreverados de vocales y consonantes), convirtiéndose así, propiamente, en expresión verbal acústica, que es una expresión de proximidad, casi de contacto -antes de toda escritura y preservación de la palabra por la letra (primero manuscrita, luego impresa e incluso publicada luego para su difusión o preservación). En la palabra hablada, en efecto, hay un elemento de modulación del aire, que puede ser artístico, estético, como en las voces educadas de los cantantes o de los oradores -que como Demóstenes, adiestran la lengua al poner una piedra debajo de ella, para exorcizar sus taras o tartamudeos-, que es propiamente hablando la elocución (acto elocutivo), importantísimo en el proceso educativo, específicamente de la formación de la boca humana y su aparato de fonación, la cual haya, como repito, su expresión más alta en el canto y en el discurso oral. 
Pero la palabra, por su misma constitución, no sólo objetiva o hace referencia a un objeto (acto de objetivación o de referencia) mediante una serie de notas o conceptos (acto de notificación); también significa ciertos movimientos o estados de ánimo del sujeto que profiere la palabra, significando éstos (la significación), por haber en ella un ingrediente de expresión literalmente corporal, y por tanto de expresión mímica. La palabra hablada se expresa, en efecto, según un "tono de voz", el cual expresa estados o movimientos de ánimo, significándolos en el acto de comunicación tanto a sí mismo como al destinatario. Tales tonos de voz pueden clasificarse en cuatro grandes familias: 
El tono imperativo, como en el mandato: "Tu debes amar. O: Ama el bine, odia el mal. El cual significa la voluntad del sujeto que se supera a sí misma, que se sobrepuja e impele al destinatario a su aceptación, a su obediencia. Hay tipos imperativos, que reclaman mando, mandato, incluso imperio. Pedagogos, hombres de poder como políticos, militares, directivos, son, per se, sujetos de dominio, de mando, de mandato: imperativos. 
El tono dubitativo, como el de toda pregunta: Hay alguien en casa...? O, Quien vive...??? Su tipo humano es el del preguntón, el de quien sabiendo algo sobre lo que pregunta desea, está ávido de saber más de ello, de complementar, corregir o ampliar su saber. Entre sus tipos humanos se encuentra por supuesto el investigador, el periodista, también el chismoso y el filósofo.
El tono exclamativo, que es el más emotivo y rico de todos, siendo sus vórtices la afirmación y la negación, contundentes, definitivas. Así es...!!! No es verdad...!!! Prácticamente toda la poesía está impregnada por ese tono de voz, hasta el grado de poderse hablar de la "otra voz", de una voz propiamente poética, que puede ser del lamento o queja, pero también de jubilo y arrebatamiento. 
Por último habrá que considerarse el tono enunciativo, que es propiamente el de la teoría, el de la ciencia, el del saber, el de la filosofía misma. Se trata del estado emocional de la certeza, propio del género discursivo, que equivale a una ecuánime contemplación de lo objetivado y frecuente de lo meramente notificado o del ingrediente puramente conceptual del discurso, muy propio pues en el caso del proceso educativo, de la educación. pues equivale a el lenguaje expositivo de un saber, de una convicción profunda o de una verdad paladina. Por caso: Y entonces Jehová dijo "Fiat Lux", "Que haya Luz", y separó la luz de las tinieblas. 
Si la filosofía debe iniciar con lo dado, lo inmediatamente dado a la filosofía es el sujeto filosofante en su posición de querer ir hacia... donde sea... Dándose en ese querer ir hacia donde sea el pensamiento, la palabra, la razón... y justamente como algo dado, como algo que no hay necesidad de ir a buscar o rebuscar a ninguna parte (el contrasentido del dato buscado). Así, es la palabra lo inmediatamente dado a la filosofía como pensamiento consciente de sí mismo -ya en posición directa.



Antropología Filosófica I Por Akberto Espinosa



Filosofía del Hombre

Filosofía es: teoría.
Teoría es: el desarrollo de una definición. 
Filosofía del hombre es: el desarrollo de la definición de filosofía y el desarrollo de la definición de hombre. 
Definición: toda definición en forma se hace por el género próximo y por la diferencia específica, siendo lo deslindante o propiamente definiente, la diferencia específica. 
Filosofía es: la sistematisación completa de la experiencia del mundo para una cultura (por ejemplo la hispanoamericana), en un tiempo determinado (por caso en el siglo XX) y en vida de su autor. O simplemente teoría sistemática del mundo pergeñada por su autor. Puede haber teorías del mundo hechas en colaboración, poco a poco y entre muchas partes o investigaciones particulares, que colaboran a la constitución de un todo -tales partes pueden ser teoría, incluso teoría plenamente científica, pero no serán filosofía, pues las filosofías, además de su carácter cuasi-nacional, tienen un carácter estricta, eminente, esencialmente personal (piénsese si no en el cartesianismo, el kantismo, el hegelianismo y hasta en el marxismo, que se les conoce precisamente por estar orientadas y ordenadas por la personalidad y genio de su autor). La personalidad del sujeto es lo propiamente definiente de las filosofías, que son en el fondo no otra cosa que metafísicas personales.Todo lo cual implica y por tanto exige una reflexión sobre la filosofía de la filosofía. 
Hombre es: el animal racional.



miércoles, 17 de abril de 2013

El Pecado y sus Tentaciones II Sobre el Robo y el Adulterio Por Alberto Espnosa

Si en algo consiste el pecado es en la transgresión de un orden, en el romper con un límite, en violar una norma de aplicabilidad universal -o en romper un limen, en violar algo sagrado. La experiencia del pecado, por todos conocida, consiste así en la de ir más allá de algo, siendo en este sentido una verdadera experiencia metafísica: es tocar, es penetrar, o ser penetrado, por el otro lado del espejo. Por ello sus dos figuras arquetípicas se encuentran en la lujuria y en el latrocinio. Ambas transgresiones muy ligadas por cierto al sentido del tacto, que es fenomenológicamente hablando el más rudimentario, el más primitivo de los sentidos. Nada expresa así mejor en concepto de tentación por los espíritus o las fuerzas del mal que esas dos anomalías del sentido del tacto, que es entre los demás sentidos el que inmediatamente se expresa por medio de la proximidad, del contacto. El amante de lo ajeno violenta directamente el orden de la propiedad al agenciarse con un mínimo esfuerzo del trabajo objetivado de una persona, el cual se expresa en alguna pertenencia, sacando de ello una ventaja del todo indebida -máximo cuando su acto no está movido por la extrema necesidad, sino por la ventaja o el abuso (ya sea de fuerza o de confianza). La lujuria, quien no lo sabe, violenta la estructura el orden del afecto mutuo entre las personas, al solicitar un tercero meter las narices donde no lo llaman, como repito, por un desorden en el sentido del tacto, agravado por involucrar las fibras más sutiles e íntimas de las afectos. no es infrecuente que ambas tentaciones vayan de la mano, dando el tipo psicológico perverso del "tentón" -que vendría a ser, dicho sea a la postre, un caso prístino del hombre tentado, seducido por un más allá espiritual, aunque de orden enteramente malsano y negativo.



El Pecado y sus Tentaciones I Homosexualidad y Deshonestidad por Alberto Espinosa




El hecho de que homosexualidad exista en 450 formas y su rechazo en una sólo prueba la particularidad y el hibridismo del pecado en contraste con la unicidad y la universalidad del juicio y del concepto. La homosexualidad ha sido una tentación vergonzosa y opaca, oculta, en la sociedad occidental moderna -hasta que llegamos a la desvergonzada posmodernidad y al exhibicionismo contemporáneo, donde abiertamente se pretende vindicar cosas en absoluto carentes de todo valor e incuso premiar el mal, con su consecuente correlato de castigar al bien (en profética sanción de la trasmutación de todos los valores adelantada por Nietzsche). El robo, por su parte, ha alcanzado tales niveles de sofisticación en dependencias gubernamentales e instituciones académicas y de toda laya que es casi visto como una mera costumbre local meritoria, como un uso folclórico más. Sea como fuere, lo que interesa destacar ahora es la vinculación de ambas tentaciones con una cierta perversión del sentido del tacto (y del sentido en general), que de empezar por ser una especie de codicia, de prurito o comezón de los dedos, ya sea por pellizcar, palpar o sustraer, llega a infectar a los otros sentidos, especialmente a los sensibles ojos, cuya expresión en la mirada ya no es de contacto, sino de distancia.
   Así, lo que tenemos entonces es la llamada "codicia de los ojos", dándose entonces en el sujeto infectado el irrefrenable impulso de desear lo que no hay motivos ni razones para que sea suyo, pues ni se lo ha ganado ni ha trabajado por ello, o no ha adquirido un compromiso, mediante un contrato, para convivir con ello (o ella). Deseo de posesión, pues, totalmente irresponsable y finalmente pernicioso que infecta también el sentido del oído, dejándose seducir el infractor no por la voz de la conciencia, sino por los rumores desarticulados del inconsciente, sumiéndose más pronto o más tarde en las rarefacciones de ese antro de fieras. Deseo malsano a todas luces que termina por ligarse a la envidia y a la vanidad, tan sólito en las dependencias gubernamentales, en su doble vertiente de exaltación de méritos inexistentes en la propia persona y de anulación del otro, en donde el empleado público encargado de realizar la papelería pasa de pronto a presentador y luego... caramba... porqué no?... a artista inspirado... codiciando así aquello que no hay razón alguna para que sea suyo o para que le sea dado. No es infrecuente encontrar en esa estirpe de frustrados congénitos al pobre diablo metido a filósofo, ni al macuarrín de la torta o al sifilítico anarquista metidos de pronto a tañedores de abstrusas cantilenas o a experimentales Picassos de bolsillo ...!!!



Cultivo o Desmemoria por Alberto Espinosa







   Si algo caracteriza a muestrea época es la idolatría del instante, esa ideología feroz tan sólita en juicios desmesurados, alimentados por una ambición mezquina, que pretende anestesiar a  la memoria (histórica y poética) de nuestros ancestros y antepasados, deformando incluso  lo que nos pasa, nuestro mismo paso por el mundo. Amnesia socialmente condicionada cuyo intento más notable es arrancar de cuajo toda raíz que nos ligue a la tierra y al origen, para sumergirnos en la opacidad unidimensional de novedosas convenciones rutinarias, para aplastarnos en la adaptación del hombre a las maquinaciones de todo aquello que desnaturaliza al hombre, para apelmazarnos en la masa cuya caída a plomo desciende hasta la solidarizarían con las formas más bajas de la creación, formas que lo exorbitan de su centro, y que aplauden con rabia todo extremismo que fragmente y disperse al alma humana en las mecánicas del olvido.
   Nada tan característico de nuestro siglo o mundo que el intento impotente de mutilar con dogmatismos o barrer con orgulloso y voluntario desdén a la memoria. Sin embargo, puede alegarse aún, el ser humano está hecho de esa sustancia nutricia que es la memoria, puede alegarse que el hombre no ha muerto sepultado ni bajo el peso absoluto de las ruinas de los grandes sistemas tramados por la fe racionalistas, esas catedrales levantadas por el polvo, que no se ha disipado con el viento abrasivo y caprichoso de la subjetividad emocional que levanta al sol, como un ídolo de fuego, los tepalcates del instante, que el ser humano no se ha precipitado aún del todo al imitar con ociosas gesticulaciones y abyectas gemuflexiones los juiciosos desmesurados que alimenta la ambición mezquina, que se resiste a adorar al monolito ciego del olvido. Porque la atenta reflexión sobre las fuentes de la vida, la meditación y la celebración colectiva sobre aquellas figuras que han aclarado el sentido, que han vuelto transitable un futuro al mirar al doble horizonte de nuestro destino, nos recuerdan todavía desde su ausencia que siempre ha sido nuestro deber mas sagrado no falsificar los hechos ni ocultar el sentido, pues el deber de no mentir para no mentirse es también cumplir con la tarea de cultivar nuestra memoria, pues en ella se encuentra el íntimo jardín cordial que hace nuestra identidad y pertenencia, que hace la patria invisible donde, junto con el lento amor del tiempo, hemos de reunirnos finalmente todos juntos.




El Invisible Amor por Alberto Espinosa


   El amor no permite mentir. Pide que lo miremos a los ojos, si bajamos la mirada, si no queremos verlo, es porque mentimos. No podemos ver el amor cuando somos una mentira, si eres una mentira no lo ves, no se deja ver, se ausenta. El amor, que es revelación (luz y alegría) se confunde entonces con la “felicidad”, con aquello que necesitamos tener, que recibimos pasivamente o que convertimos en posesión o en deuda, impersonalmente, sin dialogo ni aceptación. Con la belleza, que es el reflejo de la verdad, pasa algo similar, si no la amamos creemos que se trata de “una hermosa pieza de arte” hecha para excitar nuestros sentidos. La belleza y el amor, por el contrario, son formas de la verdad: nos desenmascaran, o mejor dicho nos desnudan, nos exigen mostrar nuestro rostro verdadero y a decir nuestro verdadero nombre. 
   Porque en el fondo de nosotros mismos, estamos habitados por aquellos a quienes miramos; por ello decir quien somos es decir a quienes vemos, es ver a quienes nos entregamos –y así nos recuperamos si somos fieles a nosotros mismos para volvernos reconocibles, pues sólo se puede ganar lo que se entrega.
   Porque la verdad encarna cuando la deseamos, cuando la dejamos aparecer, cuando le permitimos mostrarse sin tocarla o profanarla, cuando hacemos un vacío santo para que la verdad lo llene como se llana un lugar cuando alguien verdadero, cuando alguien que es real aparece. Una persona real, como el arte verdadero, obligan con su presencia a quien la mira a hacerse verdad –motivo por el cual el arte verdadero y la persona auténtica tienen tatos enemigos, manifiestos o encubiertos. En cambio, se es una mentira cuando la verdad abandona el cuerpo, cuando se es sólo el cuerpo de una verdad inerte que no puede mirar a los ojos, que rehuye la mirada, o cuando deseamos poseer o apropiarnos de esa verdad para que nos sirva –es entonces cuando estamos deshabitados, desalmados, cuando no habitamos las cosas ni las iluminamos con nuestra mirada, para encerrarnos en la tiniebla dentro de nosotros mismos. 





Publicado por vuelavenado en 00:46 

Sufrimiento o Diálogo por Alberto Espinosa





La verdadera desgracia del sufrimiento es la de tentarnos a creer en la resistencia, en la fuerza, para encerrarnos en la fortaleza, en la cárcel del yo. El sufrimiento es así innoble y envilece, pues tiende a matar simbólicamente todo aquello que le rodea, haciendo sufrir a lo que tiene a su alrededor, dispensándose de toda moral o encerrándose en la prisión de si misma. Tiene la inclinación a renegar de aquello a lo que pertenecemos (el corazón, el alma), recluyéndonos en la orfandad del yo, en el silencio de aquello que nos pertenece, relegándonos así a las sombras y a las tinieblas, enclaustrados en la muda garantía segura del “yo”. De ahí solo podemos salir mediante el diálogo y la evidencia del sentido que hace hablar a la vida, que es el amor o la poesía.