16.1.- La rebeldía se ha convertido hoy en día en
moneda corriente y forma parte de nuestra circunstancia al estar como plegada
dentro del pensamiento más o menos oficial derivado de las revoluciones,
constituyéndose como verdaderas filosofías de la dominación y de la guerra.
Civilizaciones enteras han caído hechizadas bajo el embrujo de sus ideologías,
defendidas a capa y espada por grupos de presión interesados en validar y
promover un mondo donde se codifican formas socialmente aceptas de agresión al
prójimo, de dominación, intimidación adoctrinamiento, del omnipresente chantaje,
de la falsificación de la seducción y la manipulación de los imperativos, u
otras formas de poder, de ejercicio de la fuerza, como es la provocación. Modalidades del pensamiento, pues, empeñadas
en demostrar que la agresión está en el fundamento de la naturaleza humana, o
en todo caso que invierten la jerarquía axiológica proponiendo que es más digno
ser fuerte que ser deseable.
Sin embargo, puede argüirse que es
la simpatía más originariamente humana que la agresión, que es la simpatía la
postura fundadora de lo humano –a-priori moral que más bien confirmaría que si
el hombre está dividido de raíz por las posibilidades del bien el mal, es la
posibilidad del bien lo que propiamente nos conforma como seres humanos. En efecto, contra la dominación y el
sometimiento, contra la desvalorización, el desprecio y el sometimiento de,
puede aún hoy en día afirmarse que lo humano propiamente consiste en lo
contrario: en el reconocimiento, la aceptación y la confirmación del valor en
sí de la persona –que es a su vez el fundamento social y radical de lo humano.
16.2.- La moral cientificista se
ha constituido empero como una poderosa ideología posmoderna que fundada en una cuestionable doctrina de
las pulsiones del inconsciente promueve la falsificación de la seducción, el
reduccionismo sexualista, la idea del innatismo de la agresividad humana y de
la predación competitiva –consagrando así en el marco de la educación, bajo el
aspecto pseudoteórico y pseudocientífico, lo que es más bien una especie de
neurósis social e históricamente condicionada de profunda enajenación social.
Su producto más notable es una razón agresiva y dominadora producto a su vez de
una civilización existencial y en el fondo pagana, cuyo pensamiento único
resulta en modo alguno ajeno tanto al publicismo y a la tecnocracia
contemporánea como a esa confusa religión laica de la trivialización de las
relaciones sexuales –dando cuenta de una alteración radical del hombre moderno,
en ración directa del creciente inmanentismo del mundo contemporáneo.
16.3.- El doctor Mario Bunge ha
hecho ver con claridad meridiana los equívocos pseudocientíficos de tales
posturas, las que han encontrado en la “psicología evolutiva” a su más eficaz
estandarte. Su mitología, muy popular hoy en día, cuenta que la mente humana
dejó de evolucionar hace 50 mil años. El hombre así, vendría así algo así como
un fósil andante, con una mente forjada en la lucha contra los elementos, en la
lucha contra los leopardos en las sabanas de áfrica oriental, cuna del género
humano. Intento de explicación del hombre por sus tendencias agresivas,
primitas, agresivas –fuera de las cuales lo único que importaría al hombre es
el sexo, pues lo único que en realidad le importaría es difundir sexualmente
sus genes (Death, Pinker, Dokins). Posición primitiva ella misma, que ignora la
revolución espiritual de las primeras 7 u 8 civilizaciones del mundo, hace 7 o
5 mil años, resumiéndose tal idea de la lucha por la vida en una especie de
pansexualismo. Así terminan por concluir que el fenómeno de la dominación nada
tiene que ver con lo político, sino que se deriva de razones puramente
biológicas y de motivaciones puramente sexuales: robarle sus mujeres a otros.
Así, también afirman que todas las actividades culturales del hombre no son en
realidad sino estrategias de acoplamiento (Buss). Por otra parte la psicología
evolutiva sostiene que la mente está compuesta por módulos mentales estancos,
independientes entre sí (Foder) –cosa del todo falsa, pues es sabido que si se aprende la habilidad intelectual ayuda y
mejora el trabajo manual y viceversa, y que ésta a su vez facilita el trabajo
de otras manualidades;, pues aunque es verdad que hay distintas relaciones en
el cerebro esas distintas relaciones están íntimamente conectadas las unas con
las otras, habiendo una por tanto íntima relación entre lo racional y lo
emotivo o afectivo.
Psicología primitiva, pues se trata de todo un caudal de hipótesis tan
incomprobables como implausibles, por tanto no científicas. Puede añadirse
también que se fundan en una falsa
generalización, que tomando un carácter de la edad contemporánea, la regresión
del hombre hacia el egoísmo y la animalidad, la caída en la participación de
formas que los solidarizan con los niveles más bajos de la creación (místicas
inferiores), pasa de manera no científica a construir poderosas ideologías de
dominación.
Por otra parte la filosofía del egoísmo racional neoclásica,
empíricamente falsa, postula, enteramente a-priori, que el sujeto económico
actúa maximizando las utilidades, siendo tal el comportamiento económico racional
–independientemente de los intereses de los demás, es decir, de manera que hay
una especie de vacío social que les permite hacer lo que se les da la gana, sin
consecuencia de sus actos. La fórmula reaccionaria de la utilidad, diseñada por
Antonio Caso, sería entonces el máximo de provecho por el mínimo de
esfuerzo, -contrapuesta a la ley de la
caridad, que postula un máximo de esfuerzo por un mínimo de provecho. Doctrina
acorde con la maximización de los genes, tanto como con la idea de la
insignificancia evolutiva de las revoluciones sociales para el avance de la
justicias o equidad social, reivindicando así para esas nuevas ciencias de la
naturaleza humana (que van de la psicología evolutiva a la economía clásica de
los emprendedores que maximizan a toda costa su margen de utilidades, pasando
por la teoría genética y el innatismo) la visión trágica y pesimista del
individualismo y el pesimismo de los filósofos y de políticos conservadores. En
realidad los teóricos de la economía racional se equivocan groseramente, pues
mediante pruebas experimentales se ha comprobado que solo un tercio de los
hombres tiende a comportarse de forma egoísta, mientras que dos tercios de la
población es gente más bien decente, no participando de los sistemas injustos
del egoísta o del avaro, prefiriendo el comportamientos de la equidad.
Así, lo que ha detrás de las psudociencias como la psicología evolucionista
genética es el fabuloso intento de reducir lo social a lo biológico o a lo
genético (a su vez intervenidos tecnológicamente mediante los procedimientos
del control social) –ignorando con ello la historia y el proceso natural,
esencial, de la función social, que nos forma, es cierto, pero que a la vez
vamos el hombre formando con su esfuerzo y el logro de las reivindicaciones
básicas, fundamentales, de la justicia o la lucha por la libertad.
En el fondo se trata de una serie de mitos que quisieran explicarlo todo
por la genética o por nuestros genes –así, los hechos históricos tendrían, en
última instancia, cusas biológicas, desde el gusto hasta la revolución francesa
y el capitalismo salvaje de la predación competitiva, todo lo cual estaría
determinado por nuestros genes. Olvido e ignorancia de la historia, en un
determinismo cuyo fin en hacer creer que el orden social no es de otra clase
que el orden natural (de lo contrario ya habría cambiado por razón de la
evolución natural genética). Postura evidentemente reaccionaria que consagra el
stau quo que postula la parálisis social por mor del equilibrio de la oferta y
la demanda –es decir, que postula la ineluctabilidad de lo que ha llegado a ser
y la ontificación (cosificación) del hombre. Posturas no muy diferentes a las
del hegelianismo o a las de materialismo, que intentan ya explicar la totalidad
por el devenir del concepto, que es Dios (idealismo trascendental absoluto) o
por la materia, ya sea esta entendida como ingredientes físicos o económicos
(las condiciones materiales de la existencia). Determinismos y reduccionismos
que inconfesadamente apelan a la circularidad del sentido –a ese punto de
inflexión irrebasable donde el sistema empieza a girar sobre si mismo y a partir e las cuales hacen su agosto las certidumbres dogmáticas (cuestión
sobre la que volveremos con todo detalle).
16.4.- El mismo fenómeno puede
enfocarse bajo otra óptica cultural: la de la tradición de la ruptura, esa
especie de rebeldía contra la tradición –formas ambas de inmanentismo contemporáneo que junto con la
rutina, la tecnocracia, la publicidad y la corrupción de las fuentes de la
educación da lugar a esa forma moderna de enajenación consistente en la vacuificación
o vulgarización de las costumbres, marchando a pasos contados de la cerrazón y evasión existencial del
confinamiento a la abierta voluntad de incomunicación, y de ahí a las motivaciones puramente egoístas del inconsciente, a mecanización o
automatización de la vida e incluso a la robotización del hombre.
Interrupción, pues, de una tradición y desplazamiento de la misma por un
vacio que es llenado inmediatamente por una malignidad -erosión de un castillo
de piedra por un viento maniático que
silba airado-, cuya función es cambiar las notas esenciales del hombre y de la
cultura misma hasta convertirlos en otra cosa, que resulta lo contrario de o
que eran. Mutación y derrota de una tradición, pues, por los ácidos corrosivos
y los ratones que con virulencia roen su sustancia, hasta irrumpir en el
escenario con un salto brusco erigiendo súbitamente la ruptura en continuidad,
en tradición otra, donde so pretexto de la novedad pululan los excesos y
excentricidades las malas costumbres, siendo validadas por un pensamiento que
es dogmático por la fuerza misma de su inferioridad intelectual, rayana en el
primitivismo de la magia de salón, de la demonología, del lavado de cerebro, de
la mistagogía o de la viscosa brujería.
El impacto de esa rebeldía ha sido en las ciencias sociales, en la cultura
y en las artes desastrosa, cediendo las
nobles tradiciones del espíritu de investigación y la energía propiamente
científica y espiritual que las guía a las manifestaciones más pedestres de la
enajenación, el delirio, de las pseudociencias, de las tentaciones ideológicas
de las modas cientificistas o del lavado
de cerebros.
16.5.- Bajo tan temibles
circunstancias quedan inmediatamente vulnerados los móviles íntimos de la
atención así como del mismo sentimiento de respeto hacia las personas, dando
pie al desconocimiento de la persona, a la desatención más cínica, a la
rebelión de los discípulos y a la corrupción de las jerarquías.
El rebelde (del latín “bellum”) propiamente es aquel que hace la guerra.
Rebeldía ante el espíritu, ante el valor, ante el sentimiento de respeto y del
deber, incluso ante el respetable público, como sucede en algunos movimientos
vanguardistas de abierta agresión al público (surrealismo, dadaísmo). Proceso
de agresión que bajo formas soterradas y avalado por tales ideologías comienza
con la indiferencia respecto de figuras o contenidos de la cultura –consagrando
de tal manera la idea de Max Scheler, según la cual si lo más valioso, el
espíritu, es empero lo más lo más impotente, mientras que lo menos valioso, el
instinto, es sin embargo lo más potente.
Así, el rebelde es inmediatamente el desatento, el irrespetuoso,
amparado en una serie de tendencias agresivas socialmente condicionadas y
formas admitidas socialmente de agresión al prójimo por las doctrinas de la
lucha por la vida y la sobrevivencia del más fuerte. Nostalgia regresiva y
robotizante también de un solo camino, de una sola vía, pregonada por la
originalidad unánime y la uniformación de la disidencia –puerta de entrada al
totalitarismo global contemporáneo sostenido por las cabezas… de ganado. Cuyo
gregarismo y pereza mental, fruto de su originaria barbarie, traza una ecuación
de poder social inversamente proporcional al grado de su abyección. Diseño de
una sociedad que acepta la mentira como un haber, tan cruel como indecente,
donde se fraguan las nuevas formas del egoísmo, de la explotación del prójimo,
del hedonismo y de la esclavitud, dictadas por la lógica de la ambición, del
placer y del poder.
Visión del hombre como animal social, es cierto, pero esencialmente cruel,
esencialmente como predador, dominado por los impulsos sexuales del inconsciente
y por las tendencias violentas preconizadas por el hombre de la amargura y de
la iniquidad que construye una torre de babel caracterizada por su rechazo de
Dios (asevia). Porque esencialmente el
rebelde es quien no tiene a Dios, quien no persevera en la doctrina del amor
cristiano, en el cambio implicado por la revolución cristiana de una nueva
manera de sentir al próximo y cercano, mediante gestos de fraternidad y
solidaridad, de esa pobreza en que consiste el amor consistente en la humildad
de amar al prójimo como a uno mismo, que abre a una nueva libertad
ennoblecedora de la persona, en esa hospitalidad que es comunión, en esa
reconciliación con el prójimo y con Dios que pacifica la conciencia, redime del
mal y salva del mundo.
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