martes, 1 de abril de 2014

La Revuelta de las Ideologías: Vanguardia y Revolución Por Alberto Espinosa

100 Años de Octavio Paz:
La Revuelta de las Ideologías: Vanguardia y Revolución
Por Alberto Espinosa

Presentación



   El 31 de marzo de 1914, menos de 100 días antes de la Toma de Zacatecas por las fuerzas de Francisco Villa, nacía en el barrio de Mixcoac en la Ciudad de México el poeta, ensayista, crítico y pensador Octavio Paz Lozano. Educado en sus primeros años por el viejo editor Irineo Paz (1836-1924), intelectual liberal y novelista, por su madre, Josefina Lozano, y su tía Amalia Paz Solórzano, Octavio Paz estaba destinado a ser un hombre excepcional. Su padre, Octavio Paz Solórzano (1883-1936), fue abogado y escribano de Emiliano Zapata; estuvo involucrado en la reforma agraria, fue diputado y colaboró activamente en el movimiento vasconcelista: se ató al potro del alcohol y por un accidente una máquina lo arrolló, un día terrible tuvieron que ir por su cuerpo, ya muerto, para recoger entre las vías sus pedazos.
    La figura del poeta, más bien robusta, no hablaba de los lejanos godos; había en su porte algo del general que dirige, ya a lo lejos ya en la presencia viva, los ejércitos, aunque no dirigió a hombres de armas, sino a los jóvenes y al pensamiento; sus ojos azules supieron mirar a la distancia, siendo su visión a la vez la de lo alto y de lo profundo, como son el mar y el cielo, pues era su carácter como son el mar cambiante y el cielo majestuoso y tornasolado: igual la calma chicha que las horas de la tarde sin premura, o la tromba y el incendio nocturno y zigzagueante del relámpago.
   A los 23 años publica Raíz del Hombre, libro de poemas en el que con asombrosa maestría logra sintetizar las voces de la tradición con las de la poesía moderna de Rubén Darío, Ramón López Velarde, Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia y Pablo Neruda. En 1950, a los 36 años de edad, publica su deslumbrante ensayo El Laberinto de la Soledad, donde con una prosa refinada y majestuosa logra condensar las principales aportaciones del gran movimiento cultural de ese tiempo: “La Filosofía de lo Mexicano”, cuyas semillas estaban ya en Alfonso Reyes, en José Vasconcelos y en Samuel Ramos (El Perfil del Hombre y la Cultura en México), que florecieron con José Gaos (Filosofía Mexicana de Nuestros Días; En Torno a la Filosofía de lo Mexicano), y que fueron abonadas por el malogrado grupo Hiperión (Leopoldo Zea, Emilio Uranga, Joaquín Sánchez Mac Gregor, Luis Villoro, José Reyes Nevares, Ricardo Guerra, Jorge Portilla y Fausto Vega), pero también por la psicología del mexicano que se desarrollaba por aquel entonces.
   En el año de 1966 publica la importante antología Poesía en Movimiento (1915-1966), donde si bien excluye a Jorge Cuenta e incluye a Jaime Labastida junto con otros dudosos literatos, pronto se convierte el florilegio en un punto de referencia incuestionable para los poetas de siguiente generación. Luego de una importante trayectoria como animador de revistas literarias (Taller; Revista Mexicana de Literatura; Diálogos, etc.), en 1971 funda la revista Plural, que muere intempestivamente en 1976 cuando el mismo Labastida, dueño de la editorial Siglo XXI, la toma bajo control, en una segunda época marcada por el populismo, dominada por la filosofía de la rancia izquierda autoritaria, por  la distorsión de la jerarquías y  por el caos; el poeta reconfigura entonces al grupo y junto con Tomás Segovia, Alejandro Rossi y Juan García Ponce funda en ese mismo año la revista Vuelta, que vivió 22 años, de diciembre de 1976 hasta extinguirse en agosto de 1998 con la muerte del poeta -estando el industrial e historiador Enrique Krauze al final fuera de la subdirección de la publicación periódica, y quien habiendo tomado las riendas de su impresión casi desde su inicio se encontraba ya embebido en su propio proyecto editorial faraónico, sabiamente administrado por el poeta y contador Gabriel Zaid.




   En 1990 gana el primer premio Nobel de Literatura para México por los méritos de su obra y su propio peso específico en el ámbito de las letras mundiales del siglo XX. Escritor audaz y apasionado polemista, poeta elocuente, refinado, visionario y de aliento universal, Paz resulta ser un símbolo del pensamiento propio y del tiempo mexicano moderno: imantado por el inmanentismo y las vanguardias contemporáneas, pero en modo alguno desatento a las raíces de nuestra tradición literaria y espiritual (Sor Juana Inés de la Cruz o las Trampas de la Fe), fue también un teórico audaz de la estética moderna, del existencialismo y de la razón poética, dejándonos páginas indelebles sobre los inmensos poderes de la metáfora y de la hermenéutica analógica (El Arco y La Lira, Los Hijos del Limo, Cuadrivio), pero también sobre los sortilegios propios a la poesía y al amor (La Otra Voz,  La Llama Doble). Crítico profundo del lenguaje, de la revuelta contemporánea y de la tecnocracia postmoderna (Los Signos en Rotación, Corriente Alterna), durante todo el trayecto de su obra fue dejando, como las hojas que caen en el otoño o en la estación violenta, innumerables muestras de su talento como crítico de arte (Los privilegios de la Vista) y como poeta (Poemas (1935-1975); La Llama Doble).
   Murió el 19 de abril de 1998 a los 84 años de edad en Coyoacán, en la casa que fuera del conquistador español Pedro de Alvarado, luego de abandonar su departamento de tres desniveles en la calle de Guadalquivir # 105 en 1996, luego de registrarse en su interior un misterioso incendio. 
   Pensador valiente e independiente, nada complaciente con el poder en turno, a pesar de ser empleado del gobierno por muchos años en el departamento de Relaciones Exteriores, quien vio antes que nadie los males tanto del proyecto utópico del Comunismo como de las democracias liberales de occidente. Recalcó también la enorme importancia del arte y de la cultura para entender no sólo nuestro tiempo, sino a nosotros y crecer como sociedad y como individuos –sectores de la vida tan desdeñados tanto por las filosofías positivistas como por los hombres del poder político, quienes quisieran verlos reducidos a los ornamentos de la decoración o al polvo de la cosmética.
  Uno de sus grandes méritos como pensador fue hacernos ver la necesidad de una nueva filosofía política que defienda con lucidez el principio democrático, esencial para la evolución de la sociedad mexicana del siglo XXI; una filosofía, decía, que sepa conjugar las tres tradiciones más caras de nuestra historia: el pensamiento ilustrado, liberal y crítico; la tradición democrática de la posibilidad de la convivencia pacífica, del diálogo entre las mayorías, las minorías y los individuos, y del respeto a los derechos humanos; y la aspiración ética por la justicia de las diversas tradiciones socialistas, no menos de la llamada izquierda antiautoritaria que acentuadamente de la raíz cristiana, tan propia a nuestra idiosincrasia, nacionalidad e incluso a nuestra inextirpable historia y concepción metafísica de la vida y el mundo.
  Tiempo de conmemoración es éste que se cumple con los 100 años del nacimiento del gran poeta y lúcido pensador Octavio Paz; tiempo, pues, de rememoración de su figura, de su personalidad histórica trascendente a su muerte: de asimilación y de crítica a su obra; también momento de revista a sus grandes aportaciones a las ciencias humanas y a la filosofía, dentro de un clima tanto de reconocimiento a su innegable altura humana e intelectual, como de confraternidad colectiva: de tiempo compartido -en estos días tan revueltos como son los nuestros, en que la rueda cronológica gira con rapidez, con aceleración creciente, vertiginosamente, y en donde el eximio poeta se presenta de nuevo en nuestro horizonte colectivo para  ayudarnos, para abrir con su voz un remanso de tiempo detenido donde poder vernos con claridad, en el reflejo de sus letras, como en un diáfano espejo hecho de luz y a la vez de transparencia. 




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