jueves, 10 de octubre de 2013

Cultura o Hipnosis Por Alberto Espinosa




En la civilización moderna, materialista y mecánica, el espíritu y la cultura han sido boicoteados por otras potencias que quisieran si no tomar su lugar cuando menos suprimirla o desactivarla. La filosofía académica ha cedido, por desgracia, a tal tentación al conceder la debilidad de la cultura, todo lo cual se condensa en el dictum de Max Scheler: "El espíritu es lo más valioso pero lo menos potente; el instinto es lo menos valioso pero lo más potente". Pérdida de fe en el poder del espíritu y de sus agentes, que abre el paso al vértigo de la voluntad de poderío, ciega para los valores y para el espíritu de la humanidad en que aquellos encarnan. Consecuencia inevitable: desbarrancamiento del hombre moderno en el afán de producir, motivado por la idea del progreso -ese gran compinche del afán de consumo. Y del afán de producir y por supuesto de consumir, salto mortal a una vida prácticamente en todo irracional, en medio de cuyo abismo se abre la regresión del hombre a la animalidad y a la desnaturalización, consecuentemente de su propia esencia o naturaleza, patente en las filosofías de moda, epicúreas, cínicas, las cuales en nuestras latitudes han tomado, por la especial conformación de nuestra psicología, extraños atuendos, los cuales van desde el pelado hasta el pachuco, pasando por toda una gama actoral de simuladores y farsantes, de gesticuladores y cómicos de salón, los cuales se pasan la vida usando, y usufructuando, prendas que les son por completo ajenas -ante lo cual no es extraño ver a una serie de transformistas que han doblado su personalidad y psicología, doblez que se desenvuelve en dos mundos que no tienen contacto real entre si, el mundo de su ficción personal presidenciable, donde se auto adjudican una magnitud y un valor sin fundamento objetivo alguno, y el de la cruda realidad de gutierritos de café pensionados con alguna colección de pancholares y demás bonitos mensuales que dan alguna consistencia a su cruel Disneylandia imaginaria. Cultura subjetiva, es verdad, donde se vuelve ininteligible el modo de vida, y por lo mismo difícilmente comunicable, al no estar sujeto a norma o credo preestablecido alguno, y caracterizada por un positivismo primitivo cuyo negativismo resentido filtra de los hechos y de las personas y por sistema aquellos que no agreden radicalmente su particular fantasía personal sobre si mismos, convirtiéndose así sus grupos de convivencia en verdearos guetos de la ficción la beberecua y el irrespeto carnavalesco, aderezando sus costumbres publicas y sociales, empero, con  ingredientes que resultan a la postre agriamente disolventes. Y así es que van por la vigilia como quien anda dormido, hechizados, hipnotizados, alienados entre los cometas centellantes de su propia fantasía individual, rasgo al que hay que añadir otro: el de la frustración, manifestado en obras y personalidades fermentadas, por completo faltas de verdadera solidaridad humanista y de desarrollo. Psicologías, pues,  proclives a la histeria colectiva y que asemejan una colección de tepalcates hundido entre la polvareda de sus irracionales modos de actuar. A tales costumbres, marcadas por lo mismo con el sello de lo temporal, de lo que es pero podría haber sido de otra manera, de lo contingente y azaroso, sólo  les seduce en realidad una instancia: la historia, único carro transitorio en el que podrían subirse para estar al lado de los vencedores -dejando por ello completamente a un lado la cultura de tipo geométrico, objetivo, con jerarquías definidas, que repugna del oportunismo al estar fundada en una tabla de valores rigurosa, eterna e inconmovible.



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