domingo, 17 de marzo de 2013

Un Hombre Por Alberto Espinosa Orozco


Un Hombre
Por Alberto Espinosa Orozco


       Hubo una vez un hombre quien propiamente no era un hombre: era una jerga. Ser oportunista que, sin embargo, nunca fue de provecho alguno. Criado de todos siempre se sirvió en realidad solo a sí mismo. Aprovechando la ignorancia ajena y cultivando la traición a sí mismo en gestos descompuestos, rastreras genuflexiones y chanzas anodinas fue mucho menos que un payaso circense, dando formas estilizadas a la abyección, de la que pretendió hacer un arte. Anarquista pertinaz tuvo éxito en todas sus empresas, aunque bien a bien no tuvo empresa alguna. La burocracia, confundida con sus disparates poetécnicos, le fue concediendo ambiguos puestos de responsabilidad, salarios, representaciones, incluso honores.
        No hubo valor que no pisoteara con descaro, no hubo relación que no retorciera y entre sus manos crispadas recibió con evidente jubilo el cheque de dos dígitos más seis ceros la inverosímil jubilación y el inmerecido puesto fantasma en la academia, presentando puntualmente cada quincena para seguir toreando la fatigada nómina. Modelo de la juventud a la que deformó con su deshilvanada labia por décadas hoy en día ya pocos lo recuerdan, pues hizo de la memoria de su vida una escala vergonzosa de sucesivos equívocos y olvidos.

       Con sus modales de clawn empedernido corrompió de a poco en su trayecto a la sociedad entera erosionándola hasta sus mismos cimientos, dejando finalmente a nadie un disímbolo testamento de objetos ociosos, entre los cuales, hay que reconocerlo, se encontrar, ahogadas entre juguetes, vehículos lujos, propiedades y deudas de ruleta, dos o tres obras de arte auténtico.


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